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LOS SUAVES, 1.000 conciertos al pie del cañón (crónica Joy Eslava, 5 abril)

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Tras el directo “29 años, 9 meses y un día”, el grupo orensano volvía por sus fueros con una gira en loor de multitudes para celebrar su 30 Aniversario como la gran banda del ROCK ESTATAL con mayúsculas. En la “Gira de los 1000 conciertos” de la que saldrá un documental como tributo a su numerosa y sufridora parroquia que les sigue a todas partes (el DVD + CD en directo parece estar asegurado y va a ser otra obra para relamerse), como iba diciendo, en esta nueva aventura las cosas están saliendo a pedir de boca, “Sold Out”, entradas agotadas en casi todos los eventos y la peña entregada como pocas veces hemos visto.

LOS SUAVES regalan dos horas de rock’n’roll en el cielo, rescatando canciones antiguas, que estaban guardadas en el baúl de los recuerdos: y hace bastante no tocaban en directo. En Joy Eslava (con la sala abarrotada y una dulce sensación de euforia en el ambiente) todo fue coser y cantar, con esa maravillosa sensación de Deja Vu (era como si asistiéramos de nuevo a la gira “Suave esla Noche” en Canciller (octubre 1989), donde registraron su primer elepé en directo, o aquel mítico concierto en el Pabellón (30 Abril 1991) con los guipuzcoanos Kalean de teloneros, presentando su obra maestra “Maldita sea mi suerte”.

Con las mismas atmósferas existencialistas de siempre, con ese pesimismo vital, dulce elixir que les ha acompañado desde sus primeros pasos, la banda de Yosi, Charly, Alberto Cereijo y compañía vuelven a preguntarse por el sentido de la vida, “nada importa en este mundo, tan grande y tan vacío…”, dejando atrás su último plástico de estudio (el duodécimo de su carrera) y canciones tan duras (y reales) como la derrota misma. ¿Qué hacer “Cuando los sueños se van”?. En esta gira no tocan “Han matado el rock n’ roll”, “Frío como una llave” o “27.000 días” que son los que se supone que vamos a pasar este jardín del edén. Si Marea, con ese poeta de extrarradio, Kutxi Romero, todo corazón, ya se planteaban ese mismo dilema en su obra cumbre “28.000 puñaladas” (un desengaño por cada día de nuestra existencia) Yosi reduce la esperanza de vida y nos recuerda que ‘la muerte no es nada’ nos invita a vivir felices y tranquilos, carpe diem, que para desgracias ya tenemos los telediarios.

Atemporales y calientes como la sangre misma, que brota a borbotones por los surcos de su maravillosa discografía, una mueca burlona ante los tiempos siniestros que corren, con ese sentimiento trágico de la vida que les acompaña desde temprano en sus composiciones. En Joy Eslava volvieron a protagonizar otro recital diamantino de guitarras en flor y pasión desbordante. Desde las primeras tonadas: “No puedo dejar el rock”, “Cuando los sueños se van”, “Palabras para Julia”,“Maldita sea mi suerte”…, hasta las últimas piezas del show: “Peligrosa María”, “Ya nos vamos”, “La noche se muere”, todo fue pura ambrosía, el manjar de los dioses, exquisito licor para nuestros oídos, con un planteamiento para frotarse las orejas: “Una ciudad llamada perdición”, “Si te atreves a nacer”, “Por una vez en la vida”, “Viajando al fin de la noche” y un nudo que ponía estremecimiento en la garganta y serena reflexión en el corazón. “Ha muerto el rock’n’roll, han matado el rock’n’roll” cantaba con la voz rota Yosi en su anterior cita.

Pero la verdad es que viéndoles en plenas facultades, con ese torrente de pasión y fraseos desbordantes (una catarata de guitarras desatadas conducidas por esos Xavi e Iniesta de las seis cuerdas que son Alberto Cereijo y Fernando Calvo) habremos de proclamar que el rock’n’roll está más vivo que nunca, que Los Suaves resucitan esa bendita locura, aunque sea el espejismo de una sola noche de primavera, dulce oasis en medio del desierto. Con discurso fúnebre: “Sabes, Phil Lynott murió”, “Mártires del rock’n’roll” de trágicos decesos o de personas enterradas en vida: “Siempre igual”, “Pardao”… Ahí reside la paradoja, tristes acontecimientos expresados con gran vitalismo. Ante el nihilismo sobrecogedor que nos invade, Los Suaves redoblan la apuesta que ya hicieran en “San Francisco Express”.

Un viaje por el lado oscuro, un crucero por las tinieblas, “como se puede ser un soñador en estos tiempos de hierro, como es posible que el mundo sea esto, como es posible que nadie te cuente y te diga que son los sueños los que soportan la ruina…”. Y la música siempre se acaba yfinaliza el show, las guitarras se vuelven mudas, que triste es el final: “Cuando la música termina”, no sin antes haber disfrutado de dos horas de “Dulce castigo”, donde no faltaron tonadas emblemáticas como “Dolores se llamaba Lola”, “San Francisco Express” y “El Afilador” con el himno gallego entrelazado, llorando las guitarras como desenlace final, “Dios es Suave”, himno postrero en los monitores, como una carta de despedida, de cuan grande es el grupo orensano.

Pese a las dos horas y diez minutos (empezaron con puntualidad británica a las ocho y media de la tarde) el show se nos hizo súper corto. Faltó media hora más para que el concierto fuera perfecto, inenarrable, para conservar siempre en una cajita en algún apartado rincón de nuestra memoria. Ya dice el refrán que lo bueno es enemigo de lo mejor, y el paraíso siempre se acaba. Echamos a faltar clásicos imprescindibles como “Malas noticias”, “Sin empleo”, “Pobre jugador”, “Mi casa”, “Antisocial”, “Dile siempre que no estoy”…pura luz para nuestras pálidas neuronas. Y escuchando a Yosi, dan ganas de llorar, como hacen las guitarras de Los Suaves, lamento a quemarropa ante la miseria moral, ante tanta CRISIS, política, económica e institucional en este mundo “loco y perdido”. Por suerte, se alzan estas dulces melodías como un placebo, como un analgésico para enjuagar la amargura de nuestro tiempo: “Gato bueno, hombre malo”. Miau, miau !!   Que sigan los MIL CONCIERTOS (y pico).

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