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BOSS HOG “Brood X”

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Un buen día de 1989, Jon Spencer y su novia Cristina Martínez estaban en el mítico CBGB tomando unas copas. De pronto el dueño anunció que el grupo que iba a actuar esa noche cancelaba la actuación, y el bajón se apoderó de la sala. ¿Qué hicieron Jon y Cristina?

Pues formar un banda ipso facto y de la forma más improvisada posible para suplir a los que iban a tocar. Se subieron con ellos al escenario músicos amigos de The Honeymoon Killers, Unsane y Pussy Galore, la cosa quedó resultona (entre otras cosas porque Spencer se pasó todo el show en pelotas) y a los pocos meses grabaron un EP (“Drinkin’, Lechin’ & Lyin”) con el sello underground Amphetamine Reptile. Luego vinieron los largos “Cold Hands” (1990), “Boss Hog” (1995), “Whiteout” (2000) y “Girl positive blues” (2001), pero Spencer ya estaba concentrado en sus Blues Explosion y la cosa fue perdiendo fuelle hasta pararse del todo.

Tras una fugaz reaparición para un concierto en 2008, la banda se ha reunido este año para grabar y lanzar “Brood X”, un álbum que sigue los preceptos originales pero obviamente llevando la apuesta mucho, mucho más allá. Ahora, la pareja Spencer-Martínez, acompañada por Jens Jurgensen al bajo, Hollis Queens a la batería y Mickey Finn a los teclados, ataca con los muros de distorsión de siempre, los ritmos contundentes y blueseros de pura nocturnidad y los estribillos obsesivos, pero sin ser excesivamente autorreferenciales y dando pábulo a nuevas sensaciones como las que recorre, por ejemplo, “Ground Control”, un auténtico hit de pop intemporal que quizá tenga algo de homenaje a David Bowie.

Hay, no obstante, muchos temas a destacar en el disco, señal inequívoca de que han estado inspirados en este regreso. “Billy” es una introducción perfecta para empezar pegando botes directamente, pero con clase, con un piano que insufla un aire honky-tonk perfectamente medido y encajado. Los tiempos más pesados, lentos y cabezones también funcionan estupendamente, como en “Black Eyes” o “Shh shh shh, temas cada vez más irremisiblemente penetrantes a cada verso. “Signal” es otro de los hits indiscutibles del álbum, un ritmo bailable con una ambientación casi mortuoria que acompaña a una Cristina envalentonada y cautivadora, y más o menos lo mismos puede decirse de “Rodeo Chica”, a dúo con su marido en un hard-blues aderezado con puentes funks. Una pasada. En “Elevator” ubica en el contexto musical de los días del nacimiento de Boss Hog, los días del CBGB, con guiños a Blondie o Los Ramones, y en “Formula X” siguen apostando por lo bailable y pegadizo, aunque quizá con menos acierto. “Sunday Routine” enfila el cierre del disco con un compás crepuscular y decadente, y la minimalista “17” lo despide con un título que probablemente haga alusión a los años que han pasado desde su última entrega. Desde luego que no se ha notado.

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