JORGE ILEGAL Y LOS MAGNÍFICOS: «No prueben el vino Savin»

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Es la moda vintage que nos rodea, pero Jorge Martínez nos asegura que a él le viene de lejos: “Hace unos 18 años, en uno de esos viajes interminables con la banda por las carreteras españolas, empezamos a hablar de que había caminos musicales muy valiosos, como podían ser los boleros, chachachás, mambos, joropos, guarachas… cosas realmente interesantes que, o no se tocaban, o si se tocaban era solo para corromperlos. Las orquestas de bailes se habían envilecido por aquel entonces, aunque ahora mucho más. Vestían como payasos, el sonido era pregrabado… Esa música valiosísima estaba llena de basura. Entonces dijimos: ‘vamos a emprender una cruzada’. Habíamos bebido y nos sentíamos optimistas».

Este es el origen remoto del sorprendente disco que acaba de publicar el autor de “Hola mamoncete” tras cerrar la etapa de Ilegales, con exitosa gira de despedida incluida. Ahora son los mismos músicos, pero cambia el nombre a Jorge Ilegal y Los Magníficos, y la filosofía. Del rock salvaje y canalla a los sonidos de mediados del siglo pasado. Para iniciar esta tarea, hubo primero que pertrecharse: “Nos vimos con el obstáculo de que no teníamos los instrumentos adecuados para tocar este tipo de música. Iniciamos entre todos una colección de instrumentos de los años 30, 40 y 50, que podían dar ese tipo de sonoridades. Cuando lo conseguimos, yo encontré que podía escribir canciones que el formato de rock & roll no me permitía. Y aquí estamos”.
Canciones ajenas y propias forman el contenido de este disco de debut que sorprenderá a los seguidores de uno de los personajes que dejaron huella imperecedera en el rock español con composiciones como “Me sueltan mañana”, “Problema sexual” o “Regreso al sexo químicamente puro”, pero que por ahora no piensa adaptar estos temas a su nuevo estilo: “Se han oído durante treinta años, y creo que es el momento de aportar canciones nuevas y recuperar todos esos incunables casi imposibles de oír, o en grabaciones que se oyen con muy baja calidad. Quiero cantarlas de una manera mucho más sincera, porque la microfonía actual permite eso. Antes la gente tenía que proyectar su voz como hacen los cantantes de ópera, enfatizando los medios graves, para que se proyectase lejos y se pudiese oír. Ahora se pueden hacer de una forma mucho más natural”.
Esto le permitirá revivir sus inicios en el mundo de la música: “De hecho, Los Magníficos viene de los Siete Magníficos, que era la orquesta en la que me contrataron cuando era un niñato de 16 o 17 años. Luego nos quedamos en Orquesta Los Magníficos porque nunca éramos siete. O éramos seis en temporada de invierno, u ocho en verano cuando había que potenciar las actuaciones. Ensayábamos en una sala muy estrecha, y tenías que mantenerte un poco alejado de los instrumentos de viento, porque esta gente se iba babeando con los instrumentos y era muy difícil sacarse aquellas cosas cuando se secaban. Allí descubrí que ensayar era malo, porque esta gente traía una jaula de vino Savin, de doce botellas, y las terminaban con una gran velocidad y gran placer. Yo lo probé, y no pareció un buen vino, pero acabé cogiéndole el punto. Y cuanto más ensayábamos, peor acabábamos. No era tanto por ensayar como por el consumo de vino Savin. No lo prueben ustedes”.

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