Sello: Mercury
PUNTUACIÓN: 8,5
Excelente grupo de muy corta vida, nacido en Kansas en 1969 (donde alcanzaron bastante éxito) y disuelto en 1970. Su fugacidad no les impidió, sin embargo, grabar en San Francisco un disco de extraordinaria calidad, con grandiosas armonías vocales que parecen volar hasta tus oídos.
(Último rescate de mis colaboraciones con la extinta web Mentes de Ácido)
Una marca de la casa que dejan patente desde el primer instante del disco, en la melancólica y poderosísima “High Flying Bird”. Ya en la segunda canción, “High Mister”, dejan entrever que su música tiene influencias del country, aunque de una forma tan sutil que hará que hasta el menos seguidor de este estilo también quede prendado por la belleza de la composición. Guiada por un piano ensoñador, es todo un clásico sesentero a la altura de cualquier joya de Buffalo Springfield, por ejemplo.
Avanzando en el disco vemos cómo su folk-psych va alcanzando momentos de mayor intensidad, hasta que acaba adentrándose en el terreno del rock progresivo, como en las maravillosas “912 ½ Mass” y “Freedom Speech”. Entre estos dos temas hay una versión de “Codine”, con ritmos muy lentos que dejan espacio para el lucimiento de la guitarra de John Paul Coffin. En “Flyaway days” encontramos, aparte de una soberbia percusión, toda una lección de cómo imprimir fuerza a una canción sólo con arrojo y talento vocal, sin grandes aspavientos instrumentales. El comienzo de “Misty Mountainside” se te clavará en el corazón para siempre, valiosa gema para viajar con música, cuya alegría se interrumpe para mutar en una balada preciosa, en la que tanto la voz como los instrumentos evocan una nostalgia que invade poco a poco hasta que deseas que nunca acabe la canción.
«Country Dawn” es, valga la redundancia, una concesión total al country, mientras que el último tema es el más oscuro, “She Rides With Witches”, una tonada épica con un solo de batería interrumpido por otro espléndido acercamiento al rock progresivo que da al disco un final muy intenso.
Recomendación a muerte, especialmente si encuentras por ahí el colored-vinyl que editaron hace unos años, con un arte digno de colgar en cualquier exposición psicodélica.