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Crítica – EXTREMODURO «Para todos los públicos»

por

Extremoduro---Para-todos-los-publicosGénero: Rock
Sello: DRO/ Warner
9/10

La banda capitaneada por Robe Iniesta e Iñaki “Uoho” Antón, publican su undécimo elepé de estudio, un disco bastante melódico y sorpresivo, con un sonido muy cuidado, giros distintos a los acostumbrados y orquestaciones diversas que vienen a refrescar la exitosa carrera del grupo rockero que más ha calado entre los aficionados a otros géneros dentro de la música moderna hecha en nuestro país.

Roberto Iniesta, mesías carismático del Rock Transgresivo resucita una vez más para satisfacción de sus numerosos fieles, lanzando a quemarropa una ‘bomba atómica’ para todos los públicos. Y es que en su numerosa parroquia se congregan desde el curtido rockero de toda la vida (con su larga melena) hasta muchos seguidores de la canción de autor más comprometida, hip-hoperos sin complejos, pijos de variado pelaje, indies despistados e incluso poligoneros de orgía rave cada fin de semana. De ahí, lo acertado del título de un disco que muestra al combo en plena madurez creativa, reposados, una vez pasada la fiebre del rock’n’roll a quemarropa. Si a lo largo de su carrera, Extremoduro ha dejado verdaderas obras maestras y firmado discos imprescindibles del ROCK más insobornable en castellano como aquel seminal “Rock Transgresivo”(89), “Deltoya”(92), “Agila”(96), “Canciones prohibidas”(98) o “Yo, minoría absoluta”(02), por citar unos pocos de sus capítulos más significativos, y dejado algún altibajo como el reciente “Material defectuoso”, ahora vuelven con la fuerza de un toro saliendo del corral, en medio de la “Locura transitoria” adornada por un mar de cuerdas, mostrando incluso pinceladas flamencas en ese “Poema sobrecogido” que recuerda al mejor Enrique Morente de “Omega”, aquel álbum irrepetible de fusión sideral que dejó para la posteridad junto a los granadinos Lagartija Nick.

Hay espacio para el rock’n’roll más visceral: “Que borde era mi valle” y también para la reflexión: “Entre interiores”. ‘La vereda de la puerta de atrás’, por donde se cuela la cruda realidad que estropea los telediarios: “muere a todas horas gente dentro de mi televisor, quiero escuchar una canción que no hable de sandeces…” se llama en este disco “Mama”. Al final, regreso al hogar donde se haga “Mi voluntad”. Ya se sabe, “El camino de las utopías” está empedrado del sueño de la razón que produce monstruos: “No me gustan los maderos, ni la gente con banderas, ni la Virgen María…” se reafirma una vez más este portavoz de los desheredados, lanzando su “Pequeño rocanrol endémico” como ruido de fondo.

Siempre he pensado que hay más veracidad en aquellos versos: “Soy Evaristo, el rey de la baraja, vivo entre rejas, antes era chapista, los mercaderes ocuparon mi templo y me aplicaron ley antiterrorista…” de ‘Jesucristo García’ que en el noventa por ciento de los discursos de los políticos que nos ha tocado sufrir en este desdichado país. “¿Cuánto más necesito para ser dios?, ¿Cuánto más necesito para ser yo?”, cantaba como un naufrago desesperado al principio de todo. Ahora, situados en un pedestal por derecho propio y llegada la madurez, Extremoduro continúan por la senda de la ‘Ley Innnata’, haciendo lo que les da la gana, sobre todo, buena música, reinventándose a si mismos a través de novedosas melodías, cuidando el sonido y puliendo los arreglos para facturar uno de los plásticos más interesantes de la temporada. Bravo por ellos.

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