Crítica – RAMONCÍN «Cuando el Diablo canta…»

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Género: Pop-Rock
Sello: EMI
PUNTUACIÓN: 8

Tras once años de ausencia sin registrar canciones nuevas, Ramoncín vuelve por sus fueros, más clásico, amargo y desengañado que nunca, tras su particular descenso a los infiernos, esbozando una sonrisa burlona en una muy personal, rocanrolera y apócrifa “Divina comedia”.

Ramon J. Márquez tiró su reputación artística al estercolero durante todos estos años empeñándose en representar papeles que no le correspondían (el de vividor, principalmente) y granjeándose la enemistad de muchos, (de la mayoría silenciosa y de la minoría indignada), con oficios tan surrealistas como tertuliano de Crónicas Marcianas, jurado en Operación Truño y otros detritus similares, amén ser directivo de la denostada SGAE en su quijotesca lucha por el canon digital. Mientras los compañeros de viaje, su amigo Loquillo (con trece discos editados en el mismo periodo), Rosendo (con once) o los Burning (con siete) aguantaron el tipo, Ramoncín se puso a cubierto ante el tsunami de degradación que invadió el panorama, mediados los noventa. Solo tres discos de canciones nuevas: “Miedo a soñar” (98), más el mini elepé editado en 2000 junto al recopilatorio de grandes éxitos y “Cuando el diablo canta”(11), con lo que sale a disco nuevo por década. Cambió su papel de rock-star en los años ochenta, por uno de protagonista mediocre, de oficiante vociferante en la telebasura. Ya nos advertían Pink Floyd en “Wish you were here” que cambiar el rol de secundario en la guerra (del show business musical) por un papel principal en la jaula, resultaba un mal negocio. Pero por encima de los artistas y de los personajes (y de sus extravíos), siempre quedan las canciones y en eso el ‘Rey del pollo Frito’ lleva enorme ventaja.

En los últimos tiempos, Ramoncín se convirtió en un personaje denostado, incluso en el enemigo público número uno, con el que muchas mentes planas desahogaban su frustración, el fantoche que se llevaba todos los palos, habitual conversación de taberna para gente gris, sin mayores inquietudes, en tiempos de bonanza.

Ahora (cuando apuramos los últimos instantes en el purgatorio, camino del infierno) nos lanza su particular desquite, su venganza poética en medio de un país hecho trizas, devorado por una crisis salvaje que nos ahoga lenta pero indefectiblemente. Lo primero a destacar son las enormes composiciones que contiene este nuevo elepé, canciones mayúsculas, como diamantes: “Sueños y sombras”, “El cuchillo y la herida”, “Diez Segundos”, “Mandan los lobos”, trallazos de título explícito y directamente emparentados con el espíritu de “Miedo a soñar”: Los sueños, los miedos, las traiciones y los amores que a todos nos atrapan y aprisionan, condensados en 55 minutos de enorme intensidad emocional. Si en “Como el fuego” nos dejaba “Sin aire” aquí porfía con bala en “La punta de la aguja”, marcándose su particular “One” de Metallica en la estremecedora “Diez segundos”. Y es que Ramoncín, después de todo lo que le ha llovido en los últimos tiempos, cogió su fusil, “Huellas de sangre” y jirones de piel que se quedaron en el camino. “Una tormenta se desatará, la luz se apagará…”.

Una noticia más entre un millón, una persona más que dejó de ser, al escenario nunca llegará… Pero nuestro protagonista rompió con el amargo destino, quebró la inercia (“Quemando puentes”) y pagó el precio por ello. La tormenta en la carretera que ya cantaba hace veinticinco años nos azota de nuevo, lágrimas en la lluvia que se desvanecen, arena de playa que se resbala por nuestras manos. El macarra barriobajero de maneras exquisitas vuela más allá del arrabal una vez más.

2 Comments

  1. Pero,qué te has *tomao»,una paraguaya?Este disco suena a maqueta,no a tío que se supone que lleva en la musica lo bastante como para no sacar un disco con el sonido tan deseliquibrado en su conjunto.Si bien es verdad que hay un par de temas salvables.En casi cada canción el exjurado de operación triunfo desafina a más no poder,como si le fuera la vida en cada gallito.

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