Cuarta edición del festival metalero por excelencia de los últimos años, con notable presencia de público y sonido muy escaso. Las casi 28.000 personas que acudieron a la cita en la localidad madrileña de Rivas, pudieron disfrutar de un amplio cartel de leyendas, encabezadas por Iron Maiden, y con Anthrax, Megadeth, Newsted, Ghost, Avantasia y Tierra Santa como grandes animadores de un certamen donde faltaron vatios y grados en el termómetro cuando cayó la noche, si bien la meteorología respetó las actuaciones. Al menos, no llovió, pese a la gélida temperatura (escasos 5º centígrados de madrugada).
A media tarde lucía el sol y mucho público fue en mangas de camisa. Los que no iban preparados, lo pasaron mal bien entrada la madrugada. Menos mal que uno conoce sobradamente las condiciones del el recinto, en plenas colinas de Rivas, y con un mini-clima de montaña, y las malas pasadas que juega cuando cae la tarde. Ya sufrimos un frío siberiano el día de Manu Chao (escasas dos semanas antes) y eso que íbamos pertrechados como si fuéramos de expedición al polo norte (forro polar incluido) y este humilde escriba no estaba dispuesto a que se repitiese la situación. Así que mejor llevar dos jerseys de lana y cazadora gruesa. Puedo asegurar que alguno de mis allegados agradeció el forraje.
Se conmemoran los veinticinco años de “Seventh son of a seventh son”(el último disco de Iron Maiden que brilló a gran altura), con el lanzamiento de “Maiden England”, un directo de aquella estupenda gira. También se cumplirán en septiembre las bodas de plata de aquel célebre Monsters of Rock 88’ que pudimos disfrutar el el Rockodromo de la Casa de Campo en Madrid, con Iron Maiden, Metallica, Anthrax, Helloween y Manzano, y con el álbum glaciar de los Maiden como destacado protagonista. La primera consideración a realizar es como ha cambiado el cuento amigos: 2.000 pesetas (12 euros) costó la entrada en aquella ocasión. Entre 60 y 75 euros para SONISPHERE 2013. Y los que deseaban ver el concierto (de lujo) en la zona VIP (adelante del todo) pagaron la friolera de entre 90 y 125 euros. No es de extrañar que con estos precios la música (y por extensión la cultura en general) se vaya al garete. Recuerdo bien que 1988 antes de salir para el Rockodromo nos tomamos unos litros en la bodega de la esquina. El litro de cerveza (la mítica litrona) costaba entre 75 pesetas (si la pillabas del tiempo) y 125 pts (si la pedías fresquita). Actualmente un litro de cerveza cuesta alrededor de un euro (166 pesetas) en cualquier tienda (y 1’25 si se adquiere en la nevera del ‘Chino’ más cercano). Una verdadera vergüenza que mientras la cerveza ha subido relativamente poco en los últimos veinte años (el dichoso redondeo y pérdida de poder adquisitivo de la moneda única europea…), las entradas de los conciertos se hayan incrementado entre un 500% y un 1.000%, se dice pronto.
Esa noche recordé lo felices que fuimos en los años ochenta y lo barato que estaba todo. Pero no quiero ponerme nostálgico ni ahondar en el monotema en el que siempre terminamos cayendo cuando platicamos de aquellos maravillosos años. Cuando piensas que vimos a inconmensurables leyendas como Neil Young en el Rockodromo por 400 pesetas, Genesis en el estadio Vicente Calderón por 500pts, Tina Turner (500pts) o Judas Priest (1000pts), Alvin Lee y Gary Moore gratis, dan ganas de cortarse las venas. En SONISPHERE 2013 por 500 pts (3euros) no podías tomarte ni un triste bocadillo, costaban entre 5 y 7 euros. Así están las cosas y viendo el negro panorama actual, no nos extraña en absoluto la CRISIS caníbal que tenemos encima.
Pero volvamos a la música. Una de las sensaciones más tristes de esta edición fue el escaso volumen de sonido en las actuaciones, especialmente destacado durante Iron Maiden. Expertos en la materia explicaban que era por culpa de viento, pero la verdad es que el ínfimo caudal sonoro empañó un festival que comenzaba a las tres de la tarde con Voodooo Six , seguidos de October File y Red Fang. Dos horas después Tierra Santa perfumaban el escenario Clive Burr con las mejores esencias de su último trabajo “Mi nombre será leyenda” y ese power-metal medievalista tan acerado, mientras a media tarde, el ex bajista de Metallica, Jason NEWSTED alquitranaba de thrash agreste a una concurrencia ávida de sensaciones fuertes. A las siete y media, el bautizo satánico de unos GHOST demasiado sobreactuados (que iniciaron el trasiego bajo los acordes de la orgía-ritual en la celebérrima “Eyes Wide Shut” de Stanley Kubrick) dejó sensaciones encontradas en el respetable. Las composiciones corales de “Infestissumam” epataron bien en nuestros oídos y piezas como la homónima que da título al álbum,“Year Zero”, “Per Aspera ad Inferni” nos arrancaron más de una sonrisa, siempre con un saludo diabólico (de los cuernos) por bandera.
Sin embargo, lo de IRON MAIDEN fue harina de otro costal. Que son una banda amortizada, que vive de las rentas desde hace demasiado tiempo, lo damos todos por supuesto. Pero en el día de autos ofrecieron una sensación penosa, de combo absolutamente acabado, una caricatura grotesca de lo que fueron hace dos décadas, Viejunos y sin apenas arrestos que ofrecer. Mejor que Bruce Dickinson se dedique a su línea aérea de bajo coste. Fue lamentable verle hacer esos gallos, ahogándose constantemente en la interpretación de unas canciones que ya le quedan grandes. Si a eso se une, la pésima calidad de sonido, pueden imaginarse ustedes el resultado. Una estrepitosa derrota pese al magnífico set-list que traían entre manos. De inicio ofrecieron “Moonchild”, “Can I Play with Madness”, “The Prisioner”, “Two Minutes to Midnight” y “Afraid to Shot Strangers”. Entre consignas libertarias y continuos cambios de telones icónicos, el recital mantenía cierta coherencia hasta que asomó “The trooper”, en uno de los momentos más esperpénticos del show. No tiene sentido marcarse tonadas antimilitaristas y pacifistas como “Two Minutes to Midnight” y “Afraid to Shot Strangers”, y a continuación lanzar un grito surrealista de ardor guerrero, sobre la anciana carga de caballería del ejército británico. “The number of the beast”, “Phamtom of the opera” y “Run to the hills” asomaron en el ecuador, mientras “Wasted Years”, “Seventh son of a seventh son”, “The Clairvoyant”, “Fear of the Dark”, e “Iron Maiden” ponían el broche final. Solo nos sorprendieron los bises: una estupenda “Aces high” con el discurso de Churchill como añadido, “The evil that men do”, más la sempiterna “Running free”. Solo Steve Harris (entregado a la causa con denuedo) parecía creerse la historia. El trío de guitarristas (Adrian Smith, Dave Murray y Janick Gers) se limitaron a cubrir el expediente, mientras un avejentado Nicko McBrain aporreaba la batería como un loco en medio del desierto.
Esa fue otra de las notas características del SONISPHERE 2013. Demasiado discurso de doble bombo entre las bandas participantes, especialmente visible en unos ANTHRAX bastante irregulares, encabezados por su cantante Joey Belladona, más el concurso de Scott Ian (guitarra) Frank Bello (bajo) y Charlie Benante (batería) que de inicio regalaron unas tibias “Among the living”, “Caught in a mosh”, “I am the law” (con un sonido muy sucio) y que solo pulieron a mitad del encuentro cuando sorprendieron con un ramillete de versiones dispares, para empezar “T.N.T” de los australianos AC/DC, pura dinamita para encender losa ánimos, y tras la estupenda “Indians”, marcarse “Got the time” de Joe Jackson, dedicada a Dio y Dimebag Darrel (cuyos rostros asomaron en los telares del escenario), y otro guiño más, con los riffs de “Raining Blood” al inicio de “I’m the man”, en recuerdo del recientemente fallecido Jeff Hanneman (Slayer). Tras estos fogonazos, los Anthrax consiguieron remontar el encuentro y ganarse nuestro respeto, mientras cerraban el trasiego al ritmo enérgico de “Antisocial” (quizás una de sus tonadas más emblemáticas, en realidad otra versión, de los franceses “Trust) muy conocida en estos pagos en la voz de Yosi de Los Suaves, mientras un servidor saltaba como un poseso y se desgañitaba cantando: “Toda la vida trabajando sin parar, para pagarte una fosa en el corral, Robocob que pasas por el Metro…Antisocial, esbirro de la banca y la justicia, pasas el tiempo pisando a los demás, la cabronada es tu forma de actuar…”
MEGADETH fueron a la postre los grandes triunfadores de la noche, con un show muy visual y afinado (los que mejor sonaron, con diferencia), mostrando un montaje audiovisual puntero, que subraya las rabiosas composiciones de Mustaine y compañía. Aunque esos recursos (bombardeo de imágenes con alto contenido social) ya los hemos visto con anterioridad en giras de bandas como Queensryche, U2, Metallica, y si nos remitimos al rock más clásico, como no, en Pink Floyd y The Eagles (que impartieron cátedra en 2008 el Palacio de los Deportes dentro del tour “Long road out of Eden”), la mala leche que transmite el pelirrojo cantante y guitarrista es acorde con los criminales tiempos que corren, mascullando entre dientes perlas como “Hangar 18”, seguidas de otras tonadas no menos cortantes como “Public Enemy nº 1”, y clásicos de la talla de “A tout le monde” (con una interpretación bastante tibia), “Countdown to extiction” y “Architecture of Aggression”, que sonaron brutales, volviendo a su último disco “Super Collider” antes de cerrar en loor de multitudes con unas abigarradas “ Symphony of destruction” y “Peace sells, but who’s buying?”. A destacar, la excelente labor del batería Shawn Drover como una de las sensaciones de la noche, secundado en unos sólidos David Ellefson al bajo y Chris Broderick a la guitarra rítmica.
AVANTASIA cerraron bien entrada la madrugada (y con un frío de muerte en el recinto) un festival con propuestas para casi todos los gustos. Nosotros hicimos mutis por el foro una vez que terminaron Megadeth (con una plácida sensación de euforia a la salida del Auditorio, que paliaba en parte el mucho cansancio acumulado tras ocho horas de darlo todo en las primeras filas del bastante alejado -al escenario- y áspero territorio de pista-general). Una pequeña victoria al fin, alucinados ante el magnífico recital de Megadeth que habíamos visto. Al día siguiente, hablando por teléfono con una amiga (una de esas ninfas inasequibles al desaliento, al frío y al cansancio, vamos una verdadera stajanovista del rock’n’roll) me dijo: “pero calamar, ¿cómo te perdiste a Tobias Sammet y compañía, ¿no sabías que venían acompañados por lo más granado del rock-AOR que tanto te gusta?”. Efectivamente, los alemanes se vieron secundados en su empeño por vocalistas de la talla de Bob Catley (Magnum), Eric Martin (Mr.Big), sin olvidar a Michael Kiske de Helloween que formó una excelente dupla con Sammet a lo largo de la velada. Fue una verdadera putada perdernos gemas como “Reach out for the Light”, “Beaking away”, “Farewell”… pero cuando el cuerpo no da más de si, mejor una retirada a tiempo, que en estos casos siempre es un acierto. Mejor verlos otro día que una bronquitis por barba.