Réquiem por GARY MOORE

por

El pasado domingo 6 de febrero nos quedábamos petrificados al conocer el fallecimiento del genial guitarrista irlandés, durante sus vacaciones en la localidad malagueña de Estepona. No se sabe todavía, a ciencia cierta, las causas del fatal desenlace, pero la reciente autopsia (a falta de los resultados toxicológicos) descarta cualquier signo de violencia y apunta a una ‘muerte natural’, probablemente debida a un infarto. La noticia, por su trascendencia, ha desencadenado ya las conjeturas de la prensa sensacionalista, rumores en los que no vamos a entrar ya que preferimos quedarnos con su legado y con el recuerdo imborrable de su enorme figura artística.

Nacido en Belfast, Irlanda del Norte, en 1952, Gary Moore cultivó con éxito diversos géneros a lo largo de su carrera, siempre con el rock y el blues como nexo de unión y común denominador. Experimentó con el folk-rock en Skid Row (no confundir con la banda de Sebastian Bach, que lleva el mismo nombre), el rock progresivo en Colosseum II, y ya a finales de los setenta, abrazó el hard-rock en Thin Lizzy, “Black Rose”(79), estilo con el que abordaría el despegue meteórico de su carrera en solitario, alumbrando álbumes tan recordados como “Corridors of power”(82), “Dirty Fingers”(grabado en 1980 y editado tres años después), “We want Moore”(84) o “Rockin’ Every Night”(86), que vinieron a sumarse a la trilogía mágica que le encumbró a cima: “Victims of the future”(83), “Run for cover”(85) y “Wild frontier”(87), inolvidables elepés que ya forman parte de la historia del rock con mayúsculas. Tras el desigual y criticado –por repetido- “After the war”(89), Gary Moore comprendió que las cosas iban a cambiar en el panorama rockero y decidió dar un giro a su carrera y sumergirse de lleno en el blues-rock, en los ritmos de su infancia, con la salida al mercado de su álbum “Still got the blues”(90), que marcó un punto de inflexión a su trayectoria a partir de entonces. Entre sus influencias más destacadas, cabe señalar a Peter Green, guitarrista de John Mayall y Fleetwood Mac, al que rendiría homenaje en el álbum “Blues for Greeny”(95). Desde entonces muchas y grandes colaboraciones: BB.King, Albert Collins, Albert King, entre las más destacadas, y un puñado de buenos discos: “After hours”(92), “Around the next dream”(96), “Dark days in paradise”(97), “Back to the blues”(01), “Power of the blues”(04), “Close as you get”(07), o el reciente “Bad for you, baby”(08) donde el maestro sacó lo mejor de su arte desaforado con las seis cuerdas, haciendo llorar al instrumento como poco artistas lo han conseguido. Contemporáneo y amigo de otros mitos -ya desaparecidos- que hicieron gemir la guitarra: George Harrison, Mick Ronson, el legado de ‘cara cortada’ siempre permanecerá entre nosotros, al lado de otros grandes genios de las seis cuerdas como Carlos Santana o Jeff Beck cuyas similitudes estilísticas son apreciables en su obra. Que rabia da despertarse de la siesta y encontrarse con la desaparición (física) de un mito. Uno tras otro, se nos están yendo los mejores.

Deja una respuesta