Esta semana los conciertos SON Estrella Galicia nos traen a Madrid la gira de presentación de «La rama dorada», el segundo disco de Helena Goch, producido por Julio de la Rosa. Tras su debut «Little tiny blue men» (Ernie 2015), la artista sorprende en esta nueva entrega con diez canciones escritas en castellano e inspiradas, como alude el título, en la conocida obra de James George Frazer sobre magia y religión.
Precisamente mucho de lo primero hay en el directo de Helena Goch, que subirá al escenario de El Sol en formato trío, acompañada por Raquel Robayna a las programaciones y los coros y Sara García al bajo. Las entradas están a la venta aquí.
¿Qué emociones, atmósferas generan estas nuevas canciones sobre el escenario?
Pues me gusta pensar que las de una fiesta emocionante, donde invitamos al público a convertirse en una manada de mamuts contentos, cantando y bailando con nosotras.
El cambio sonoro respecto al disco anterior es evidente, ¿qué ha motivado este manotazo al timón?
Después de reflexionar sobre esto, creo que para el primer disco me pregunté: ¿qué quiero cantar? y la respuesta fue ese primer trabajo. En el segundo creo que la pregunta a la que he respondido es ¿qué quiero escuchar? Y de ahí el cambio sonoro, con el que estoy feliz.
¿En algún momento has sentido dudas o vértigo por cambiar tanto tu estilo?
No, justo creo que al contestar a tu pregunta anterior doy los motivos por los cuales no hubo vértigo ni dudas. Lo que más me costó fue llegar encontrar cuál era la pregunta a la que yo quería contestar con este disco y, una vez que la tuve clara, fui directa y sin miedo a por la respuesta.
¿Qué papel ha jugado Julio de la Rosa en este giro?
Fundamental. Él me animó a arriesgar, desde el cambio de idioma a la producción electrónica. Su intuición sobre lo que yo quería contar con este disco ha sido importante y sumada a su talento ha llevado el disco a donde sólo con mis palabras no podía llegar porque, probablemente, yo no sabía expresar con palabras lo que quería contar, pero sí lo sabía en mi interior. Eso es lo bonito de la música, que cuando no hay palabras, ella se encarga de hablar.
¿Ha sido fácil trasladar los temas al directo?
La verdad es que ha sido todo un reto, mientras te contesto estoy con Rakel y Sara haciendo nuestro ensayo general para El Sol y nos hemos dejado llevar por lo que nos pedía cada canción. Nuestra finalidad es que el público disfrute tanto como nosotras y en función de eso hemos adaptado las canciones, buscando momentos de complicidad con el público.
¿Qué significa para ti tocar en El Sol? ¿Qué grandes conciertos has visto allÍ?
La sala El Sol es para mí un hogar. Allí presenté el primer disco y fue un día inolvidable. Significa volver a casa. Ayer estuve allí preparando una ambientación especial para el sábado, con muchas sorpresas, y el espacio es perfectamente mágico para ello. Allí he visto a muchísimos grupos, entre los que me gustaría destacar a Lázaro, que son maravillosos.
El cambio de idioma de inglés a español es algo que se está produciendo en muchos grupos españoles, ¿por qué crees que pasa?
Supongo que cada uno tendrá sus propios motivos. En mi caso fue un atrevimiento, fue un no tener miedo de ir a por ello, porque cantar en español asusta más. A mí el español me está enseñando, por ejemplo, matices graves de mi voz que con el inglés no conocía. Eso me encanta, que el cambio de idioma me descubra cosas nuevas de mi propia voz. Creo también que el hecho de que el público entienda desde el minuto cero lo que estás contando crea otro tipo de complicidad con la que me siento muy, muy feliz.
¿Te sientes ubicada en una escena en particular?
Si te digo la verdad, cuando conozco a alguien y me pregunta qué tipo de música hago nunca sé qué decir. Creo que ese es otro ejemplo de cuando las palabras no llegan: mejor que me escuchen y sabrán qué música hago. No sabría dónde ubicarme más que en un lugar donde todo nace de mi verdad.