Crónica y fotogalería del MIRA Festival

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unspecifiedEn el escenario de MIRA 2016 no se hablaba de música, o mejor dicho no sólo de música. Se hablaba de música, arte, artesanía y sensaciones. Por supuesto no todas las propuestas ofrecían la totalidad de conceptos, algunos quizás ofrecieran sólo uno o dos, pero entre todos confeccionaron un muy interesante festival, digno de ser recomendado.
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Plaid & The Bee

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El entorno era el ideal, la fábrica Fabra i Coats era un participante más del festival y la sala de conciertos con su sobriedad industrial casi nos hacía pensar que estábamos ante una rave clandestina…
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Tim Hecker

En todos los conciertos se ofrecía la fusión de música y experiencia visual, tanto en forma de proyecciones de vídeo, juegos de luces, mapping o uso del humo. Esta fusión muchas veces no dejaba de ser la unión de dos propuestas independientes realizadas a la vez, sin ofrecer ni ningún valor añadido a su unión, aunque otras veces se llegaban a momentos de auténtico delirio sensorial cuando las dos propuestas encajaban perfectamente traspasando la frágil barrera que separa el mero espectáculo del arte. En este caso destacaría el trabajo del artista Marcel Weber (MFO) en sus colaboraciones con Tim Hecker y Roly Porter, en las que supo aprovechar toda la sala mediante el uso del humo en el caso del primero, o la iluminación en el segundo (memorables los 5 minutos de flashes a un estático público que parecía una secta siendo programada). En este sentido también cabe destacar el mensaje reivindicativo de Elysia Crampton o la parte final de Death in Vegas en la que la iluminación otra vez fue la protagonista ante la exaltación de los asistentes.
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Hablando de música y sensaciones, el público estaba deseando sentir, y tuvo la oportunidad de hacerlo de diferentes maneras, desde la orgásmica progresión de Alessandro Cortini o el noise de Lee Gamble hasta momentos genialmente incómodos como el techno industrial de Esplendor Geométrico. Este grupo merece una reseña a parte. ¡Qué entrega! Arturo Lanz nos dió una lección de energía y provocación en el escenario fue la excepción en un festival donde los artistas apenas levantan la vista de sus ordenadores, saltos, gritos, miradas desafiantes y una música cuyos matices iban de la intensidad extrema a directamente la locura.
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Por otro lado también hay que destacar la artesanía mostrada por varios DJ como Throwing Snow o Nathan Fake, manejando sus instrumentos de manera magistral, concentrados en ofrecer ritmos sin fisuras a las que el público respondió entregado.
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Quiero destacar el conciertazo de Plaid acompañados del guitarrista Benet Walsh (the Bee). Escondidos detrás de unas proyecciones de mapping combinaban los sonidos electrónicos con los eléctricos de la guitarra, ¡qué ovación a los momentos en los que la guitarra destacaba! y por último los ritmos bailables de Lone junto al batería Chris Boot, en este caso música electronica junto a analógica. ¿Por que será que nos encantan esas combinaciones?
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En resumen, un interesantísimo festival, de propuestas muy variadas que iban de lo artesanal al gozo estético de arte pero que dio a los asistentes lo que buscaban: sensaciones.
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