Tras muchos ensayos y un intento infructuoso (14 enero), que se pospuso para esta fecha, Miguel Oñate logró el objetivo más ambicioso de su larga (y apenas iniciada) carrera en solitario: grabar un disco en directo con un coro de apoyo, al más puro estilo de música orquestal con los que los dinosaurios del rock (Scorpions, Metallica…) se descuelgan de vez en cuando.
El antaño cantante de Asfalto tardó dos décadas en publicar sus memorias en forma de grandiosas canciones, condensadas en dos magníficos elepés que vieron la luz demasiado tarde. Lo que nos invita a una primera reflexión: en esta perra vida, no basta con hacer las cosas bien sino que hay que realizarlas a tiempo, en el momento adecuado, si cabe con el don de la oportunidad por bandera. Digo esto, porque si Miguel Oñate hubiera publicado “Muy personal”(07) y “Crisis & Castigo”(09) a mediados (o finales) de los años ochenta, tras dejar la banda madre, hoy tendría alicatada una carrera de postín, convertido en estrella rutilante del firmamento como Roberto Iniesta de Extremoduro o Javier Vargas, ilustre guitarrista de blues-fusión y compañero de fatigas de Miguel en diversos proyectos: El Club (Manolo Tena y José Ramón Pérez ‘Gunny’ también pasaron por allí) y firmar con el autor de “Texas Tango” algún que otro tema mayúsculo, “Pura filosofía”. Vargas supo despegar justo a tiempo, tras dar lo mejor de si con legendarios iconos de aquellos años como Miguel Ríos o La Orquesta Mondragón del inefable Javier Gurruchaga. Miguel Oñate cantó su repertorio por los bares de la capital durante demasiado tiempo, y tras demandar un contrato discográfico de primera división, dudó y vaciló, renegó de los “Fenicios” ejecutivos de una industria en franca decadencia (que iniciaba su caída en picado) y finalmente dio su brazo a torcer, editando de forma autoproducida dos magnificas obras que pese al valor de su contenido han pasado sin pena ni gloria para los medios y el público mayoritario, muy valoradas, eso sí, por cuantos frecuentamos los garitos de la capital, donde se venden sus discos.
De aquellos polvos, estos lodos, más ahora cuando sufrimos una crisis brutal, que a punto está de devorarnos, con la industria discográfica virtualmente destruida, hechas trizas tras los años de la burbuja sonora que tan buenos dividendos prestó en la cuenta de resultados. Para combatir la zozobra que nos azota, nada como mirar con la cabeza bien alta y sacarse la espinita, con un punto de orgullo, registrando un disco de altos vuelos, un trabajo de copete con un coro escolástico a la antigua usanza que imprima un aura de respetabilidad a unas canciones mayúsculas, que ponen el dedo en la llaga, indiscutidas e indiscutibles. Lo primero a destacar el día de autos fue la cuidada escenografía y la buena organización prestada por la productora RevelArt (Estudios Revirock) en estrecha colaboración con The Fish Factory, empresa que editará finalmente el DVD (+CD).
Miguel Oñate salió arropado por su equipo habitual: Javier Bermejo a la guitarra, Jesús Utande al bajo y con un batería de apoyo, fichado para la ocasión. Montaje teatral para una función que dio bastante de si, proyectando alegrías y angustias en un local (“El bar de Katty”) donde acontecen las pequeñas farras y miserias mundanas a las que estamos habituados. De inició Miguel se descolgó con “El reposo del guerrero” como declaración de intenciones e himno vital de la velada que estaba por delante. A continuación, asomó “El astuto” que te apuñala por la espalda a la menor ocasión y el “Blues de la camarera” con un aviso para navegantes: “No te dejes comer la merienda. El que es tontito de pequeño, gilipollas de mayor”. “Esa camarera” que se va con el primer galán que sale al paso, dio paso a “Fly me to the moon” de Frank Sinatra, primera versión del show, al tiempo que el Coro Vallecanta hacía su aparición en escena. Momentos para filosofar al son de “Contradicción” antes de que asome “La señorita Depresión”. ‘Apagón de luz. Lamparita en off. Paisaje oscuro’, el guión se milimetra, con los acordes de “Escuela de calor” como presentación para Luis Auserón, el primer invitado sorpresa de la noche que interpreta junto a Miguel “La torre de papel”. Tras esta campanada, Teté Delgado flirtea con el mayordomo Sayago y le da calabazas en “A medias”. El sirviente consuela sus penas a base de licor y poco a poco, la botella va quedando vacía, curda asegurada, momento que aprovecha Miguel para echar el “Telón” y contemplar el claroscuro de la existencia, “¿Qué es esta vida?”, flanqueado por los Topo, José Luis Jiménez y Lele Laina, en la preciosa y abigarrada balada “Sombra y Sol”. Momentos muy intensos de la representación, con el coro subrayando unas composiciones mayúsculas, muy bien arropadas armónicamente.
A partir de ese punto ya todo fue coser y cantar. Asoma “Mientras”, probablemente la canción más desgarradora de la función, con expreso mensaje a la derrota que llevamos encima: “No se puede respirar, no funciona la verdad… Hambre, miedo, enfermedad, dentro de una sociedad empeñada en ser feliz, mientras no me toque a mí, a quien le pique que se rasque… Hombres, manos, sumisión al servicio de un patrón”. “No nos engañemos más, te has dormido en el sillón…” mientras el mundo va de culo, viene a decirnos, mientras “uno vende a su propia madre” si la cantidad es razonable. Tras la desolación de ver que hemos nacido en serie y moriremos en la cadena, de ser tanto y tan poco a la vez, como cantaba Julio Castejón en “Déjalo Así”, de contemplar el negro panorama, corre el paso de los años.
Debemos entregar nuestro corazón “En un sobre rosa” con Lourdes del Pino sobre las tablas, buscando “La llave” de la felicidad familiar en este puerco mundo. Gaby del Val pone su granito de arena antes de apurar la copa junto a José Carlos Molina (Ñu), brindis por un viejo amigo, para exorcizar al “Fenicio”, ese que nos ha llevado a tan aguda y profunda “Crisis”. Fin de fiesta, a lo grande en “El Bar de Katty”, con todos los artistas participantes subidos al escenario. Broche final con “Over the Rainbow”. Un trasiego para relamerse. El camino de las baldosas amarillas aun esta por Asfaltar. “Hogar, dulce hogar” como apostillaba la protagonista del Mago de Oz. Algún día cesará la tormenta y saldrá de nuevo el sol. Volaremos por encima del arco iris. Mientras, esperamos con devoción la publicación del nuevo trabajo de Miguel Oñate. La velada nos dejó un sabor exquisito. Qué noche la de aquel día, podremos contar a nuestros nietos, si es que los tenemos alguna vez.