RICHARD HAWLEY, cantautor y caballero – Crónica de su concierto en Joy Eslava

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No fue ninguna sorpresa que lo del domingo resultase tan plenamente satisfactorio, tan reconfortante, tan sanador. Cuando uno se planta delante de un portento de sensibilidad y talento como Richard Hawley, lo hace con un sello de garantía. No es por ello, ni mucho menos, una experiencia de derroteros previsibles. La montaña rusa de sensaciones que este viejo compañero de andanzas de Jarvis Cocker en Pulp dibuja para sus seguidores, es pura vida en directo.
El domingo, con una Joy Eslava rendida a sus pies, presentó su sexto disco en solitario, “Standing at the Sky’s Edge”, con un público más joven de lo habitual. Dada su condición de héroe del pop alternativo de los 90, muchos de sus seguidores han venido siendo de treintañeros para arriba. Pero la gran labor de los popularísimos muchachos de Arctic Monkeys -cuyo cantante es ahora una especie de mini-yo de Hawley- recomendando su atenta escucha a la numerosa hinchada adolescente que los sigue en todo el mundo, ha tenido un claro efecto en el descenso de la media de edad de sus audiencias.

Así, anoche comparecieron muchos recién llegados a la familia Hawley. Primero asistieron a la sesión telonera de Smoke Fairies, una interesantísima propuesta que conjuga la melodía pop con un espíritu que remite al lado más oscuro del blues. Un aperitivo ideal. Y a la hora señalada, Hawley subió al escenario con su cuarteto de apoyo, su preciosa colección de guitarras y su inconfundible mechón de pelo cayendo sobre su frente, para crear en cuestión de minutos una atmósfera envolvente que fue puro gozo para los tímpanos. Con un volumen ajustadísimo, delicado y suave como el terciopelo, empezó a dibujar paisajes sobre las docenas de cabezas que se mecían plácidamente al ritmo de joyas como «Don’t stare at the Sun».

El encanto surtió efecto y el público subió a lomos de sus canciones aladas, sobrevolando montañas y océanos acariciados por la brisa de una voz seductora y penetrante. «Esta sonó en Los Simpsons», dijo el de Sheffield trayendo a lo terrenal la maravillosa «Tonight the streets are ours», una tonada clavada en la vida de muchos de los que disfrutaron de la velada. Con la hipnótica «Remorse Code», pequeñas delicias como «Open up your door» o «Soldier on», la intensa «Leave your body behind», y ese pequeño plagio de «1969» de los Stooges llamado «Down in the Woods», Hawley, absoluto en su genialidad, dibujó una perfecta noche de luces y sombras, de corazones a punto de pararse y a punto estallar, con la elegancia y contención que sólo un gentleman de la canción como él puede ofrecer.

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