Crónica – ERYKAH BADU en el Circo Price (17 julio, Madrid)

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Badu ya vino a Los Veranos de la Villa en 2010, y aunque no tenía nuevo disco que presentar, no ha dudado en repetir esta edición… en la que todo fue muy diferente. Sí fue igual de impuntual, con veinte minutos de retraso amenizados por un funk guiado por un bajista que parecía salido de los mismísimos Parliament, y que puso en marcha a un Price lleno a tres cuartos. Tras una segunda intro de percusiones que llegó a irritar de pura vacuidad, Badu se decidió a aparecer con ese sombrero suyo que la hace parecer una superheroína del soul al estilo Watchmen.

También fue igual el primer tema, «20 feet tall», tirando de theremin, muy experimental como siempre, pero menos mística y más gritona, entrando enseguida en el feeling rapero y pidiendo «manos arriba». Aunque el rap, como el soul o el jazz, se les quedan cortos a Badu. La puesta en escena, las caprichosas estructuras de sus temas y las variaciones que introduce en ellos, y esa actitud entre cómplice y desafiante siempre hacen de sus directos algo estimulante, y así implosionó «The Healer», enfatizando el verso «bigger than the government» («más grande que el gobierno») para dar una pista de por dónde irían los tiros en la velada.

La visita de Badu ha causado doble revuelo. El primero es el que se desata cada vez que llega con su neo-soul cargado de imaginación y valentía. Pero el segundo era novedad. Este domingo, una muchedumbre la despertó en su habitación del hotel en plena noche madrileña. No eran fans. Se asomó por la ventana y vio a cientos de manifestantes (“son unos 2.000, llevan pancartas”, se la oye decir) protestando. Cogió su móvil y grabó un vídeo que ha colgado en las redes sociales, para después unirse a ellos. Y se diría que aquello le cargó las pilas, porque su actuación fue mucho más enérgica, combativa y resuelta que la de 2010.

Aún resulta raro verla manejar ella misma el portátil de los pregrabados, y es que Badu suele hacer cosas que no se ven mucho: parones, gritos o susurros inesperados, rompiendo su estatismo con bailes de sensualidad rompepistas, todo con una libertad que la hace grande. Una palabra que define muy bien lo visto y oído anoche es fluidez. Los temas se fueron agarrando unos a otros sin que fuera fácil distinguir principios ni finales. Verla fallar en su jugueteo con su maquinita de sonidos, ver como le da exactamente igual, para después girarse súbitamente y arrancar con un scat loquísimo y alucinado, rayano en el dubstep, no tiene precio. Sin duda estar en su banda requiere un gran poder de concentración para estar al quite ante cualquier ocurrencia. Con ella no hay reglas.

A mitad de concierto, ya con su vestimenta reducida a un aire punk (vaqueros y camiseta sin mangas), nos encontramos con una Badu muy animadora, reclamando palmas de ritmos imposibles a la audiencia, que ya se iba levantando incluso en las gradas. Y entonces comentó la jugada del domingo, explicando cómo se unió a la lucha de los mineros. Se podrá estar más a favor o más en contra, pero lo que es irreprochable es su acierto al no apelar por enésima vez a la ya maltratada «roja». El final fue también muy explícito, puño en alto, lanzándose al público cual Iggy Pop. Y, por alguna razón, el artificio no se vio por ningún lado.

PUBLICADO POR NACHO SERRANO EN ABC

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