El pasado jueves llegaron King Khan & The BBQ Show a Madrid de la mano de Holy Cuervo, después de una década sin hacer gira de salas, y no veais si cumplieron expectativas… El dúo nos ofreció otra de sus míticas veladas de rock’n’roll salvaje y desquiciado de las que no dejan títere con cabeza.
Primero abieron para ellos los madrileños Dinamita Brother, que a decir verdad han hecho bien en pasar a ser un cuarteto: su show estuvo mucho más pulido que la última vez que los vimos en la Wurli, y su nuevo repertorio funciona como un tiro. Al haber más instrumentos se tapan esos pequeños fallitos técnicos que cantaban un pelín en formato dúo, la presencia escénica de sus viejos colegas al bajo y la guitarra hace que el resultado sea mayor a la suma de las partes, y la dinámica estuvo soberbia. Temas recientes como «Shoot» o «Colours in the street», novísimos como «Ceo» y antiguos como «In the desert» tuvieron una gran respuesta del público que abarrotó la sala Changó, dejándolo con ganas de más.
Tras un cambio de turno relativamente rápido, King Khan & The BBQ Show subieron a las tablas con su telón nuclear de fondo y vestidos con el bizarrismo acostumbrado, saludaron a sus fans de primera fila de muy buen rollo y tras su tradicional presentación con la preciosa frase «we’re gonna play some rock’n’roll music for you», se arrancaron con una intro para calentar motores.
A la primera de cambio ya estaba sonando su hitazo «Fish Fight» y la sala entera comenzó a bailar. Las primeras filas, completamente enloquecidas, asediaban el escenario con mareas de pogos rociadas de cerveza mientras el dúo iba soltando cañonazos uno tras otro sin descanso. Se les notó a gusto, contentos con la reacción de la chavalada, y con buen sonido. Así que nuestros queridos personajes se entregaron al cien por cien a dar un tremendo espectáculo en el que canciones como «Waddlin’ Around», «Hold me tight», «Love you so», «Treat me like a dog» o «Illuminations» dejaron a la hinchada extasiada, agotada y completamente sudada, como el rey Khan manda.
Fotos: Cristina Rollán
