Crítica – TOPO «El ritmo de la calle»

por

topoGénero: Rock

Sello: Fish Factory

8 / 10

La veterana banda madrileña, adalides del rock urbano con mayúsculas, como fulgurantes diamantes para la eternidad, presenta el octavo elepé de su longeva y fructífera carrera, intercalada y fundida con los míticos Asfalto en los años noventa, de tal guisa que en directo actualmente nuestros protagonistas realizan un híbrido de ambas formaciones…

Con una sensibilidad y unas letras fuera de lo común, José Luis Jiménez (bajo y voz solista en la mayoría de las composiciones) y Lele Laina (guitarra y voz) son los contramaestres de un combo sin igual, pura sensibilidad a flor de piel y lírica superlativa, de tinte social humanista, como nunca no se ha escuchado en el ROCK (con mayúsculas) escrito en la lengua de Cervantes. Junto al virtuoso Luis Cruz (un guitarrista sin par que entró en el combo en 1985, para aportar savia nueva en el celebrado disco “Ciudad de Músicos”) y al estupendo batería José Martos (Barón Rojo, Niagara, Atlas…) forman un cuarteto sin igual, de verdadera liga de campeones, puro caviar musical que jamás defrauda en directo.

Un pleno al quince que regala canciones proféticas compuestas a partir de 1978 (el año de las ilusiones democráticas) gestadas en una Constitución que ahora hace aguas por los cuatro costados, desvirtuada, violada cada dos por tres (especialmente en sus capítulos sociales), prostituida por la espantosa corrupción que asola la totalidad de las instituciones, de un Estado de deshecho que amenaza derrumbe (especialmente visible esta circunstancia en las altas instancias judiciales, y de forma particular en el Tribunal Constitucional, desprestigiado como nunca). Una ley fundamental (apropiada por unos pocos, que desprecian los artículos que no les interesan o favorecen) y que en vez de servir de instrumento de convivencia, sirve de martillo para golpear al adversario político, de cárcel de los pueblos y naciones que habitan en la hermosa piel de toro. Es el fin del camino, como cantaban Mago de Oz en Finisterra, llegamos al agotamiento de un modelo que se inició con las primeras elecciones democráticas en junio de 1977 y cuya crisis, estamos pagando a base de bien y lo que te rondaré morena.

De todo esto ya hablaban hace tres décadas Topo en himnos como “Vallecas 1996”: “Sobrevivimos a base de drogas que nos proporciona el Ministerio del Bienestar. La televisión funciona siempre, nos proyecta un mundo ideal, se ha acabado el paro de las calles, bendita televisión…”. Con “Marea negra” en 1983, perfilaron el negro porvenir que nos esperaba, anticipándose dos décadas al desastre del “Prestige”, o “El blues del dandy”, certero retrato de banqueros sin escrúpulos como Mario Conde, Blesa, Rato, etc  que dibujaban fielmente el perfil y maneras del personaje, adelantándose varios lustros a su aparición pública. En fin, “Los chicos están mal” (el drama del paro), “El apagón”… son tantas y tan buenas las canciones que sería muy largo enumerarlas aquí todas.

En su nuevo trabajo, siguen firmes en sus propósitos de denuncia y no dan puntada sin hilo. Como en todas sus composiciones, hay que saber leer bien entre líneas (siempre dejan frases para la posteridad) comenzando por la canción que da título al álbum: “Escúchame poderoso caballero, lo que mueven los hilos del dinero… me llaman rock’n’roll y en la calle mando yo. Lo tenéis atado y bien atado, con un maldito nudo que nos tiene ahogados. Otra vez a librar batallas olvidadas ya. Ayer en las paredes se escribían gritos, los mismos gritos que hoy vuelven a ser escritos. Al ritmo de la calle todos bailaremos, hay un poder implacable que se llama libertad, no es patrimonio de nadie, debieras saberlo ya, el ritmo de la calle que no lo pare nadie…”.topo2

Estupenda también “La máquina del tiempo”, un artefacto que nos conduce al espíritu de “Todos a bordo”. Canciones que amplían horizontes vitales: ‘cinco minutos que pudieron más que quince años de (pésima) educación’. De nuevo, José Luis, Lele y Luisito Cruz vuelven a cabalgar juntos, vienen cantando ritmo y blues, enloquecidos pelos al viento… maravilloso ‘deja-vu’ de aquella lejana “Ciudad de Músicos”, si bien, en este disco se echan de menos perlas tan bien hilvanadas armónicamente como “Máquinas”, “La Plaza Vieja”, “Días de cine”, etc y aquellos inolvidables arreglos de teclados que protagonizara Pablo Salinas. La devoción cinéfila del combo tiene aquí su reflejo en la extraordinaria “Tarzán”, una tonada superlativa que recuerda esos efluvios, reivindicando la figura de Johnny Weissmüler, el verdadero Tarzán, que logró vencer a las fieras del desencanto y sobrevivir en la jungla de asfalto neoyorkina.

‘Amigos amantes, a todos quiero por igual, entre el bien y el mal’, “Canciones secretas” secuestradas para la posteridad, otra de las cimas del disco: ‘Somos las voces de los fantasmas, somos los ecos de las canciones que fueron olvidadas, quedaron atrapadas, sacadnos de aquí, se les oía decir…’. “Grandes de canciones se pueden quedar durmiendo en el limbo de la oscuridad, sacadnos de aquí, somos canciones secretas…” Lágrimas que se desvanecen como gotas de agua en la tormenta. “Llueve en la ciudad”: ‘En este mar de confusión en el que navegamos tú y yo…’ con unos riffs centrales que recuerdan mucho a los perfilados en “La Jaula del silencio”, canción que daba título al quinto plástico de Topo (00). Asoma a continuación “El currante luchador” que se deja la piel en cada paso, ‘soldados sin nombre, héroes sin gloria’, una temática existencialista que abordaron magistralmente los Asfalto en la inolvidable “La batalla”.

De este modo trascurre un trasiego de 62 minutos, pura delicia para oídos atentos y mentes despiertas, haciendo guiños a otras bandas amigas como Los Suaves en “Esta casa no es un hogar”, parecidos versos a los que cantaba Yosi en el himno “Mi casa”, aunque aquí el tratamiento melódico sea diferente, dos canciones primas hermanas, buscando a “El guitarrista de Hamelín” escondido entre los surcos. Y para cerrar, el juego de “Policías y Ladrones”, donde la bankia siempre gana y la pasma defiende a los rateros de guante blanco. “La cosecha” no puede ser más amarga. A “Vagabundear” como el “Cantante urbano” que regalaba su voz en los andenes del Metro. “Y deseando salir, tengo que entrar otra vez, porque un techo de estrellas no da calor”, cantaban en los albores del big-bang de la Movida.

Triste país este donde no valoramos a nuestros artistas. Si José Luis Jiménez (nuestro Sting particular) hubiera nacido en California, hoy sería una súper estrella en Sunset Boulevard. Al igual que Lele (nuestro George Harrison) o Luis Cruz (nuestro Mick Ronson de andar por casa). “Si todo pasó, si nada quedó, ya estás en tu eternidad”, bienvenidos -una vez más- queridos (Asfal)Topo (como algunos los denominamos cariñosamente), a la Ciudad de MÚSICOS INSOBORNABLES que ellos han ido asfaltando en mayúsculas y con letras de oro, como verdaderos “Quijotes eléctricos” contra los “Molinos de viento” de una triste y corrupta sociedad que devora a sus hijos más preclaros, como Neptuno en el cuadro de Goya. Pese a todo, no nos detendrán. Este año, latirá con fuerza “El ritmo de la calle”. Podemos ganar. Apuesto que si.

«EL RITMO DE LA CALLE» SE PUBLICA EL 27 DE FEBRERO

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