Género: Pop-Rock
Sello: Warner
8 / 10
La legendaria banda madrileña publica su décimo cuarto elepé de estudio, un homenaje a los artistas anglosajones que les han servido de alimento, guía e inspiración, a lo largo de siete lustros de fructífera y exitosa carrera, en la que han dejado un buen número de clásicos para la posteridad, como banda sonora del inconsciente colectivo. Es hora de devolver lo prestado.
Artistas como Tom Petty, Jackson Browne, Gram Parsons… siempre han estado esculpidos a fuego en el sonido del combo que hoy nos ocupa. Durante los últimos treinta y cinco años, Los Secretos han ocupado en lugar preferente en el pop español, dejando más de veinte obras para la posteridad (entre discos de estudio, directos y álbumes de homenaje) y qué duda cabe: Álvaro Urquijo, Ramón Arroyo, Jesús Redondo, Juanjo Ramos y compañía… son un valor seguro de nuestra música.
Superando vicisitudes, crisis creativas (como la sufrieron a mitad de los ochenta, tras sus dos primeros discos ‘adolescentes’) y las duras adversidades que se encontraron en el camino (como las trágicas muertes de Enrique Urquijo, y su primer batería Canito) fueron labrándose un camino de baldosas amarillas dentro del pop-español, a través melancólicas canciones de amores perdidos e ilusiones fracturadas. Pero estamos en 2015 y ya está todo inventado en el mundo del rock & roll. El sueño de eterna juventud tuvo un agridulce despertar. A veces me los imagino entonando ese viejo aforismo de “No enciendas la luz” (para no recordar todo lo sufrido). Tras su anterior elepé de estudio, el estupendo “En este mundo raro” y su posterior plasmación (junto a los clásicos de la banda) en el concierto “Sinfónico” del Palacio Real, nuestros protagonistas se embarcaron en el más difícil todavía: homenajear a sus héroes musicales, versionando sus canciones favoritas, traducidas al castellano.
Ardua (y hasta cierto punto) ingrata tarea, por todos los permisos que han tenido que gestionar. Enredados en la burocracia del show-bussiness llegaron a manejar hasta 200 tonadas posibles, pero por unas causas o por otras, al final se quedaron las que aquí podemos escuchar. Hubo motivos de toda índole, desde los estrictamente musicales (la voz de Álvaro no empastaba bien con el original), los tonos de algunos estribillos eran demasiado altos y se hacía difícil adaptarlos, hasta las pedestres razones de denegación de permisos (para versionear en castellano las canciones) de los propios autores de las mismas. Con las editoriales hubo que batallar largo y tendido. Con la industria musical hemos topado, amigo Sancho, como diría un clásico. La legislación (en este y otros muchos campos) ha ido cambiando para evitar los abusos y ahora nos encontramos en ese punto, que los artistas no pueden versionar con entera libertad los clásicos que les venga en gana. Vivimos tiempos de regresión. Supongo que el reggaetón y sus letras procaces han hecho mucho daño en ese sentido, y quiero pensar que grandes figuras internacionales no quieren ver sus composiciones arrastradas por el fango. Por eso deniegan permisos por norma; de otra forma no cabría entenderlo ni tendría el menor sentido que la industria musical se haga el harakiri de una forma tan grosera, más teniendo en cuenta el pastizal que generan los derechos de autor.
Ahora es momento de echar la vista atrás y devolver parte de lo prestado, musicalmente hablando. La apuesta no les ha podido salir más gratificante y exitosa, porque parece un disco propio de los Secretos. Aunque la mayoría de canciones aquí expuestas son muy conocidas, el grupo las ha hecho suyas, y algunas son difíciles de identificar. Si un marciano aterrizase por estas latitudes sin haber escuchado antes nada de música anglosajona, seguro que diría: ¡qué pasada las canciones del último disco de Los Secretos!. Destacar también la magnífica producción del maestro Carlos Narea (Miguel Ríos, Leño, Rosendo, Antonio Vega, Luz Casal, Topo y un largo etcétera) en los controles, que hace brillar al combo como nunca, repitiendo la estupenda labor ya realizada con nuestros protagonistas en su anterior álbum “En este mundo raro”.
Desde la primera perla del disco “Entre tú y yo” (“Between you and me”- Graham Parker, hasta la penúltima “Esperando” (“Waiting for a girl like you” de los míticos Foreigner), esta colección es una pura delicia. Maravillosas son las versiones de “Ponte en la Fila” (“Get in line”-Ron Sexmith) que pareciera escrita para el mismísimo Tom Petty, “Cuando todo iba bien” (el “Hickory Wind” de The Byrds) todo un clásico que ha brillado en voces tan acrisoladas como las de Emmylou Harris o Keith Richards, o la diamantina “Calle compasión” (“Mercy Street” de Peter Gabriel”); aquí el material expuesto es de verdadera liga de campeones incluyendo “Esta ciudad” (“Hackensack”-Fountains of Wayne), “Sin tu amor” (“Without Love”-Nick Lowe) hasta llegar a la pieza que da título “Algo Prestado” (“Call it a loan”-Jackson Browne), soleado rock californiano para broncear nuestras neuronas, antes de irnos a la playa. Así hasta llegar a “Échame a mí la culpa” (cuyos primeros acordes recuerdan tanto a “Por la calle del olvido”), asoman Chavela Vargas y Lila Downs en el horizonte (aunque aquí no haya ningún tema suyo) al arribar a la última gema del collar, “Canción mixteca”, una gema acústica (un blues-folklórico-sentimental de José López Alavez, que interpretara Ry Cooder junto a Harry Dean Stanton en la banda sonora de “Paris, Texas” de Wim Wenders) inequívoco sabor a ranchera para endulzar la pérdida de Enrique Urquijo, un vacío enorme en el corazón, siempre en nuestro recuerdo. Una vez más, Los Secretos dan en el clavo y nos erizan la piel.