Sello: Rock Estatal Records
8,5 / 10
El inefable y polifacético artista madrileño presenta su tercer disco en solitario (el segundo en estudio) tras dejar su impronta a lo largo de dos décadas en combos tan interesantes e inclasificables como Huevos Canos, King Putreak & The Vientre, y ejercer entre tanto de periodista, biógrafo de grandes iconos del rock español (Leño, Reincidentes, Rosendo, Siniestro Total, Los Enemigos, Boikot…) y presentador en diversos proyectos culturales de inquieta alquimia.
Tras su genial debut “Carta Blanca”, y el posterior recopilatorio “De calle y beso (la boca me sabe a sangre)”, donde recolectaba grandes perlas de su cosecha, Kike Suárez vuelve a las andadas dejándose en el camino jirones de piel, apurando la vida a borbotones. El cielo abierto y las venas de la creación (con mayúsculas) rajadas en canal, respirando a pleno pulmón, agitando conciencias como Ulises en su particular odisea. Una poética e inteligente forma de protestar, levantar las alas para dejar atrás el gris marasmo de la mediocridad reinante. Cronista a quemarropa de los bajos fondos, en este verde sueño frondoso, a medio camino de Tom Waits y Leonard Cohen que trae entre manos, regala otro manojo de estupendas gemas, alumbradas “En el jardín del Edén”. Canción popular melodramática y rock de autor se dan cita en una obra tan personal e intransferible como su propio creador.
Con los pies en el suelo (barrionalista castizo y orgulloso), el corazón cabalgando desbocado y el librepensamiento más insobornable siempre por bandera (y un hueco para Hortaleza en sus diatribas: “Las curvas de mi barrio”) el recuerdo emocionado de las lindas minas que pasaron por su vida va calando los surcos, como un rayo fugaz atravesando la “Farándula existencial”. El ruido y la furia, el escombro y el anhelo se dan besos de tornillo en canciones diamantinas como “Vis a vis”, “Ángeles” o la tonada que abre el plástico, “Los meses de erre”. Siempre cantando a las causas perdidas, la “Cenicienta dijo basta” y tomó el áspero (pero gratificante) camino de la emancipación, mientras Kike Suárez cocinaba a fuego lento su particular bálsamo de fierabrás contra los desengaños, para dejar atrás el malditismo en la ruta de los descarriados. Lo suyo es una carrera de fondo, sin miedo a desfallecer, inasequible al desaliento. Un trashumante cabaret para paladear en las distancias cortas. Ante tal apuesta suicida, con ese órdago vital, solo queda quitarse el sombrero y disfrutar del espectáculo: Chapeau !!.