Entrevista con REGINA SPEKTOR y Crónica de su concierto en el Price (9 julio 2012)

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La suya no es precisamente una de esas clases de música que me pondría en casa, pero verla en directo, amigos, es harina de otro costal. El concierto que dio en el Price,presentando «What we saw from the cheap seats», mostró a uno de esos seres que parece extremadamente cercano cuando se dirige al público, pero que se transforma en una diosa del canto cuando empieza la función. El momento con su marido y telonero Only Son fue para enmarcar, y su banda estuvo inmensa, pero es sola cuando deja entrever que es una superdotada musical.

Regina Spektor: «Quere tener un sonido propio es demasiado narcisista para mí»

El nombre de esta chica tan risueña al otro lado del teléfono lleva ya un tiempo resonando cada vez más fuerte, desde que los premios empezaron a reconocer su valía como compositora e intérprete a mediados de la pasada década. Hoy ya es prácticamente una celebridad en EE.UU., adonde emigró desde Rusia a los 9 años junto a sus padres, también músicos, y ahora llega a España para presentar su nuevo trabajo, «What We Saw from the Cheap Seats», y certificar su estatus de estrella internacional. Pero no una cualquiera, pues su hábil fusión de estilos goza de un gran respeto de la crítica.

– Sus canciones son tan diferentes, que tienen que proceder de un método de trabajo muy diferente.
– Gracias, es una observación que agradezco muchísimo. Para mí es muy importante tener sentimientos propios, canciones propias, y un forma de trabajar propia. ¿En qué consiste? En componer de tal forma que pueda evitar crear un sonido con el que se me identifique fácilmente. Intentar ser excesivamente reconocible es algo muy narcisista en mi opinión, y va en contra de las canciones, porque para crear ese «sonido propio» terminas haciendo cosas que ellas no necesitan. Prefiero que cada canción tenga su sonido propio. El arte debería consistir en hacer creaciones que tengan su propia sinceridad. No todas las creaciones tienen por qué habitar mismos mundos. Aun así, me gustan algunos artistas con ese «sonido reconocible», pero no quiero ser uno de ellos, no es para mí.

– La mayoría de artistas intenta exactamente lo contrario.
– Sí, pero eso debe darme igual. Y estoy tranquila porque sé que hay infinitas formas de hacer arte, y compararlas es algo estúpido. Hace años leí un artículo sobre un encuentro entre Bob Dylan y Leonard Cohen que me marcó mucho. Cohen le preguntó a Bob cuánto tardaba en escribir una canción, y él contestó que cinco minutos. Luego, Dylan preguntó a Leonard cuánto tardó en escribir «Hallelujah», y contestó que cinco años. Leer aquello me hizo sentir muy bien respecto a mi método de trabajo, y me hizo entender que no tiene sentido compararse con nadie.

– En cierto modo parece usted impredecible incluso para sí misma.
– Eso intento, eso intento. Es algo que valoro mucho, la impredecibilidad. Se puede componer para sorprender a otros, no para sorprenderte a ti mismo, y eso también es válido. Pero yo necesito sorprenderme a mí misma, o al menos necesito intentarlo.

– Creció en una familia musical, estudió en el Conservatorio de Moscú desde pequeña… será difícil recordar un momento particular en el que pensó «quiero ser músico».
– He estado rodeada de música desde antes de nacer, en el vientre de mi madre escuchaba música mientras ella impartía sus clases, así que es complicado responder a eso. Pero sé cuándo mi madre lo supo, porque me lo contó: dice que cuando yo era un bebé, era increíble ver mi reacción cuando ponía un vinilo de Bach. Era lo único que me calmaba. Si lo paraba, rompía a llorar.

– Este verano vuelve a Rusia por primera vez desde que emigró (salió de allí con 9 años junto a sus padres).
– Sí, va a ser extremadamente especial para mí. Pero antes paso por Barcelona y… bueno, allí quiero cumplir un antojo… soy una amante del chocolate, y cuando estuve allí hace tiempo conocí un sitio donde ponían un chocolate caliente que… ¡posas la cuchara encima y no se hunde!

– ¿Volverá a repetir con Mike Elizondo?

– Sí, seguro, es un productor maravilloso, el perfecto para mis intenciones. Además le quiero mucho, y nunca había trabajado con un productor al que quisiera, ¡es mucho mejor! Tiene muchísimo talento, y sería tonta si no quisiera aprovecharme de eso.

 

Regina Spektor, una nueva generación para la utopía pop

Consagrándose en el panorama internacional del nuevo pop. En esas anduvo anoche Regina Spektor en su segunda visita a nuestro país. Demostrando una insultante valía como intérprete ante un Circo Price abarrotado que se encontró con la mejor versión imaginable de esas tonadas paridas con tantísimos diferentes moldes, habilitadas sobre el escenario para su disfrute y atenta observación, pues es en los detalles donde Regina seduce por completo, con la obviedad y el acomodamiento como enemigos a batir en el punto de partida para no fallar en la construcción de la sorpresa.

Empezó así, con sorpresa, cantando un blues a capella con golpecitos al micro como única percusión. Y enseguida, sus excepcionales modulaciones de voz cerraron al Price en su puño. Spektor dejó de piedra a muchos anoche, cantante valiente, con bravuras que despiertan la absoluta simpatía, porque incluso cuando se equivoca gusta, pues uno adivina hacia dónde se estaba arrojando sin paracaídas y no puede más que aplaudir la osadía. O darse cuenta de que el error no existe. De que sin travesuras no hay vida. Hay algo de niñez en lo que hace Regina. Algo que madurado con ese talento compositor y esa calidad vocal, causa una admiración irreprimible. Así fue anoche, y así lo aplaudieron a rabiar todos y cada uno de los que lo vieron. Por cómo trasciende sus discos sobre las tablas, por cómo se comunica con el público, por cómo sale el sol en sus composiciones, Regina tiene que ser una chica sanísima. Que escucharla cantar “Small town moon” da ganas de tomarse un chocolate –una de sus debilidades- con ella en San Ginés, vaya.

El piano fue el vehículo principal para sus geniales ocurrencias, acompañado por violonchelo, teclados y percusión con una higiene exquisita. Artistas de aptitudes y aspiraciones similares se disfrutan más cuando el escenario muestra únicamente su pura esencia, voz y piano (anoche en “The Prayer”, en ruso). Los acompañamientos suelen distraer, restar, pero la vertiente más pop de Spektor está tan bien integrada en su cancionero que no se la echa demasiado de menos al irse por derroteros más habituales, casi se podría decir que se adentra en el sonido mainstream cuando le viene en gana: porque acto seguido se ríe de él. Porque la sorpresa no para de gestarse en su interpretación, ya sea con un invento vocal o un inesperado contrarritmo. Hay muchos ideales de pop, unos más mascados, otros menos. Pero el de Regina Spektor pertenece a una nueva generación.


PUBLICADO POR NACHO SERRANO EN ABC

 

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