Crítica – CIRILO «Presiento»

por

PresientoGénero: Rock

Sello: Autoeditado

7,5 / 10

Con su tercer elepé bajo el brazo, producido por el prestigioso Nigel Walker, este músico levantino se siente como un chaval con zapatos nuevos, que apunta alto en la difícil escena del underground actual, dibujando sólidas canciones y resonancias ya vistas con anterioridad en el pop español.

Cirilo se perfilaba como un nuevo Calamaro en su álbum de debut, hace ya un lustro, y tras mucho patear las tablas y recorrer las diversas sonoridades permitidas en estos grises tiempos de abulia, nace un nuevo proyecto. En el bagaje, diversos viajes por el mundo anglosajón; después de topar en su camino con otro enamorado de esas latitudes sonoras, el afamado productor Nigel Walker (La Oreja de Van Gogh, El Canto del Loco, Pereza, Zodiacs, etc) nuestro protagoniza cierra el círculo de su propia “R-evolución”, mostrando un tercer trabajo muy sólido, con pinceladas del pop-rock que se viene haciendo por aquí desde tiempos inmemoriales, de Duncan Dhu a Jaime Urrutia, de Mikel Erentxun al inefable Bunbury, maestro para toda una generación de solistas que asomaron al mundo tras los gloriosos y heroicos años ochenta.

Al final, descontada la pose, el vestuario y los efectos personales, un artista son sus canciones y CIRILO viene con un buen equipaje en la maleta, desde la mencionada “Revolución” a “Creer en ti”, un medio tiempo electro-acústico que bien podría firmar el autor del “Pequeño Cabaret Ambulante”. Una sincera “Apuesta” por el rock’n’roll, donde “Te busqué” entre los surcos, cinco minutos que pudieron más que quince años de estéril educación, tras dejar claro las influencias que le trajeron hasta aquí, como en ese homenaje: “Nunca perdí el control” que se marca con su admirado David Bowie y la mítica “The man who sold the Word”, castellanizada para la ocasión con buena pluma e inspirada armonía.

Y es que todo “Pasa todo tan deprisa” y este mundo es tan vacuo, que nunca se sabe donde saltará la liebre. Con un buen puñado de balas en la recámara, Cirilo trata de cazar al vuelo, antes de ponerse el mundo por montera y lanzarse a tumba abierta con ese blues atmosférico que da título al álbum, donde rinde su particular tributo a los grandes iconos que le sacudieron en su juventud. Lamparones de la ruta 66: de Steve Ray Vaughan a ZZ Top, con destino final en ese dulce parnaso progresivo, “Kashmir”, de aromas orientales que Led Zeppelin elevaron a la categoría celestial, que lo mismo vale para un roto que para un descosido.

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