Cada vez que me he cruzado con Kiko Veneno, Raimundo Amador, Tomatito, Jorge Pardo y otros muchos, les he preguntado algo sobre «La Leyenda del Tiempo» y su fascinante historia. Esta cuestión salía en mitad de entrevistas en las que ellos presentaban sus nuevos discos, por lo que podían haber considerado que la pregunta no venía a cuento… Pero todos ellos se mostraron encantados de hablar de ello, todos se sienten afortunados de haber formado parte de aquella, nunca mejor dicho, mítica leyenda. Con algunos hablé hace años, con otros hace sólo unos meses. Y tenía sus declaraciones recopiladas y guardadas bajo llave para un momento como este: acaban de reeditar el disco por su 35 aniversario, y con motivo de este lanzamiento también he podido hablar con Ricardo Pachón (productor y mánager de Camarón en aquella época) y Juan de Dios (productor encargado de restaurar el sonido), además de con Dolores Montoya «La Chispa», viuda del genio de San Fernando. El texto que debajo empieza es sólo un pequeño resumen de todo ello.
“El flamenco estaba esperando lo que toda música espera: que un músico venga y haga algo por ella”. La frase, brillante descripción de lo que “La Leyenda del Tiempo” significó en su momento, es del percusionista brasileño Rubem Dantas, uno de los afortunados participantes en su ya mitológica grabación. Efectivamente, hoy no queda nadie que siga negando la trascendencia de este disco, el primero de Camarón sin Paco de Lucía, también el primero en el que dejó su nombre a secas (sin el «de la Isla»), el que abrió el género a nuevos públicos, el que lo liberó de su estancamiento evolutivo rompiendo la última de las cadenas que lo mantenían rehén del purismo.
Hubo, hay que recordar, cuatro antecedentes. El primero, la colaboración entre Sabicas y Joe Beck en “Rock Encounter” (1966), un disco del que el maestro guitarrista renegó, y que a pesar de no ofrecer una fusión total del flamenco y el rock (cada cosa va por su lado, digamos), sí fue su primer signo de hermanamiento. “Es cierto –explica Ricardo Pachón, mánager y productor de Camarón-, aquel disco lo encontré en Francia a finales de los sesenta, y me revolucionó la cabeza. El origen de “La Leyenda del Tiempo” está ahí sin ninguna duda”. Pachón, que sólo ha encontrado un atisbo de antecedente a “Rock Encounter” (“una grabación de los años cincuenta, que es un boogie-boogie con toque flamenco, cuyo título y autor desconozco”), pergeñó los tres siguientes. “El primero, el de Manuel Molina con Smash, pudo hacerse gracias a Oriol Regàs, que nos cedió la discoteca Bocaccio para desarrollar el experimento, convirtiéndose en uno de los mecenas que apadrinó el flamenco fusión”, recuerda Pachón. El segundo y el tercero serían los de Lole y Manuel y Veneno, “éste último ya con mucho desmadre”, reconoce Pachón. “Ahí, en esos precedentes, está el germen de lo que yo haría con Camarón en 1979”.
Ricardo Pachón conoció a José Monge Cruz en la Venta de Vargas, cuando éste tenía catorce años. “Había escuchado la leyenda de un niño de la Isla que cantaba muy bien, y cuando llegué estaba llorando porque un turista americano borracho se había caído en su guitarra y la había destrozado”, cuenta el productor. “Tenía algo, un aura tan especial que me acerqué y le compré las astillas por dos mil pesetas. Luego se subió en mi coche para que lo llevara a Algeciras. No recuerdo de qué hablamos en esa primera ocasión, iríamos fumando canutos todo el camino…”. Poco después mandó reconstruir el instrumento a un guitarrero, pero la potencial reliquia no corrió buena suerte. “Una noche me emborraché con Antonio Mairena, nos llevamos la guitarra a La Cuadra de Sevilla y no sé cómo, pero terminó desapareciendo”. Hay alguien por ahí que tiene una guitarra de Camarón, ¡y no lo sabe!
Años después, cuando se le presentó la oportunidad de producir al todavía joven cantaor, Pachón le sugirió convivir una temporada con Manuel Molina (de Lole y Manuel) para ver qué surgía mientras trabajaban juntos, pero algo inesperado ocurrió. La Chispa, mujer de Camarón, se llevó sus propias sábanas para dormir en la casa de sus anfitriones, cosa que Lole entendió como una falta de respeto. «Prefiero no hablar de eso, es un rumor que nunca se confirmó del todo, y a Lole el tema le pone muy de mala leche. Algo gordo debió ocurrir entre ellas… Imagina a dos mujeres gitanas que se llaman Dolores Montoya cabreadas… una tormenta perfecta», asegura Pachón. Así que no queda más remedio que intentar sonsacarle a La Chispa. “Yo, con toda mi inocencia, me llevé mis sábanas, quité las que había en nuestra habitación y se ve que Lole se lo tomó muy malamente, así que nos fuimos de allí, y Manuel y Camarón se dejaron de hablar un tiempo. Mira tú qué tontería más grande cambió la historia del flamenco”, cuenta la viuda.
Fueron los miembros de Veneno, otra figura referencial para el proyecto, los que finalmente entraron en juego. Los hermanos Amador y Kiko Veneno abrieron el proceso creativo, que tuvo lugar en casa de Ricardo Pachón, curiosamente a pocos metros de la de Manuel Molina, en Umbrete. Kiko propuso emplear la poesía de Lorca para las letras –fue la primera petición que la familia del poeta aceptó para musicar su obra-, Raimundo (que pasó en Umbrete la luna de miel, pues se acababa de casar) y Rafael combinaron su lado salvaje de la vida con la pureza de Tomatito, y enseguida brotó el ambiente de experimentación, divertida (“el ambiente era de libertad, podías ver a alguien echando un polvo en el patio en un descanso”, ríe Pachón), sana, atrevida, revolucionaria. “Esas son mis credenciales, las cosas que hacía en aquella época”, asegura Kiko Veneno seis lustros después. “La experimentación era mi bandera, pero tuve que alejarme de ella poco después, porque nadie la entendía”.
De hecho, casi nadie entendió “La Leyenda del Tiempo”. A Camarón, que ya se le acusó de perder la pureza ocho años antes por el mero hecho de trasladarse a Madrid, le llovieron los palos. “Él sabía que la gente no estaba preparada, pero aun así las críticas le afectaron un poco –dice La Chispa-. Sobre todo las de sus amigos de los círculos flamencos. Por eso le dijo a Pachón que el siguiente disco sería sólo de guitarra, palmas y voz. Pero no se arrepintió nunca”.
A Camarón le ocurrió algo parecido a lo de Bob Dylan, cuando recibió insultos de los fundamentalistas del folk al enchufar su guitarra en el Festival de Newport de 1965. Sus compañeros de oficio le decían “que había hecho un disco feo, muy feo, yo estaba acojonado”, recuerda Tomatito, y los gitanos lo devolvían a las tiendas completamente indignados. «A mí me dio mucho caché participar», dice Raimundo Amador, «pero otros me veían responsable de la contaminación de Camarón». “Pues sí, es un caso muy similar al de Dylan, y de parecida trascendencia, por la apertura que esos dos hitos significaron en los géneros en que se movían”, opina Pachón, enemigo declarado del purismo, “un absurdo cuando hablamos de flamenco, la música más mestiza del mundo”.
AMPLIACIÓN DEL REPORTAJE PUBLICADO POR NACHO SERRANO EN EL CULTURAL DE ABC
Para conocer más sobre la historia de «La Leyenda del Tiempo» y sus antecedentes, os recomendamos estos documentos: