AMARAL, «ninis» pero sobradamente preparados: crónica de su primer concierto en La Riviera

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Juan Aguirre y Eva Amaral han demostrado que lo que la gente busca cuando bucea en internet –eso de las tiendas de discos ya suena raro en las nuevas generaciones de los fans del pop de actualidad- son, sencillamente, buenas canciones. Inofensivas pero redondas. Pegadizas pero trabajadas, con sentimiento pero también un puntito de urgencia. Pero no sólo eso. Han evidenciado que al público le importa tres pimientos eso de las etiquetas. Porque Amaral están en tierra de nadie. Ni mainstream ni indies, pero sobradamente preparados, anoche se llevaron de calle a una Riviera llena hasta los topes. Cual Atila con la hierba, revientan la taquilla allá por donde pasan, y no sólo eso: dejan a su parroquia siempre satisfecha. Siempre. Y eso dice mucho de su pasión por la música. Porque no hay forma de mantener esa constancia sin honestidad.

Con un respetuoso público muy silencioso arrancaron con una oscura y épica «Hacia lo Salvaje», en la que sus fans no pudieron contener las palmas al sonar el estribillo. Conexión inmediata. Y tras la energética «Esperando un resplandor» la hinchada ya estaba totalmente a tono para una velada de entrega mutua. Y de repente, sin previo aviso, el dúo zaragozano lanzó uno de sus cartuchos más eficaces, «El universo sobre mí». La sala atronó con el multitudinario coro y fue entonces cuando más de uno se dijo «estamos en La Riviera, y está sonando bien». Todo a pedir de boca: repertorio, sonido, actitud, todo perfectamente medido y estudiado para no bajar las revoluciones ni un sólo segundo.

«Moriría por vos», otro de sus hitazos, sacó a relucir la brillante aptitud vocal de una Eva Amaral que parece no decaer sino ganar con los años. «Como un martillo en la pared» sí dejó algo fría a la audiencia, que pensaba vencer la abulia de mitad de semana con un bombazo bailongo tras otro. Deseo cumplido: «Hoy es el principio del final» es una muestra más del gancho de Aguirre a la hora de crear las bases de riffs adecuadas para el libre desenvolvimiento de su socia.

Las palmas ya se oían fuera de la sala cuando terminaron la siguiente, la muy rockera «Big bang», y eso que no terminó de cuajar… Entonces llegó uno de los momentazos de la noche: Juan Aguirre se lanzó a cantar solo una tonada de su primer disco, “Tardes”. Expectación. El guitarrista de la boina da dos compases y un espantoso acople rompe la magia. No pasa nada. Ante todo, naturalidad. “Tengo un técnico de sonido fabuloso que está haciendo todo lo que puede”, dijo en clara alusión a la odisea acústica que supone tocar en La Riviera. Vuelta a empezar, y esta vez todo en orden. “Aplausos para Miguel, nuestro técnico”, exclamó Aguirre. Entonces salió Eva y animó a su compañero: “No sabéis lo difícil que es que Juan se ponga a cantar, así que os pido un fuerte aplauso”. Dicho y hecho.

La velada continuó desgranando todos y cada uno de los cortes de “Hacia lo Salvaje” además de otros viejos temas de su ya extenso cancionero, hasta alcanzar una duración casi springstiniana, dos horas y media de comunión total con su público que terminaron con “Cuando suba la marea”. Para alguno la cosa se hizo larga, pero seguro que debía madrugar más que los demás. La mayoría echó en falta esta o aquella canción. Y es que Amaral han dibujado un mapa infinito de deseos en sus seguidores, por muchos que algunos pensemos que estaría bien que se dieran un revolcón para evitar que los próximos discos sean más de lo mismo.

Con la sintonía de la serie “Curro Jiménez” de fondo se despidieron de Madrid, hasta mañana jueves a la misma hora, en el mismo sitio, con las entradas completamente agotadas.

PUBLICADO POR NACHO SERRANO EN ABC.es

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