La semana pasada, los árabe-británicos Flamingods y los canario-madrileños Solo Astra formaron una espléndida alianza en Clamores para ofrecer una gran velada de psicodelia que acabó superando las expectativas de todos, tratándose de un anodino lunes noche de finales de septiembre. La sala registró una buenísima entrada y las dos bandas, intensas, contundentes y finísimas sobre el escenario, congeniaron dentro y fuera del camerino en una inesperada noche de jolgorio que acabó con pogos al «derviche style».
Solo Astra están creciendo a pasos de gigante. Tras las primeras presentaciones de su disco de debut «Exofase» en varias salas madrileñas y pasar por festivales como el FIB o VdeValarés, la banda está tan engrasada que cada nuevo asalto al escenario sube varios peldaños con respecto al anterior. Además, no es que nunca hayan dado dos conciertos iguales. Es que nunca han tocado la misma canción igual. En cada actuación, la banda liderada por Luis Sansó apabulla con su capacidad para la experimentación y el juego, sorprendiendo con nuevos giros, tonalidades, cambios de ritmo, puentes y enlaces entre canción y canción. Están moldeando una dinámica perfecta para su psicodelia modular y en Clamores su set fue una auténtica exhibición de talento, ambición y audacia, en la que sus nuevos temas de onda «Macdemarquera» (dos de ellos acaban de ser grabados en Estudios Brazil para su próxima publicación) empaparon de luminosidad el repertorio ya conocido, más rockero y lisérgico. Sobresaliente apertura para los Flamingods.
Tras los 40 minutos de pop expansivo de Solo Astra, Flamingods se guardaron los móviles (grabaron un par de temas de sus teloneros entre muecas de aprobación) y tomaron el escenario para seguir con la fiesta. La ligera decepción de ver menos músicos (son siete pero vinieron cuatro) e instrumentos de lo esperado quedó vaporizada inmediatamente, en cuanto comenzaron a sumergirnos en su universo particular con ganas, con arrojo y un tremendo poder hipnótico catalizado por su cantante Kamal Rasool, que transmite mucha, mucha verdad con su interpretación, sintiendo cada nota como si no hubiese nada a su alrededor, sumido en un trance, en una burbuja de musicalidad fascinante. Las canciones de su último trabajo «Majesty» nos llevaron de la manita a un paisaje de sonoridades orientales y mensajes de fraternidad que acabó con Rasool bajándose a la pista para montar un ritual de baile colectivo divertidísimo, que puso un broche perfecto de sudor a la cita.