Género: Pop-Rock
Sello: Domino
5,75/10
Con los dos primeros discos, Arctic Monkeys eran invencibles en lo suyo: canciones traviesas, impacientes, espasmódicas, pegadizas hasta el extremo, de gancho inmediato. Pero en el siguiente, “Humbug”, casi todos coincidimos en que se pusieron algo plastas. Tenía sus matices interesantes, pero ya no eran los mejores en lo que hacían.
Quizá culpa de Josh Homme, que debió deslumbrar a Alex Turner como un súper-papi a su chaval. A partir de ahí los de Sheffield han venido pareciéndose cada vez más a unos mini QOTSA (banda inimitable, hombre!), perdiendo ese garbo callejero y sonando cada vez más a profesionales del estudio. “Suck it and see” me gustó más, fue casi un paso atrás para volver a reconocer el terreno. Recuperaron mucho encanto en ese disco. Pero de nuevo, las canciones pecaban de monolitismo, no dejaban ese poso de fascinación ni se me pegaban a la sesera cual lapas, como pasó con sus dos primeras entregas.
Arctic Monkeys van camino de cambiar de fans (obsérvese que no digo perder, parece que de hecho va a ocurrir lo contrario) con este giro. El suyo es un manotazo al timón tan radical que sólo por eso lo considero de lo más respetable, de hecho aquí hay dos o tres temas “diferentes” (“Mad Sounds”, “Fireside”) que no están mal, pero el conjunto no me resulta ni remotamente cercano a lo brillante. Creo que seré de los que a partir de ahora no les preste mucha atención. Intuyo lo que me voy a perder… pero cada vez que escucho este disco me doy cuenta de que en realidad me importa un pimiento.
Este “AM” no sólo abunda más en el alejamiento de todo lo que me conquistó de ellos, incluida su entrañable timidez (no hay más que verles en sus nuevos videoclips de estrellita de turno recién mudada a Los Angeles y trastornada por el cambio… Cómo molaban cuando no sabías ni cómo eran sus caras ¿eh?). Sino que además experimenta con cosas tan poco apetecibles como el –mal llamado- R&B (¿qué son “Why’d you call me when you’re high” y otros peñazos como “”Do i wanna know?” o “Knee Socks” si no?), insiste en el mini-yoísmo QOTSA (“I want it all”) y, ¡terror!, la repetición de registros vocales de Turner hace que empiece a sonar a cliché de sí mismo (hasta los huevos de sus “Eeeiiii..”), sin seducir en su juego con los nuevos coros de falsetes, dejando además la guitarra en un segundo plano –el chaval dice que igual ni la toca en la gira…- y dejándote con poquísimas ganas de escuchar el álbum entero de nuevo (ni de coña, amiguetes). Jamás he sido ni seré enemigo de la evolución, pero oigan… estas canciones no apelan al crecimiento de aquel instinto tan excitante. Y si no, díganme qué canciones esperarán como agua de mayo cuando toquen para ustedes en concierto.