Óxido, sal y mar (Crónica del concierto de TULSA en la sala El Sol (12-2-15)

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TulsaEl espíritu de Tulsa es una cosa vieja, áspera y certera, por eso cuando escuchas cualquiera de sus temas, te dejas envolver fácilmente por una sensación de eternidad natural, algo que te recuerda lo irremediablemente melancólico del mar, y a lo duraderas que se vuelven las cosas con el óxido del desierto y de los paisajes áridos de su sonido más «extranjero». La sal adereza todo lo demás abriendo y cerrando las heridas de Miren Iza.

Sin embargo, el tiempo que ha pasado entre sus creaciones desde «Sólo me has rozado», ha pulido el ser de la banda con todos esos elementos, como si fuera «el peine de los vientos» de Chillida, ahí, mirando al mar, esperando que pase el tiempo, sin inmutarse, contundente, atractivo y retorcido, y sobre todo, oxidado.
Por eso «La calma chicha» es tan buena noticia dentro de nuestro panorama estatal, algo falto de sonidos orgánicos; en el Tulsa2sentido de que muchas veces a un buen sonido o una buena propuesta, no se les da una identidad. Y el hilo que necesita esa creación y un público con ganas de celebrar, o lo que les identifique entre sí, nunca llega a ser.
Tulsa se ha dejado rozar por sintetizadores haciéndose más fuertes y ahondando más en su sonido. Miren parece que canta más grave y áspera, la batería marca unos ritmos más contundentes y capitales, en perfecto amor con los teclados y los nuevos loops; y el matrimonio acústico de Miren con su sonido guía, no sólo no se diluye o mezcla con lo eléctrico, sino que sobresale victorioso.
La velada, organizada por SON Estrella Galicia, la abrió el ahora barbudo Alfredo Niharra con temas suyos en inglés sólo con su guitarra, sobrado también para calentarnos y prepararnos para lo que venía; cerró su set de 5 canciones con una versión de «Love» de John Lennon muy tierna, «de sus tiempos hippies».
Salieron los de Hondarribia acompañados por Martí Perarnau para la formación actual, como pez en el agua en los teclados y el moog. Comenzó la noche con «Ay» (Llevo años escribiendo la misma canción), perfecto para enfatizar la idea sobre el sonido y la lírica intrínseca de Miren. Siguió «En tu corazón solo hay sitio en los suburbios» que ya nos sitúa en un panorama industrial de martilleo ascendente para enseñarnos los nuevos dientes. Empezaron a sonar los acordes de «Algo ha cambiado para siempre» y nos dimos cuenta de que la canción se había hecho mayor, quizá también para Miren, que no la reconoció en Tulsa3un par de líneas… más lenta y acústica, pero igual de reveladora en que la música de Tulsa se oxida a mejor. Después sonaron los tres temas de «Ignonauta», «El baile», en la que volvió al escenario Niharra sigilosamente, para ponerle flores con la guitarra a los lamentos de los coros, les quedó imponente. «Bórrame del mapa» y «Verano Averno» un gran clásico de la banda ya con su «…abril parece hostil al olor de tu verano.» Siguió la calma chicha con «Leña» que recuerda a los últimos Radiohead y a la etapa de Miren en Brooklyn. «Oda al amor efímero» también nos arropó como lo han hecho los mejores temas pop de nuestra música independiente reciente, en un instante, con los sintetizadores tímidos y delicados, ya es otro clásico, y ellos lo saben, la quieren y la tratan con cariño.
Aquí presentaron al más barbudo aún Charlie Bautista, niño prodigio de nuestra escena, y también mimado por Tulsa. «Gente común» hace más presente la nueva pulsión del grupo, el ruido del río nos acelera y nos golpea tras el momento romántico anterior, pero volvemos a menearnos lentamente con la balada «Los amantes del puente» que nos traslada al primer largo de la banda. «Bosque» nos vuelve a lanzar al frío oscuro de los paisajes cantábricos invernales, pero sin el contrapunto de McEnroe para contrastar la voz de Miren. Cerraron el set principal con «Los ilusos», otro tema cándido y romántico que le queda que ni pintado al nuevo aire de Tulsa. Se fueron retirando mientras Martí jugaba con el moog para alargar el hipnótico final de la canción.
Volvió Miren para versionar «Into my arms» de Nick Cave, sola con su guitarra y su voz. «Aniversario de bodas» también se desertificó un poco con Niharra y Bautista acompañando a Miren, y la banda fue entrando poco a poco para terminar. Llegó «Matxixako» como piedra angular de la noche, ya terminando, con su sonido original casi intacto, simple y triste como es, victoriosa y eterna, con todo su óxido, su sal y su mar, todo Tulsa, con los tres «nuevos» haciendo los coros en los teclados de Martí. Cerraron con «Tus flores» (Charlie eta Miren), los dos solos, como estaba escrito en el setlist, una tromba de batería y de furia vocal final para terminar una noche preciosa, para irte a casa pensando en lo valioso que es tener identidad y en hacer buena música desde las entrañas de lo natural.

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