Black Mountain no es que sea un espectáculo en el escenario. Como tantos otros grupos actuales, sin poses, sin excentricidades y apenas sin salirse del guión, la conexión con su público es únicamente musical. Eso sí, en este caso, su mezcla de psicodelia, rock y electrónica, enganchó a los asistentes desde el primer tema. Un repertorio de hora y media escasa, en el que casi por completo sonó su último LP “IV”, sin dejarse en la chistera clásicos como “Druganaut” o “Don´t Run Our Hearts Around” de su primer álbum; o “Stormy High”, “Tyrants” y “Wucan” del segundo.