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GUADALUPE PLATA: «Los Black Keys se han amariconado para vender»

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Ahora que la banda de Úbeda ha sido confirmada para varios festivales como el recomendabilísimo Monkey Week, recupero para los amigos de HRB la entrevista que recientemente publiqué en la revista Ruta 66, en la que charlamos sobre el blues, su nuevo disco, el público indie, sus aventuras en Austin, y también sobre los autores de «Lonely Boy»… Ah, y muy pronto podréis ver un Test de HRB «special edition» que les hicimos en los camerinos de la sala El Sol.

Una agenda de conciertos impresionante es la mejor prueba del éxito de Pedro de Dios (guitarra), Carlos Jimena (batería) y Paco Martos (barreño), tres jienenses de conversación llana y sin complejos, que se han adentrado en lo más profundo de la América negra de principios del siglo pasado para encontrarse cara a cara con la pureza del primer blues. El 15 de enero lanzan con Everlasting Records su tercer trabajo, de nuevo llamado “Guadalupe Plata”, que sin duda seguirá abriéndoles puertas a las que ni ellos mismos se habían planteado llamar.

Qué tienen Guadalupe Plata que los hace tan especiales, es algo que no saben explicar. De hecho, al terminar esta entrevista, antes de que el periodista cuelgue el teléfono, Pedro de Dios (guitarra) interpela: “Oye, oye, no cuelgues… que ahora tenemos nosotros dos preguntas para ti. ¿Por qué crees que le gustamos a la gente, tío? En los festivales indies tenemos bastante éxito, y yo de verdad que no lo entiendo…”. Quizá esperasen una sesuda argumentación dialéctica de un plumilla rutero, pero la contestación es sencilla: “Amigos, lo genuino se huele a leguas. La autenticidad de vuestra idiosincrática apropiación del blues algodonero puede verla hasta el gafapasta más irredento. Y joder, sois divertidísimos en directo”. Se les oye decir “qué bien, qué bien…”, y Pedro lanza la segunda pregunta: “¿Qué te ha parecido el disco? Pero en serio, ¿eh?”. “Que lo habéis vuelto a clavar, una gozada para los que buscamos ese sonido lleno de barro”. El trío encaja el peloteo porque la conversación ha ido por los cauces correctos, los del Mississippi… Pero vayamos a lo que realmente interesa a todos los que, como Robert Johnson, saben qué se siente al matar un gatito.

GUADALUPE PLATA, VAMPIRIZANDO EL BLUES

–          Mike Mariconda mezcló vuestro anterior disco, y ahora repite, implicándose también en la grabación. Escuchando trabajos suyos con otras bandas, me da la sensación de que con vosotros funciona de un modo muy distinto.

–          (Jimena) Quizá no hayamos escuchado suficientes discos mezclados por él, como para decir algo con conocimiento de causa. Lo que sí vemos es que tenemos con él una conexión, no sé si especial o algo, porque a la hora de mezclar no le hemos tenido que dar ninguna pauta. Con otros ingenieros de sonido los grupos tienen que estar muy al loro de por dónde van, pero con Mike no es así, al menos en nuestro caso. Se ponía a los mandos y no había que decirle nada. Tener una cuarta opinión, siempre que entienda de qué va el sonido del grupo, da toques de frescura.

–          El disco iba a salir en septiembre, creo.

–          (J.) Sí, pero el retraso no se debió a ningún problema en particular. Como sabes, hemos firmado con Everlasting y lo decidieron ellos, por el tema de los tiempos para la prensa y cosas de esas… Decían que cuando termina el año no es bueno sacar un disco, porque la prensa está más concentrada en resumir todo lo que ha pasado durante el año que en atender a los lanzamientos de última hora.

–          ¿Cómo fue volver a Austin para grabar, después de tantas y tan buenas experiencias en los últimos años?

–          (Pedro de Dios) Lo primero, hay que decir que “Oh my Bey!” y “Esclavo” las grabamos hace un año, y a lo mejor se nota un poco la diferencia. Respondiendo a tu pregunta… pues como ya conocemos mucho el sitio, la ciudad, el estudio de Ryan Anderson, estábamos muy a gusto, como en casa. Las primeras tomas salen mejor en un sitio donde te sientes cómodo. Allí sacamos casi todo en un par de tomas.

–          (Paco Martos) El estudio de Ryan es un reflejo de todo lo que pasa en Austin. No nos gustan los estudios que son “muy estudios”, no sé si me explico.

–          (P. d D.) Sí, sí, esos sitios donde dices “oye que vamos a grabar en directo, tocando todos a la vez”, y te ponen una cara como si les estuvieras contando una fantasía.

–          (P. M.) En esos estudios con tanto “nivel”, no les entra en la cabeza que nosotros queramos grabar más guarro, o desafinado, o sencillamente mal… Y si entras con un barreño, pues ni se lo creen. Nosotros queremos ruido y chatarra.

–          Vida, en definitiva. Interpretaciones reales.

–          (P. d D.) Es que esa es la música que nos ha influenciado, que nos ha gustado. Las grabaciones donde se respira el sonido natural, no procesado. Tener una guitarra, un bajo y una batería que suenen perfectos puede ser de puta madre para algunos, pero a mí me sabe muy sintético. Grabaciones de pincha y corta, para la radio.

–          Esta es para ti, Pedro: a los guitarristas que intentan sacar el sonido que tú sacas, y no les sale, ¿qué les suele fallar?

–          (P d D.) Un buen equipo y una buena guitarra siempre te van a dar muchos puntos a favor, pero esa obsesión por los equipos… Eso de comprarse el mismo equipo que llevaba nosequién en la gira del nosecuántos es una chorrada. Jamás se consigue sonar igual que alguien de los setenta, sólo por tener el mismo equipo. Sobre lo que comentas, yo creo que por encima de la técnica, que también puede fallarles, son los referentes. Si intentas llegar a un sonido que tienes en la cabeza, fijándote en los referentes equivocados, nunca te saldrá. Por eso hay que investigar mucho. En mi opinión, la mayoría de guitarristas que intentan hacer un blues genuino, acaban fijándose en gente famosa como Jimi Hendrix, más blues rock, y por eso todo lo que hacen termina teniendo connotaciones más elaboradas. Cuando uno quiere sonar más pantanoso tiene que ir mucho más atrás, hasta Elmore James o el Reverendo Gary Davis, por ejemplo. Cuando entiendes ese “deje” y lo haces tuyo, es cuando le das la vuelta a la tortilla. No se puede sonar como el barro cuando nunca te has tirado al barro.

–          (J.) Además, la guitarra tiene que ser el reflejo de la personalidad de cada uno. Si un tío deja su guitarra, tú la coges y suenas exactamente igual, es un fracaso. Se tiene que notar la sensibilidad.

–          En el rollo vintage con los equipos, además, hay cierto pijerío, ¿no?

–          (P. d D.) Totalmente. Yo conozco a gente que le gusta mucho Brian Setzer y los Stray Cats, se compran el mismo equipo y luego el sonido es una pena. Yo me he comprado una guitarra de 200 euros, y suena como cualquier otra.

–          ¿Sigues tocando con Los Malignos, Los Creyentes y Los Furiosos del Ritmo, tus otras bandas?

–          (P. d D.) Uno de los Malignos se ha ido a vivir a Argentina, otro está con Los Tsunamis, y lo hemos tenido que dejar parado un tiempo. Pero como a mí siempre me ha gustado mucho la música instrumental y el surf, ahora he montado otra banda en Granada, con un amigo, en formato dúo, que se llama Feromonos. Con Creyentes hacemos alguna fecha en el calendario, algún festival, etc. Porque también nos hemos distanciado mucho, uno se ha ido a Barcelona, y no podemos mantener el nivel de compromiso que teníamos antes.

–          Volviendo al disco, también llama la atención el tributo a John Fahey.

–          (P. d. D.) Es que el rollo folk de Fahey me parece la hostia. Es tan personal y tan auténtico, y tiene una biografía tan interesante, lo de su funeral… es todo un personaje, me encanta.

–          ¿Te interesa el trabajo de M. Ward, también muy influido por Fahey desde su disco “Transfiguration Of Vincent”?

–          (P. d. D.) Pues no lo conozco, pero me lo voy a apuntar. Si las guitarras tienen un rollo Fahey, me gustará seguro.

–          Lo de no poner título al disco es una declaración de intenciones: ni conceptos ni chorradas, sólo Guadalupe Plata.

–          (P. d. D.) Sí. Aparte creemos que un título puede condicionar a un disco de alguna forma que a lo mejor no te gusta. Pero es lo que tú dices: tenemos disco nuevo, este es nuestro sonido, y esto es lo que hay.

–          Los que son más críticos con vosotros piensan que os falta dar más forma a las canciones, o al menos a algunas de ellas, para que sean más redonditas, menos jam.

–          (P. d D.) Pues lo llevan claro, porque nosotros en realidad lo que hacemos es intentar evitar eso. No queremos caer en la estructura convencional o comercial de la canción, preferimos seguir desarrollos que no se sabe cómo van a acabar, que puedan renovarse a sí mismos.

–          (J.) Además, eso te permite que en los conciertos puedas jugar mucho más y mejor con los temas. Huir de la estructuración microscópica de las canciones les da mucha más libertad en directo. Puedes hacer canciones con veintisiete acordes y a lo mejor está chulo, pero nosotros reivindicamos el hacer canciones incluso con una sola nota.

–          ¿Cómo valoráis la gira del anterior disco? Desde fuera parece haber sido estupenda.

–          (P. d D.) Muy bien, sobre todo por una cosa: al repetir en determinadas ciudades, te das cuenta de que necesitas un garito más grande, o de que viene más gente. En definitiva, de que ha habido mucho boca a boca. Para el año que viene el pronóstico es incluso mejor, porque creo que nos han llamado para el festival de blues Deep Deuce de Oklahoma, cosa que está muy bien porque hemos estado en Austin, en la Costa Oeste, pero no en un sitio con tanta tradición de blues rural. Puede ser una experiencia de la hostia.

–          En la gira tocasteis casi todos los temas que aparecen en el nuevo disco, ¿no?

–          (P. M.) Yo creo que todas menos una, la de los muertos (suponemos que se refiere a “Santo Entierro”, el último corte). Nosotros no somos un grupo de secretitos, ni de misterios. Cuando ensayamos un tema, ya lo estamos tocando en el siguiente concierto.

–          Tenéis claro que vuestro éxito radica en haber cogido algo tan ajeno como el blues, y haberlo hecho muy, muy vuestro.

–          (P. d D.) Es que yo creo que todo tiene ser así. Si no, se convierte en una verbena, en una imitación. Al principio intentamos cantar en inglés, como para hacerlo más americano, pero no nos salía, veíamos que en el fondo no nos gustaba, no nos sonaba bien, no tenía nada de gracia.

–          (P. M.) Además, nosotros nunca o casi nunca nos expresamos en inglés. Tampoco sabemos mucho (risas).

–          Algunos deseaban que nunca salieseis del underground, pero os vais haciendo famosetes… La comparación es una chifladura, pero ¿y si os pasara algo parecido a lo de los Black Keys?

–          (J.) Es que vamos a ver… los Black Keys se han amariconado, y aposta, para vender. Han decidido ir a por lo comercial, a pesar de que antes habían hecho grandes discos.  De todas formas, nosotros no medimos la profundidad de los conciertos o los festivales a los que vamos. Tocar es lo primero, no vamos a echar para atrás un bolo porque sea más o menos underground. No somos tan finos.

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