Hemos mencionado a Munster y los Black Lips, pero Wau y los Arrrghs! son también muy responsables de popularizar «Demolición».
En la prueba de sonido del Funtastic estábais muy nerviosos, pero luego fue tremendo…
Era la primera vez que tocábamos en público desde 1966. Pancho, Papi y yo no teníamos idea de lo que podríamos esperar… Cuando subimos al escenario y vi que el público en las primeras líneas no pasaba de 18 años y estaba súper entusiasmado, en vez de amedrentarme me dio una energía extraordinaria. Lo que sí me sorprendió fue que, al contrario de nuestros viejos tiempos, el escenario no era más territorio sagrado: los chicos continuamente trataban de invadir el estrado. Paloma, la creadora y motor de ese festival, es una mujer admirable, responsable de todo, desde el concepto hasta la increíblemente dificultosa labor de reunir anualmente montones de talento de muchos lugares. Es un trabajo enorme y literalmente ad honorem.
¿Cuál ha sido vuestro último show? ¿Hay algún plan de actuar?
El último fue en el Perú, hace más de un año, en el festival Lima Rock, organizado por la municipalidad de Lima. Nos hicieron un homenaje especial y tocamos ante 25.000 personas. Pero creo que la palabra última tiene en este caso un doble sentido porque, aunque continuamente recibimos ofertas, no pienso que Los Saicos vuelvan a tocar por varias razones. Por un lado, preparar cada concierto es un trabajo formidable. Papi y yo vivimos en Washington, mientras que Pancho y nuestros refuerzos, Gonzalo y Alí, viven en Lima, lo que dificulta las cosas desde ensayar por Internet hasta coordinar los viajes. Además, las presentaciones interfieren con nuestros trabajos y se comen nuestras vacaciones, lo que a nuestras esposas y novias ya comenzó a aburrir. Este año, Mónica me lleva a pasear Italia por un mes y si algo interfiere con este plan me divorcia (umm..!?). También, inexorablemente, está el puto asunto de la edad. Ya tocar sin el Chino Rolando Carpio, que murió sin saber que Los Saicos se hacían conocidos a nuevos niveles internacionales, es como llevar un puñal clavado en el corazón. Pero no podemos ignorar tampoco que tenemos 70 años, y las consecuencias de esto no necesitan explicación. Ser Saico dos veces en una sola vida te sobra y alcanza, y se lo agradecemos mucho a nuestro querido público de antes, de ahora y de siempre.
Vuestra singularidad ha desatado infinidad de análisis, comentarios y comparaciones. ¿Qué es lo más extraño que habéis escuchado?
La más extraña y a la vez deliciosa experiencia que he tenido fue al comienzo de nuestra carrera; un niño chiquito se acercó y me dijo: «qué bonito gritas». Se han hecho muchos comentarios de nosotros y generalmente los encuentro interesantes (aunque el que comamos carne humana es un rumor totalmente falso). Pero en cuanto a las opiniones referentes a nuestra música diría, parafraseando a la autora de cuentos infantiles Joan Walsh Anglund: un pájaro no canta porque tiene una respuesta, canta porque tiene una canción.
«Demolición» es genial, pero creo que «El entierro de los gatos» es mejor canción, representa mejor esa singularidad, ¿no crees?
En un documental sobre rock peruano vi que las películas tuvieron mucha importancia en el surgimiento de una escena rockera en el país. Me acordé inmediatamente de ti contándome sobre la influencia de James Dean en Los Saicos, etc… ¿Eran los cines vuestro lugar de encuentro favorito?
Lo eran en la matinée de los domingos. En esos tiempos, antes que soñáramos con tener una banda de rock, la ciudad estaba poblada por clubs de rockanroleros, grupos de muchachos que controlaban determinadas áreas de cada barrio. Controlaban se entiende por: «si pasas por aquí te damos una golpiza» y «ni se te ocurra acercarte a una chica en estos lugares». Esta estúpida cultura juvenil venía de las películas de James Dean que, por lo demás, eran cinco años anteriores a nuestra edad. Conocí a Pancho y Papi cuando me mudé a su barrio, Lince, y me asimilaron al club Los Cometas; teníamos 15 años. Era un grupo grande, como de 50 muchachos; pero el barrio lo compartíamos con Los Sokis, que eran el grupo más grande de la ciudad. Debíamos haber sido enemigos naturales, pero en realidad nunca tuvimos ningún problema y acabamos siendo muy amigos. El territorio neutral que forjó esa pax común fue el cine Western, clavado entre los dos territorios, donde invariablemente íbamos todos (chicas incluidas) cada domingo a ver la misma película una y otra vez: King Creole, de Elvis. Te ratifico que las películas tuvieron una influencia fundamental en nuestra cultura rockera.
Quería preguntarte sobre Los Incas Modernos, creo que editaron el primer LP de rock peruano, «Bajo el sol» en 1963.
Creo que incluía un tema de The Ventures y algunos temas propios. Lo interesante es que cuando Papi, Pancho y yo iniciábamos el grupo, su líder Manolo Garcia, no recuerdo cómo, vino a practicar un par de veces. Era, para los tiempos, un guitarrista extraordinario y no se encontró con nosotros, que recién comenzábamos. Era además unos años mayor.
¿Qué interesa al señor Flores en 2015?
… y aunque no puede venir, Papi Castrillón también nos ha querido mandar un mensaje de apoyo.
Borges: El Mensajero Secreto Por Erwin Flores
Siempre me llamó la atención el extraño caso del heroísmo de Héctor, comandante en jefe de las fuerzas troyanas durante el asedio de los aqueos. A través de las páginas de La Iliada, Homero no deja duda de que Héctor fuera el más valeroso, respetado y temido de los defensores de Ilium. Aún el gran Ulises tiene que retroceder ante él cuando, atropellando hasta las primeras líneas, viene al rescate del herido Sarpedon. Y en combate se enfrentan Héctor y Ajax, «peleando con la furia de cerdos salvajes», hasta que la caída de la noche detiene el duelo. Más aún, «…la gente de Troya llamaba al hijo de Héctor Astyanax, Rey de la Ciudad, porque su padre era, él solo, el guardián principal de Ilium”.
Hasta aquí, entonces, Héctor parece llenar, en todo el sentido que el vocabulario permite, la acepción de la palabra héroe. Sin embargo, cierta notoria incongruencia se presenta cuando Héctor tiene que enfrentarse a Aquiles.
Recapitulando sumariamente: Agamenón, jefe de los griegos, ofende a Aquiles, quien debido a esto se retira de la batalla. Los troyanos, guíados por Héctor, y con la formidable ayuda del dios Ares, atacan con decisión y empujan a los griegos hasta sus propias naves. Aquiles permanece impasible, a pesar de las súplicas de sus compañeros para que regrese a la pelea. Patroclo, pupilo dilecto de Aquiles, le pide que lo deje usar su armadura; piensa así inspirar a las tropas griegas. Héctor, con la ayuda del dios Apolo, mata a Patroclo. Aquiles reta a duelo a Héctor; éste acepta. Aquí es donde el incongruente hecho ocurre: cuando Héctor ve venir al tremendo Aquiles cargado de furia, vestido con la armadura del dios Oceanus, con la lanza de cenizas pelianas en la mano y el carro tirado por el caballo Xantu al comando de la rea, la impresión es tan grande que Héctor da media vuelta y huye sin reparo.
Y desde la primera vez que uno lee La Iliada en la escuela secundaria, se pregunta: cómo es que Héctor es un héroe? Si huyó a la vista de todos, griegos y troyanos, entonces, qué pasó con Héctor, El Valiente? Este enigma no solo me asedió a mí personalmente a través del tiempo, si no que ocasionalmente escuché a otras personas compartir mi cuestionamiento o simplemente asumir que Héctor era realmente un cobarde.
Veinte años después, me encuentro leyendo El Hacedor, un cuento de Jorge Luis Borges, y mis ojos recorren un párrafo y están a punto de pasar al siguiente, pero de pronto se detienen, retroceden y leen nuevamente. El párrafo dice: “La resignación estoica no ha sido aún inventada y Héctor puede huír sin desgracia.”
La comprensión me golpeó con un rayo. Me di cuenta que la razón por la cual el enigma había sido tal por tantos años era que había estado buscando la solución y la respuesta por caminos completamente equivocados: había naturalmente asumido que la interpretación de los estados emocionales sería una característica intrínseca de la psique humana y que por lo tanto tales interpretaciones serían universalmente las mismas, en todos los tiempos, para todas las personas. Al ver huir a Héctor, interpretamos su estado emocional como cobardía, no como una mera estrategia bastante común en el reino animal. Para los espectadores de la batalla, Héctor no habría sido un héroe si hubiese esperado a Aquiles para pelear frente a frente – habría sido un estúpido. Cuando Aquiles viene hacia ti con la intención de matarte, dos cosas son seguras (y claras para la audiencia del duelo): vas a sentir un miedo terminal y vas a correr tan rápido como puedas porque no existe otra posible defensa. Nosotros mientras tanto, alejados del hecho por tiempo y cultura, interpretamos la acción en forma idealizada, totalmente divorciada de la realidad, y asumimos que Héctor actuó cobardemente.
Cuando Borges escribe: “La resignación estoica no ha sido aún inventada”, está en realidad pasándonos un mensaje, un conocimiento del tipo que solo ocurre en las mentes que piensan acerca de la mente con laboriosa profundidad. Y los temas del miedo, el valor y el heroísmo son indudablemente centrales en el pensamiento de Borges. Comentando su propia obra, Borges dice que Sur tal vez sea lo mejor que él haya escrito. Sur, que a diferencia a sus cuentos más conocidos no contiene ni una pequeña alusión surrealista, es un estudio del acto de valor y de la resignación estóica. Sintomática selección para un escritor cuyos personajes siempre buscan (y generalmente encuentran) elaborados argumentos imaginarios para reemplazar la realidad concreta en el momento de la verdad, cuando la muerte es impostergable. En El Milagro Secreto, por ejemplo, el condenado detiene el tiempo frente al pelotón de fusilamiento por medio de la concepción de la pieza teatral perfecta.
Una última nota: la idea que ciertos valores considerados absolutos son en realidad inventados es una noción que Borges debe haber paladeado a gusto. Sin embargo, en vez de escribir un tratado acerca de esto, simplemente desliza una frase, como cosa perdida, en el medio de un cuento cualquiera. Será que, maestro de la brevedad, Borges estriba por reducir el universo a un punto, tal como lo hiciera Sócrates cuando en la piedra del Oráculo de Delfos escribiera: nosce te imptu – conócete a tí mismo.