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PACO DE LUCÍA, despedida en la orilla del alma

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pacoEsto lo escribí el pasado miércoles, aún estupefacto por la muerte del maestro, deprisa y corriendo para llegar a tiempo de la edición de este sábado del Cultural de ABC. Una despedida con respeto y un nudo en el estómago.

paco5La imagen de Paco de Lucía desplomándose sobre la arena de la playa de su casa de Cancún, su retiro de paz, sosiego y aventuras submarinas, encierra una trágica carga poética. Es terrible que se haya ido así, tan pronto y de forma inesperada. Que sus hijos pequeños presenciaran este injusto capricho de la muerte lo hace aún más terrible. Pero nos queda el consuelo de imaginar esos momentos previos, en los que el genio de Algeciras quizá había logrado deshacerse del fantasma de la eterna insatisfacción y estaba pensando de una maldita vez en lo feliz que era, en lo completo que se sentía, jugando con sus niños en la orilla del mar, su amado mar, después de tantas cosas, al final de tantas cosas.

La pérdida que su muerte supone para la cultura española es incalculable. No sólo deja la sensación de que nadie sentirá el flamenco como lo sintió él, sino también de que nadie hará tanto por el flamenco como hizo él, jamás. Todos los mensajes de condolencia están teñidos de profunda aflicción, casi de ansgustia, pero sobre todo de devoción y admiración religiosa. Políticos, Familia Real, artistas de todas las disciplinas se han unido al dolor de los músicos, de sus amigos y su familia proclamando que, por encima de cualquier otra cosa, Paco de Lucía permanecerá como una figura irrepetible hasta el fin de los tiempos. Ha sido, es, una excepcionalidad histórica.

De la pureza de su toque, elegante, enigmática, igual que su mirada y que su cruzar de piernas, ya daba muestras siendo muy pequeñito. En Internet se pueden encontrar vídeos de la época con su hermano Pepe como “Los Chiquitos de Algeciras”, de principios de los sesenta, que además de fascinantes son absolutamente reveladores. Aprendió música de la manera más natural posible, siempre vivencial, no académica. De la calle San Francisco donde nació, a la calle Barcelona de su infancia, en Algeciras siempre tuvo todo el cariño que necesitó para crecer como una persona alegre, interesada por lo que le rodea. Ahí nació su toque.

Su padre dejó de pagar los ocho duros que costaba su plaza en la escuela, y le dijo cuál sería su futuro: ser un maestro de la guitarra. Fue entonces cuando el joven Francisco Sánchez Gómez empezó a encerrarse en un cuarto a tocar, horas y horas. Y más horas.

Lo que aprendió del Niño Ricardo, su primer gran guía espiritual a las seis cuerdas, del que agarró todo lo que pudo “como hacen los genios”, pronto lo haría suyo y lo llevaría a cotas de inimaginable repercusión para el género, de manera que, como dice Vicente Amigo, “hoy es el espejo en el que se miran todos los guitarristas flamencos”. Su obra es tan inmensa que parece un inexorable súmmum. “Lo ha abarcado todo, ha recorrido todos los caminos”, opina Tomatito. Y quizá no haya mejor prueba de su trascendencia que el hecho, señalado por Manolo Sanlúcar, de que “encanta al que no sabe de flamenco, y vuelve loco al que sabe”.

Supo, además de poner a los puristas a comer de su mano, prever lo que el flamenco necesitaría antes o después. Él catalizó su apertura a armonías de otras músicas, y suyo fue el primer sello de calidad que recibió “La Leyenda del Tiempo” en mitad de la paco2tormenta fundamentalista que pretendió borrarlo de la cronología del género. Aquel fue el primer disco de Camarón sin él: antes habían firmado juntos diez álbumes, un decálogo de obligado estudio. Después, Paco superó sus propias dudas caminando firme sobre una discografía valiente, descubierta al público de los cinco continentes gracias a la reedición de “Entre Dos Aguas” en uno de los primeros compact disc que se fabricaron a gran escala, culminada con infinidad de premios y reconocimientos… pero sobre todo, culminada con la satisfacción de no haberse traicionado jamás, de no haber dejado de enfrentarse a la angustia y el gozo de la composición y la interpretación con el mismo respeto del primer día, sabiéndose sólo un hombre más en la búsqueda de la belleza. Aunque nunca fuera uno más.

Paco de Lucía se ha ido al encuentro de Camarón, de Niño Ricardo, de Sabicas, de Félix Grande, y deja atrás a innumerables amigos, a su familia querida. También deja inacabado su último proyecto documental, que le unía precisamente a su hijo Curro, director de la película. Decidido a trazar el retrato definitivo de su padre, Curro lleva años recorriendo el mundo, entrevistando a multitud de artistas que han formado parte de su experiencia vital. Hasta el momento han participado compañeros de viaje como Carlos Santana, John McLaughlin, Carles Benavent, Duquende, Chick Corea, Jorge Pardo o Bryan Adams, personajes que coinciden al señalar sus grandes virtudes humanas, su amor por la generosidad, por la tranquilidad al margen de la exposición mediática y la cacofonía del bísness. No daba entrevistas. Rehuía de los grandes homenajes, de todo lo que no entendía como espontáneo y natural. Siempre dijo que en Madrid se agobiaba, que cada vez que se refugiaba en su casa frente al Caribe sentía la magia de la vida. Tan sólo mirando al mar. En un día claro, con el viento del norte y el agua tranquila.paco4

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