Otra clase magistral de BUENAVISTA SOCIAL CLUB (29 julio, Circo Price de Madrid)

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No quedó ni una butaca vacía en el Circo Price de Madrid, que se convirtió en un palpitante corazón que bombeó ritmos latinos durante dos horas de puro gozo dirigidas por la batuta de Buenavista Social Club, una formación que a estas alturas es algo más que un icono de la fusión de estilos ibero-afro-americanos. Es casi su piedra de toque.
Su maestría más allá de comparaciones quedó cuajada ya en los compases de apertura. Músicos como estos carecen del concepto del calentamiento, de la toma de contacto “necesaria” antes de romper el hielo. Salen y demuestran que lo llevan en la sangre en los primeros segundos, anoche protagonizados por «El Carretero».
Elegancia estética y calor humano son las grandes virtudes del Club, que ayer pudo decir «Estoy como nunca» porque pocas veces se le habrá escuchado tan bien en Madrid, gracias a la primorosa acústica del Price, lugar que bien pudo haberse convertido en un gran salsódromo de no ser porque la pista se llenó de butacas -¿qué tendrán contra el bailoteo en el Price?-.

Con las espaldas de los espectadores contoneándose seducidas en los respaldos, la banda cubana deslumbró agarrada a un irrefrenable festín de joyas como «Rincon caliente», «Santa Lucía», «Buenavista en Guaguancó», «Bombón de pollo» o «El bodeguero», con los explosivos chorros de voz de Carlos Calunga e Idonia Valdés levantando los ánimos al respetable, también hipnotizado por el mágico estilo del pianista Rolando Luna, el talento del director Jesús «Aguaje» Ramos, las congas de Ángel Terry, el contrabajo de Pedro Pablo, los timbales de Filiberto Sánchez y la trompeta de Luis Alemany. El momento para cada uno de sus solos fue una continua y rendida ovación.

El segundo acto del recital fue acaparado, sin embargo, por una Omara Portuondo enorme recibida con vítores, que hizo estallar la emoción con ocho temas entre los que destacaron «Las mulatas en cha-cha-cha», «No llores más», «Veinte años», «Quizás quizás quizás» y sobre todo la inmortal «Dos gardenias». Más redondo no puede quedar un concierto. Y así lo agradeció el público madrileño, levantado de sus asientos para romper a bailar y destrozarse las manos en un larguísimo aplauso final.

PUBLICADO POR NACHO SERRANO EN ABC

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