M-CLAN, ni sold out ni éxtasis total (Crónica del concierto en La Riviera, 29 diciembre)

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M-CLAN cierran el año al calor de su bien ganado y amado público, poniendo punto y seguido al “Arenas Movedizas Tour” que pasó por la madrileña sala “La Riviera” en loor de multitudes, si bien no alcanzaron el ‘Sold Out’ ni el éxtasis total. El dúo formado por Carlos Tarque y Ricardo Ruipérez hace mucho que son un clásico de nuestra escena; juegan en la liga de campeones rock-popera estatal. Perfectamente arropados por músicos tan solventes como Iván González ‘Chapo’ al bajo o Coki Giménez a la batería, más la participación estelar de Cristóbal López ‘Prisco’ como contramaestre en las seis cuerdas, presentan un espectáculo palmario y directo, valga la redundancia.

Cierran con este disco, “Arenas movedizas”, una estupenda trilogía que comenzó hace cuatro años con una catarsis personal y derivó en una lúcida mirada sobre el errático rumbo que tomaba el país en medio de la crisis, “Memorias de un espantapájaros”(08) y que continúo con mucho ritmo y blues en el estupendo “Para no ver el final”(10).

Con menos soul que en la gira anterior, sin sección de vientos ni teclados, en esta ocasión, presentan un libreto áspero y al grano. Desde las primeras tonadas: “Arenas movedizas”, “Rock’n’roll del Siglo XXI” y “Para no ver el final” todo fue coser y cantar en un concierto con pocas florituras y certeros riffs (al más puro estilo AC/DC) que dejó estupendos momentos como “Basta de blues”, “Escucha mi voz”, “Noche de aullidos”, diestro “Ritual”, haciendo algún guiño a su época más rockera: “Perdido en la ciudad” y otro a su vena más clásica y comercial: “Maggie May”(Rod Stewart), “Llamando a la Tierra” (Steve Miller Band), dejando otras perlas muy luminosas como “Para decirte adiós”, “Calle sin luz” (en el ecuador) o “Nadie se acordará de ti” y “Pasos de equilibrista” (en el tramo final), que junto con “Miedo” y “Quédate a dormir”, ya en los bises, nos arrancaron una amplia sonrisa. Sensación placentera en el cuerpo.

En el capítulo de notas negativas, cabe subrayar algunos vicios de rockstars que arrastran desde hace tiempo. Es una pena que Carlos Tarque no se tome más en serio algunos momentos del show. Su afición al histrionismo excesivo le juega malas pasadas, como cuando empieza ahogado algunas canciones o desafina por puro gusto, por vacilar a la peña. Lo tengo observado, en cuanto más exitosa es la pieza, más le gusta maltratarla en directo, como si odiara lo que le da de comer.

Parece que desprecia el éxito. Viéndole sus maneras y ademanes, da la sensación que le cuesta guardar el debido respeto al público ’40 Principales’ que normalmente acompaña al combo en sus descargas.

Ya pasó con “Carolina”, “Chilaba y cachimba”… y actualmente multiplica sus tics con “Las calles están ardiendo”, una de sus gemas más emblemáticas de los últimos tiempos, por mucho aderezo zeppeliano que le pongan en un interludio que está de más en una composición que si algo pide es una interpretación seria y enfática. De lo contrario, parece que se está cachondeando del mensaje, de la cruel realidad que transmite el sombrío retrato, fiel reflejo de los criminales tiempos que corren.

El otro reproche que se les puede hacer va en el repertorio: demasiadas gemas quedan el olvido: desde la citada “Chilaba y cachimba” a “La calma”, “Souvenir”, “El tren que nunca cogimos”, “Sopa fría”, “Antiheróe”, “La niebla”… Con media hora más de trasiego y menos pérdidas de tiempo (y tonterías) sobre las tablas, todo solucionado. Nos hubiéramos vuelta a casa con una sonrisa de oreja a oreja. En resumen, vimos un show muy potente pero nos fuimos con una sensación agridulce. Algo así como cuando Alves hace excesivo teatro y empaña el inigualable juego del Fútbol Club Barcelona.

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