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Entrevista con RICHARD BONA: «Soy el mejor bajista del mundo»

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BONA«¿El mejor bajista de África? ¡No! ¿Te estás quedando conmigo? ¡Soy el mejor bajista del mundo! ¡El número uno!». Así, sin el menor atisbo de falsa modestia -ni de control del ego, se diría-, se define a sí mismo el cantante, compositor y multiinstrumentista camerunés Richard Bona. Un personaje de charla jugosa, energizante y destructora de prejuicios, un showman que el año pasado puso patas arriba el festival madrileño Cultura Inquieta, por el que pasaron 35.000 personas que también disfrutaron de otros artistazos como Juan Perro, Robert Cray, Bill Evans o Lou Donaldson, y que ahora regresa al mismo festival, el 10 de mayo.

Ni siquiera el nombre del ínclito Victor Wooten le hace recular. «¿Wooten? Yo soy mejor -continúa embravecido-. Yo puedo tocar lo que él toca, pero… ¿puede él tocar lo que yo toco? Lo dudo mucho, ¡ja, ja, ja! No, en serio, estaba bromeando. Sólo somos bajistas, no estamos en un western, ¡ja, ja!».
Bona lleva dos décadas en lo más alto del panorama jazz internacional, logrando el éxito y la fama, colaborando con artistas de todo pelaje pero manteniendo la identidad africana en cada nota que toca con su bajo, un instrumento que aborreció durante su juventud. Hasta que escuchó al nigromante de las cuatro cuerdas, Jaco Pastorius. «Yo tocaba el órgano y la percusión, y además, en las ciudades africanas a todos los jóvenes nos gustaba la guitarra, el bajo estaba denostado, todos lo odiábamos. Pero entonces llegó a mis manos un disco de Pastorius y me voló la cabeza. Pensaba, ¡wow! ¿esto se puede hacer con un bajo? Entonces quiero tocarlo. Cambió mi vida», relata Bona.

Éxodo
 Cuando cumplió los 22, el joven Richard decidió emigrar a Europa y se estableció en París, donde pronto hizo contactos que le llevaron a tocar en el escenario con Didier Lockwood, Marc Fosset y André Ceccarelli, entre otros, y en el estudio con Manu Dibango, Salif Keita y Joe Zawinul. Éste último fue quien, a la postre, se convertiría en su principal tutor durante su definitiva introducción a la primera división del jazz. Seis años después, en 1995, Bona cruzó el charco para probar suerte en Nueva York, y allí se reencontró con Zawinul, que le consiguió trabajo. Todo en RichardBona-03-bigmenos de dos semanas. Un tiempo récord para cumplir el sueño americano. «Es que siempre he sido un súperhombre», bromea el multiinstrumentista. «Y todos, absolutamente todos mis sueños se cumplen. Cuando me marché a Nueva York, a mi familia le dije que volvería en un par de meses, pero sabía que estaba mintiendo, sabía que llegaría a conseguir algo grande. Estuve un larga temporada indocumentado, sin papeles, ni dinero, se me acababa el visado y aunque la gente me contrataba necesitaba el golpe de suerte definitivo. Mi filosofía siempre ha sido amar la música bajo cualquier circunstancia, dedicarme a ella sin importar lo que pase, y al final recibí mi recompensa. El éxito se culminó cuando Harry Belafonte me eligió como director musical de su gira europea de 1998. Al final me quedé a vivir en Nueva York, y ahora soy un ciudadano americano de pleno derecho, ¡jajaja!».
 Desde entonces ha publicado nueve discos, y ha colaborado con una interminable lista de luminarias de la música como Pat Metheny, Michael Brecker, Paul Simon, Chaka Khan, Tito Puente, Eddie Palmieri, Chucho Valdès, Mike Stern, Larry Coryell, Steve Gadd, Joni Mitchell, Harry Connick Jr., Herbie Hancock, Billy Cobham, Queen Latifah, Jacky Terrasson, Bobby McFerrin, Chick Corea… «Con todos me comporto de igual manera en el momento de tocar», asegura Bona. «Lo importante es dejar entrever tu origen, pero de un modo que permita crear una armonía que disipe las diferencias de raza, lengua, entia… En África comemos con las manos, en Asia con palillos, y en Europa con cuchillo y tenedor. Con la música es igual. Podemos montar un buen festín, comiendo cada uno a su manera». Le preguntamos si todavía le queda alguien especial con quien tocar, y nos dice que sí, que le queda alguien. «Tomatito, el guitarrista más alucinante de la actualidad», contesta. Nada menos que el inseparable socio de Camarón, le respondemos, creando sin querer una cómica confusión lingüística. «No, no es de Camerún, es español», dice Bona. Tras deshacer el entuerto entre risas, el bajista nos cuenta que se le ha puesto entre ceja y ceja «hacer algo» con él antes de que acabe, así que habrá que permanecer atentos.

Paco de Lucía también se equivocaba
Su último trabajo, de reciente publicación, lleva por título «Bonafied» y es un alegato en pro de la artesanía musical. «Se trata del disco más acústico que he grabado jamás», explica el autor. «Antes quería hacer un álbum de estilo cubano, pero cambié de opinión. La música está tomando una dirección muy rara actualmente. Cada vez que escucho la radio, ¡oh, Dios! Todo es tan electrónico… Y toda esa música electrónica, cuando la llevan al directo, se muestra como una gran mentira. En esos conciertos, la gran mayoría de las veces suena playback y pregrabados. Llegó un momento en que me dije: ¿Qué demonios está pasando? ¿La gente ya no toca en directo o qué? Así que decidí hacer lo opuesto a las tendencias y las modas actuales, un disco acústico, real y humano. ¿Cómo se hace eso? Cogiendo una guitarra y componiendo una canción, y luego otra, y otra… que es como se ha hecho toda la vida. No montando archivos en un ordenador, no evitando los errores. Yo también soy profesor de música, y siempre les digo a mis alumnos que no tengan miedo de los errores. Les digo que no deben esperar que las cosas sean fáciles, que tengan paciencia, que si tocan su instrumento y no suena como quieren, sigan probando hasta conseguirlo. Les digo que Paco de Lucía también se equivocaba, pero insistía hasta que sonaba bien».

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