Género: Rock
Sello: Chesapik
PUNTUACIÓN: 7,25
La dualidad constante en el disco es uno de sus grandes atractivos, por lo lograda que está y lo consistente y creíble de su construcción. Primero la tormenta, luego la calma, y otra vez la tormenta. ¿O son todo tormentas? Porque el pulso pop puede engañar si uno no permanece atento a las letras. “Vas a hacerme sentir qué es el silencio, y vas a hacerme feliz”, dice Antonio Arias en “Mi vida anterior”. Si no está sacado de una bronca con su ex, Lorena, de la que se ha separado, que me aspen.
Contrastes, aunque con oscuridad predominante, trazados con una intensidad en la distorsión que se hace amena y sugrente en lugar de cargante. Una producción tremendista, de sonido apocalíptico, sencillamente perfecta en su intención envolvente.
En “Tiempo de exposición” encontramos un tempo rápido cruzado por guitarras de blues-rock sureño alucinado, y una voz con ese estilo psicodélico ibérico, burlón, un falso pop ñoño que esconde retorcidísimas intenciones. Hay dos temas que nos parecen más flojos: “Zona de conflicto” demasiado compasiva, con teclados melancólicos de fondo, y “Panorama nº 5”, basada en una guitarra bastante sobada y una Arias que se muestra algo facilón. Pero suena “Crimen, sabotaje y creación”, los Lagartija mas obsesivos y saturados de sonido, los del principio vaya, y seguimos dejándonos llevar con “Warsawa”, con un tempo muy bueno para el directo y un bajo dominante con los que la singularidad de nuestro querido y pequeño reptil queda manifiesta. “Supercuerda” ya suena clásico, un tema muy inspirado con sutiles arreglos orquestales, y que se expresa con mucha fuerza. En “Vuelo nocturno”, Arias eleva su voz imprimiendo una huella de épica contenida al final del disco, con un desarrollo que lleva la canción a una altura emocional de las que te puedes arrepentir alcanzar.
Se antoja labor factible, dada su calidad en general, haber redondeado este disco. Pero sin duda es uno de los mejores en la dilatada discografía de los granaínos. Buena compra, sin duda.
