La banda de Julio Castejón, tras dos sonadas resurrecciones en época reciente, vuelve (completamente renovada) a la carga con su undécimo elepé de estudio, un plástico muy personal y por momentos amargo, que sin embargo arranca a doscientos por hora con ese temazo: “Secuencia para un gran momento”, digno de la mejor cosecha del grupo.
Para los veteranos del lugar, Asfalto no necesitan presentación a estas alturas. Leyenda donde las haya del rock urbano, del pop ilustrado y de los ecos sinfónicos-progresivos que alimentaron nuestra infancia, son emblema de la música que se hizo en un periodo histórico cercano (pero a la vez bastante lejano para muchos jóvenes de hoy en día) durante la Transición a la supuesta democracia que ahora sufrimos y gozamos. Pero han pasado demasiados años y el tiempo es un poderoso oxidante. Mucho tiempo ya desde aquellas míticas canciones: “Días de escuela”, “Ser urbano”, “Rocinante” o “la isla del amor”… (por citar solo unas pocas) que fueron la banda sonora de aquellos años convulsos pero esperanzados en alumbrar una nueva sociedad, que diera al trate con nuestra trágica historia, tan cainita por otra parte.
ASFALTO disfrutaron de una década gloriosa desde finales de los años setenta hasta mediados de los ochenta, alumbrando obras tan imprescindibles para el rock en castellano como el seminal y homónimo álbum “Asfalto” de 1978, un año donde por cierto se alumbró una Constitución que ahora hace agua por los cuatro costados. Tras aquella pieza maestra vendrían los estupendos y “Al otro lado”(78) y “Ahora”(79), más el soberbio doble elepé “Déjalo así”(81), que paradójicamente no obtuvo toda la resonancia deseada en su momento (reverenciado luego por los fans como obra de culto), y la insuperable trilogía formada por “Más que una intención”(83), “Cronophobia”(84) y “Corredor de fondo”(86). Tras un primer parón y algún que otro error estratégico como el recopilatorio “Asfalto 72-87. Quince años de música” donde con muy poca inspiración revisitaban sus clásicos, en nuevas grabaciones que no estaban a la altura de tan magnas composiciones, la banda original (Julio Castejón, José Luis Jiménez, Lele Laina y Enrique Cajide) se volvía a reunir, editando otros dos magníficos elepés a principios de los noventa: el estupendo “Solo por dinero”(90), y el magistral “El planeta de los locos”(94). Un epílogo momentáneo con canciones como diamantes: “Espera en el cielo”, “Quijote eléctrico”, “Molinos de viento”, “Ángel o diablo”, “El palacio del terror”… nunca suficientemente valoradas y que deberían figurar en los anales (y en todas las enciclopedias), sin duda uno de los mejores trabajos discográficos realizados en lengua castellana.
Quizás ahí debieron echar el cierre. Poner rumbo a las estrellas y cimentar la leyenda. La historia había sido cruel con ellos, a mediados de los noventa se encontraron con que el gusto del personal había cambiado (el grunge y los sonidos alternativos estaban en plena efervescencia) y ellos ya eran un combo para nostálgicos del grand-rock, lo que unido a la crisis económica que azotaba el país, imposibilitó grandes aforos y aventuras posteriores. ASFALTO casi siempre se movieron en terreno de nadie, demasiado rockeros y comprometidos socialmente para el público popero y demasiado blandos o preciosistas para los más heavies del barrio. Y eso al final, les pasó factura.
Julio Castejón, convencido de la imposibilidad de seguir adelante con Asfalto y sin poder cerrar giras en loor de multitudes, decide lanzarse en solitario y alumbrar dos inspirados discos “¿Hay alguien ahí?”(00) y “El corazón de la manzana”(04) que pasaron desapercibidos, excepto para los más fans del lugar, y para los buscadores de tesoros en las profundidades, veteranos amantes de la buena música en general. Pasados tres lustros (desde aquel imprescindible “El Planeta de los Locos”) vendría la primera resurrección del grupo (que no sentó demasiado bien a los más puristas), con nuevos componentes y músicos tan solventes como Raúl Santana a la guitarra y segundas voces o Carlos Parra a los teclados. Otro capítulo más “Utopía”(08) repleto de canciones maravillosas y un directo posterior “Al fin vivos”(09) para poner la guinda final.
Ahora tenemos entre manos, la segunda resurrección del grupo. Con sangre joven y savia nueva, como no podía ser menos. Unos ASFALTO poco reconocibles con Paul Castejón (vástago de nuestro héroe) en las labores de producción y también llevando la batuta en lo que arreglos se refiere, más la participación de Arturo García a la batería, José Agustín Guereñu ‘Gere’ al bajo y Nacho de Lucas a los teclados. Es decir, la plantilla renovada al completo, excepto claro está, el alma máter y progenitor, Julio Castejón. Y claro, a un servidor, que es escriba independiente y librepensador, le entran las dudas: ¿estamos ante un disco en solitario de Julio Castejón que ha sido publicado bajo la etiqueta y paraguas de la banda madre, o esto es otra cosa?. Dilema que se agrava cuando sabemos que el último disco en solitario de nuestro protagonista “Vía cortada al paraíso”(12) iba a ser inicialmente un disco de Asfalto y que decidió editarlo con su nombre ante la falta de ilusión y compromiso que observaba en el resto de la banda, los mencionados músicos de “Utopía” que no venían demasiado futuro ante la falta de expectativas, de conciertos y promoción en los medios. El que desee refrescar ideas puede hacerlo releyendo la hermosa crítica que hicimos en esta web: https://www.hereunidoalabanda.com/2012/02/08/critica-julio-castejon-via-cortada-al-paraiso/
Pero vayamos al grano del asunto, al fondo de lo que tenemos entre manos, un plástico que homenajea el valor de las cosas intangibles (la libertad, la amistad, la belleza, la solidaridad…) con un enunciado explícito: “El color de lo invisible”. Tras este título se esconden once canciones de factura desigual. A la altura de los viejos tiempos, el tema de arranque “Secuencia para un gran momento” que bien podría haber figurado en aquella trilogía mágica de mediados de los ochenta. A continuación “Es hora de vivir”, toda una declaración de intenciones, seguida de “Primero de febrero”, otro tema muy resultón que nos recuerda a los ASFALTO de “Al otro lado”.
Empiezan las curvas y asoman las reflexiones: “Fallo del sistema”, cavilas cabales y versos sueltos, envueltos en una atmósfera musical muy especial, coros y capas de teclados de los que ya no se hacen en la actualidad (Chicago en el recuerdo) seguido de “La danza de los sin techo” en clave acústica, el drama en la piel de los desheredados y expulsados de la sociedad. “Te espero en tierra” continúa el trasiego de un elepé con mucha querencia por los sonidos progresivos. También por las melodías bien cuidadas y los trabajados arreglos. Algunas escalas de guitarra en este tema ya las vimos en “La huida” o “El emigrante”, del seminal elepé de 1978. Más acústica despojada en el siguiente corte “Hoy te quiero escribir”, con ciertos ecos de “Canción para un niño” que alumbrara allá por 1980. El talento permanece y la capacidad para escribir estupendas composiciones. Otra cosa diferente es que estas canciones sean hit-single de rabioso impacto, más en una época donde la industria musical está devastada y el ROCK con mayúsculas ya no suena en las radio-formulas.
En el tramo final, “Lleno de rabia” (cantada por Arturo García), en unos tonos cavernosos de voz que recuerdan bastante al gran Tino Casal, y la atmosférica balada, devenida luego en medio tiempo, “Deslealtad”, marcan el sendero para el grand-finale: “Lienzo pintado de amor” y “Nunca dejes de luchar”. Invitación a seguir adelante. Siempre hay motivo para renacer. Podemos (y debemos) prosperar y cambiar el estado de las cosas. Reinventar el destino. Al menos, intentarlo. El sol sale para todos.
Que duda cabe de que Julio Castejón ha escrito muchas de las mejores canciones que se han firmado en la lengua de Cervantes, y el que albergue alguna duda al respecto puede volver a escuchar temas como “Nada”, “Mujer de plástico”, “La otra María”, “Generación perdida”, “Joven ruso”, “El viejo” o aquel diamante lejano “Decepción” (todo un compendio de filosofía radiante: ‘Juegas a ser distinto y siempre acabas mal, solo en tu cama entre el miedo y la verdad. Juegas a ser distinto, y no digo que no lo seas, solo que ser diferente es solo ser de otra manera. Aquí has nacido en serie y morirás en la cadena… qué pena ser tanto y ser tan poco a la vez’). Amén. “Sientes en tu corazón la decepción y tu alma queda en un rincón, mientras todo pasa y nada cambiará, siempre igual, así”, palabras proféticas que tienen continuación en este álbum en un tema como “Deslealtad”. Los años pasaron pero la magia no se evaporó. Tampoco el buen gusto por la música. Es muy de agradecer, más en los tiempos que corren.