Crystal Fighters en Barcelona no defraudaron. Se esperaba fiesta y buen rollete y eso es precisamente lo que ofrecieron los londinenses. Unas horas antes del concierto ya había cola delante del Sant Jordi Club, con una edad media mucho menor que en los últimos conciertos a los que he ido. Cuando abrieron las puertas al público, cientos de chicas jóvenes corrieron a ponerse en primera fila a esperar, aunque antes venía el de El Guincho.
El canario no fue capaz de enganchar a los presentes, quizás porque estaban impacientes por el concierto de después o porque su música no les acababa de atraer. La cuestión es que pasó sin pena ni gloria por el escenario. Una hora después la sala ya se había llenado y se habían comprado esas cervezas tan adecuadas para un grupo que transmite el buenrollismo de un anuncio de televisión.
Los Fighters tuvieron un inicio interesante, ya que durante los primeros 5 minutos el protagonista fue el txalaparta. Dos músicos de blanco dejaban a las adolescentes de primera fila con la boca abierta, entre la incomprensión y el descubrimiento. Este inicio recibió una calurosa ovación que se intensificó con la salida del grupo. Desde un inicio Sebastian Pringle salió a por todas, erigiéndose en total protagonista del concierto, saltando, gesticulando y levantando a un público que en realidad ya venia levantado desde casa.
Se vieron caras de felicidad, también melancolía por los días de verano que recuerdan algunos de los temas de los británicos, en un total de 17 canciones repartidas casi a partes iguales entre sus tres álbumes de estudio. No se salieron del guión ni del setlist de la gira, para qué tocar lo que funciona. Así que salimos del Sant Jordi con una sonrisa y suspirando por que llegue otra vez el buen tiempo.