TOM JONES, el hombre que siempre reinará (crónica del concierto en Madrid, 1 julio)

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Tiene 74 años, luce pelo, barba y bigotes blancos como la nieve y, sí, impacta un poco porque rompe con una imagen que todos creíamos que el galés luciría hasta el fin de los tiempos, pero ese pedazo de hombretón galés puede seguir cantando todo lo que quiera si mantiene este estado de forma vocal. Uno puede imaginarse cómo sonarán esos rugidos en directo, pero es difícil describir cómo llegan a emocionar y hacer vibrar la caja torácica. Qué sorpresón nos llevamos ayer en el Palacio de Deportes, amigos.

La verdad es que apenas se mueve ya en el escenario. Fue precisamente en “Sex Bomb”, uno de sus últimos grandes hits, cuando se vio que ya no puede ser el bailarín que solía ser. Ralentizada por su orquesta para facilitar una interpretación lenta, de crooner más que de estrella de discoteca, la canción no fue como todos la recordamos… pero sonó fantástica. La voz de Jones sigue siendo un torrencial flujo de seducción que no paró de provocar la ovación en el público.

No hubo lleno ni mucho menos (lo contrario hubiera sido de lo más sorprendente), y es que probablemente no haya tanta gente que sepa lo extraordinarios que son los conciertos de Jones. Interpretó algunos temas de sus últimos dos discos, pero brillaron especialmente algunas de sus últimas apuestas como “Tomorrow Night”, una preciosa balada con guitarras hawaianas de puro escalofrío que incluirá en su próximo disco, y las versiones. ¡Qué versiones! “Burning hell” (de John Lee Hooker) y “Mama told not to come” (de The Animals) abrieron la velada provocando una rebelión en la pista: había asientos pero muchos se levantaron para grabar de cerca el tremendo pistoletazo de salida.

Con “Sex Bomb”, el tercer corte, una pareja se levantó y se puso a bailar swing llamando la atención de todo el Palacio, que giró sus móviles hacia ellos. “Raise the Ruckus” fue casi una ceremonia gospel con Jones dando palmas junto a sus fans, a los que ya les costaba mucho no levantarse en masa para bailar con “Didn’t It Rain”, en la que la banda de Jones maravilló con su técnica. La ristra de versiones de oro continuó con “Bas as me” de Tom Waits, sobrenatural, y el clásico de Howlin’ Wolf “Evil”, que fue un verdadero regalo de otro tiempo para nuestros oídos.

“Delilah”, a coro todo el recinto, y por supuesto “It’s not inusual” recordando a Carlton Banks, más otra versión, nada menos que “You can leave your hat on” de Randy Newman, acercaron un final bordado con “Strange Things”. Jones solvente y sólido como el hormigón, demostró tener un talento y un carisma sólo al alcance de los mejores, los inmortales, los que siempre tendrán un sitio en el olimpo de la música.

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