ELLIOT MURPHY, el héroe solitario

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Nuestro colaborador Luis Martín, crítico de jazz y director artístico del Festival Ellas Crean, entrevista a uno de nuestros artistas fetiche: ELLIOT MURPHY, que mañana y pasado acude a su cita anual con la sala Clamores (los días 9, 10 y 11 estará en Lleida, Barcelona y Tudela).

Por fortuna, las visitas de Elliott Murphy (Long Island, 1949) tienen una cadencia muy parecida a la de aquellas oscuras golondrinas del poema: regresa una vez al año y siempre en la misma época. Fiel al invierno, el cantautor Murphy viaja esta vez con nuevo álbum bajo el brazo. Se llama “Just a story from New York” y, de él, el artista tiene una opinión muy particular. “Se trata”, dice, “de un ejemplo de supervivencia de una especie en peligro de extinción: la del cantautor”.

Grabado en directo en diciembre de 2010, en el neoyorquino Rockwood Club, “Just a story from New York” es, por añadidura, otro disco más de memorias en la carrera del cantante. “En su temario”, declara, “hay algo de cada una de las etapas que he tenido oportunidad de vivir en los últimos 40 años. Todas son canciones extraídas de mis experiencias, las de alguien que consume buena parte de su tiempo tratando de averiguar cuál es su lugar en el mundo. Por suerte, hay ocasiones en las que estoy satisfecho y convencido de estar haciendo lo correcto; suele ser el momento en que subo a un escenario y canto”.

 

Un artista atípico

La biografía de Elliott Murphy –uno de los escasos músicos con los que siempre se tiene la seguridad de que cualquiera de sus recitales aspira al ideal de lo irrepetible- es una de las más sorprendentes y atípicas del rock, acaso porque permite volver a mostrar lo injusta que, a veces, es la historia de este género para con sus hijos predilectos. Son treinta y nueve los años que ahora se cumplen desde la publicación de aquel primer disco, “Aquashow”, cuyo estrepitoso fracaso de ventas hizo que el artista tomase la decisión de recluirse en Europa, con el fin de concebir y hacer crecer una obra sincera, apegada a una realidad verdadera y de una calidad incontestable.

“Algunos periodistas”, recuerda Murphy, “me reconocen desde entonces como el pionero de la música independiente. Esto, en rigor, es falso. Volviendo la espalda a las multinacionales, busqué tener mayor control sobre mi imagen y sobre la promoción de mis discos. Poco más”. El artista disconforme con el destino marcado por la depredadora industria del disco; el creador condicionado… Murphy lo niega en redondo: “Honestamente, jamás sentí que nadie interfiriese en mi creatividad en aquellos años, lo cual probablemente fue debido a que tampoco estaban capacitados para entender nada de lo que hacía. En cualquier caso, considero que mis mejores cualidades han llegado más con la edad y con la práctica, que con los esporádicos sobresaltos de talento. Todo el mundo sabe que, cuanto más creces en edad, más difícil es mentirse a uno mismo. Mis canciones son exactamente eso: conversaciones conmigo mismo. Ni más, ni menos”.

 

Una obra extensa

Desde “Aquashow” son más de tres decenas los discos que Elliott Murphy ha grabado y ha publicado. En ellos retuerce con oficio e inspiración unas canciones que remiten a los mundos de miserias y grandezas de la gran ciudad. En la materialización de este objetivo medra, sobre todo, la identificable identidad de Bob Dylan, sin llegar a traspasar la odiosa barrera de las imitaciones. Pero, atención: si una de sus citas es Dylan, la otra sería Bruce Springsteen en el punto de tensión expresiva sobre el que Murphy se envuelve en la efusividad de aquél. Y también son perceptibles las huellas de Lou Reed, Neil Young y, desde luego, de grupos como Velvet Underground y Talking Heads. Y, para hacer bueno el juicio, basta pensar en los ilustres nombres que ya han pasado por los créditos de sus grabaciones. Desde Sonny Landreth, a Springsteen; desde el productor Paul Rothschild, a Phil Collins; desde los componentes del grupo Violent Femmes, a varios ex Talking Heads.

«El sentido del ritmo en España está muy evolucionado y hay una calidez en su público que es muy difícil de encontrar en otro lugar»

“Me considero afortunado por todo ello”, afirma Elliott Murphy. “He conocido a los más grandes y he trabajado con ellos. Y, por supuesto, que hay más gente de la que mencionas: Frank Owens –que fuera pianista de Dylan en “Like a rolling stone”-, Mick Taylor, Doug Yule y mi paisano de Long Island Billy Joel. Mi colaboración más significativa, no obstante, probablemente siga siendo la que hice con mi amigo y mentor Bruce Springsteen en “Everything I do (Leads me back to you)”. Tengo, en efecto, el privilegio de ser una pequeña parte en la historia del rock & roll”.

España en el corazón

Rock limpio de polvo y paja, música moral y brújula, de actualización de la poesía en el rock. Todo ello puede ahora volver a disfrutarse en diversos lugares de nuestra geografía; un país del que Elliott Murphy afirma que “se encuentra entre mis preferidos”. Y añade: “El sentido del ritmo en España está muy evolucionado y hay una calidez en su público que es muy difícil de encontrar en otro lugar. Ernest Hemingway definió al pueblo español como uno de los más valientes y mejores del mundo, y estoy de acuerdo con él al cien por cien. Además, España es la cuna de la guitarra. Yo comencé, a los doce años, tocando una guitarra española. En los últimos treinta años, he ofrecido muchos conciertos en España que jamás voy a olvidar”.

Definitivamente asentado en París, donde ha formado una familia, este “joven” de 63 años de edad tuvo en la pasada década de los 90 la fortuna de encontrarse en la banda Bo Little con el guitarrista Olivier Durand y, desde entonces, comparece con él en cualquiera de sus presentaciones. “No lo negué antes y no voy a hacerlo ahora”, dice. “Muchos de los músicos invitados en mis discos han hecho más fácil mi carrera, convirtiendo en acontecimiento su edición. Sin embargo, sólo una colaboración como la del guitarrista Olivier Durand -una relación que se mantiene viva y crece hace ya dieciséis años- consigue que las canciones que compongo, crezcan en medida equivalente. Suelo llamar a Olivier el Jimi Hendrix de la guitarra acústica, es un fuera de serie, una sorpresa permanente. Y debo decir, con gran orgullo, que mis canciones sacan lo mejor de su talento. Así que debe haber, en efecto, algo especial entre nosotros. Olivier y el estímulo permanente que me proporcionan los fans en nuestros conciertos son la razón por la que puedo escribir con la sinceridad y libertad que lo hago. Al lado de mi familia, son mi mayor tesoro”.

Construyendo su destino

Nacido en Long Island, Elliott Murphy creció en el seno de una familia de clase media acomodada. Su padre, encargado de uno de esos parques temáticos que hacían furor en los años 60, Aqua Show, permitió que sus hijos viviesen con una gran permisividad, sobre todo en los aspectos concernientes a su educación. Por el Aqua Show, Murphy vio cómo pasaban durante su infancia supernovas del jazz como Duke Ellington o Count Basie. Y a los doce años, la primera guitarra. Y, poco después, su primera banda, The Rapsillions, de muy buena reputación entre los grupos locales.

Este bagaje permitió que finalizando los años 60, se uniese a su hermano Matthew y, juntos, emprendiesen viaje a Europa donde terminaron actuando en las estaciones de metro y en las calles de ciudades como Londres y Paris. Elliott se permitió, incluso, aparecer como figurante en varias películas europeas, de entre las que él recuerda a menudo el rodaje de “Roma”, que el italiano Federico Fellini estrenó en 1972. Tocaba regreso a Estados Unidos donde, un año después, formó Aquashow, una banda con la que actuó, sobre todo, en el área de Kansas City.

La historia posterior es bien conocida. En pocos meses, la inaudita testarudez creativa de Elliott Murphy permitió que se sucediesen los estrenos discográficos de “Aquashow” (1973), “Lost generations” (1975), “Night lights” (1976) y “Just a story from America affairs” (1977). Y ello, naturalmente, sin dejar de ofrecer conciertos, aunque ya con la mirada bien fijada en Europa. El conjunto de esos trabajos primerizos no sólo produce admiración, sino también asombro. Pero cualquiera de estos discos está sin duda menos logrado que las últimas entregas a las que nos tiene acostumbrado el artista. A ello colabora en buena medida la veteranía de Murphy. Y también la contribución de uno de los personajes esenciales en su carrera de quince años acá: el guitarrista Olivier Durand. Este joven músico es capaz de llenar de turbulencias las piezas más rítmicas del repertorio y hacer del “bottleneck” de los bluesmen un recurso al servicio de las baladas.

Y para todos aquellos que deseen profundizar más en el mundo de este peculiar personaje que es Elliott Murphy, sugerimos que se pasen por alguna librería y busquen la novela “Cold and electric”. Este texto, como el de los dos volúmenes de relatos que también ha entregado a la imprenta, completa el retrato de un artista que, por si fuese poco, también escribe regularmente para el Rolling Stone estadounidense. Famosas son en este género, sus entrevistas con Tom Waits y Keith Richards.

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