Documental mediante, Jim Morrison ha vuelto desde el más allá para copar la rabiosa actualidad musical. El realizador Tom DiCillo ha sido el encargado de revitalizar el mito con “When you’re strange”, estrenado en 2009 en el Festival de Sundance, y que ahora puede verse en varias salas de cine españolas. La película seguramente sea el mejor retrato fílmico que se ha hecho de la banda californiana, pero como todo han sido elogios hacia ella, hemos preferido desgranar aquí las pegas que le hemos encontrado. Además, os dejamos una pieza de nuestro archivo que va como anillo al dedo para entrar en situación antes –o después- de verlo. Se trata de un fragmento de la entrevista que hicimos a Ray Manzarek en su última visita a nuestro país -con motivo de la gira de Riders on the Storm-, en el que nos habla de Jim, de su némesis, Jimbo, y de las ilusiones que tenía puestas en la gestación de aquel cambio social que redireccionaría el poder de la juventud, pero que terminó en aborto.
Documental “When you’re Strange”
Lo primero que hay que decir es que el laborioso trabajo de documentación de DiCillo ha tenido unos resultados abrumadores, que hacen absolutamente recomendable el visionado de “When you’re strange”. Las escenas recogidas realmente transmiten lo que Jim Morrison era en el escenario y fuera de él: las persecuciones de los fans, los forcejeos con los policías que vigilaban sus actuaciones a escaso par de metros, su desfase escénico, su derroche de peligrosidad -criticado por algunos colegas de profesión en la época, pero creíble en las imágenes- y talento sobre las tablas, todo ello demuestra la importancia capital de Morrison en la eclosión del front-man rockero… Pero todo con un estilo muy cinematográfico, casi “peliculero”, con un trabajo de montaje que busca el asombro y el enaltecimiento de un modo que resulta algo excesivo, ya que al terminar la cinta no queda la sensación de habernos acercado demasiado a Jim, la persona. Que era una de las grandes expectativas que teníamos respecto a este documental. El tremendismo casi constante al tratar su figura y ese enfoque melodramático construyen una barrera invisible y no casan con el optimismo vital del Rey Lagarto del que nos habla Ray Manzarek en la entrevista que sigue a este artículo. Valga como ejemplo de ese «distanciamiento de lo humano» este detalle significativo: una de las primeras escenas muestra al grupo en su llegada a un aeropuerto. Todos los miembros de la banda van pasando por delante de la cámara de prensa que les espera tras el control policial, y como si de un alistamiento se tratase, declaran de uno en uno su nombre, edad y ocupación. Cuando llega el turno de Jim se queda sin palabras para definir su trabajo, piensa durante dos segundos y contesta con una fascinante mirada silenciosa al objetivo, en un momento realmente mágico para el espectador. Que ese instante sea prácticamente el único en el que nos sentimos cerca de Jim, la persona, a lo largo de todo el metraje, dice algo de las intenciones -¿o limitaciones?- narrativas del director.
Con todo, la realización es realmente fantástica, con detalles muy de agradecer como la cesión de parte del minutaje a largos fragmentos de canciones, sin interrupciones, o el análisis pormenorizado de la evolución discográfica del grupo. Pero la falta de una adecuada contextualización de las bizarras secuencias de Morrison como actor en su proyecto audiovisual “HWY: An American Pastoral” –e incluso la falta de explicación, muchos piensan que se trata de un doble- no tiene ningún sentido, y agrava el sobrepeso “cinematográfico” del que hablaba al principio. La narración de Johnny Depp, por otra parte, no da con el punto justo pero se mantiene en lo correcto. Con demasiada linealidad, pero sin incómodos histrionismos o dejes sentimentaloides, en un acertado rechazo al robo de protagonismo.
RAY MANZAREK: “Jim era un filósofo que jugaba con lo impredecible”
El teclista y fundador de The Doors asegura que le ha encantado el documental. Todo lo contrario a la película dirigida por Oliver Stone, sobre la que lleva echando pestes desde que se estrenó en 1991. Esto es lo que nos contó sobre Jim en su última visita a Madrid.
Ray, ¿cómo era realmente Jim Morrison? ¿Qué podías esperar de él como amigo?
Sigo soñando con él, ¿sabes?… era una fuerza viva, le quería, y le sigo queriendo con todas mis fuerzas. Era mi hermano, sabía hacernos reír a todos, contagiaba optimismo. Podía hacerte feliz con su sentido del humor en una fiesta, y luego plantearte profundas dudas existenciales caminando por la playa, filosofando. Era un filósofo… que jugó con lo impredecible. En cuanto a qué se podía esperar de él, supongo que te refieres a su «otro» yo, el que surgía cuando se dejaba arrastrar por el alcohol, Jimbo. Pero eso no es lo que recuerdo de él, recuerdo al espíritu libre que era.
¿La conexión musical fue inmediata?
Oh, amigo, no sabes cuánto. Desde el primer ensayo nos dimos cuenta de que sus poemas estaban hechos para lo que salía de nuestros instrumentos. Fue de esas veces en que vives un momento único y eres consciente de ello.
¿Sigues cabreado con Oliver Stone por su película “The Doors”?
Lo que me cabrearía más es que alguien pensase que las cosas ocurrieron como las mostró. Nada, absolutamente nada ocurrió como él lo cuenta. Ni siquiera la escena del viaje psicodélico en el desierto fue así… Pero sobre todo, la imagen de Jim como si fuera poco más que un borracho es deleznable. Jim no era Jimbo todo el rato, como Stone intentó hacer ver.
Hablando del viaje psicodélico, ¿hasta qué punto tenían las drogas una influencia real en vuestra música?
¿Las drogas? Ninguna, ninguna influencia.
Venga ya…
Las drogas son la cocaína, la heroína, el alcohol. A nosotros nos inspiraba el LSD, el peyote y la marihuana, que son la Santísima Trinidad. No son drogas, y creo que es recomendable que, si te sientes preparado, las pruebes al menos una vez en la vida. Aquellas sustancias lo cambiaron todo, el movimiento creció bajo su manto.
Y en lo político, ¿qué falló?
Estábamos convencidos de estar al borde de una revolución, de la que en cierta medida, nosotros éramos banda sonora. Todo era tan genial como crees, éramos muy felices, había buena música y buenas ideas flotando en el aire. Pero creo que influencias como la de Timothy Leary no fueron bien encauzadas. Del “Turn on, tune in and drop out”, se malinterpretó el “drop out”.
¿Crees que queda alguna revolución político-musical juvenil por llegar?
Oh sí, lo creo, y vendrá de la mano de la música electrónica.
Me has dejado de piedra.
Es un movimiento que tiene paralelismos con el de los sesenta. Algo nuevo, con un sentido bastante ritual, con circuitos al margen de la industria… Por ahí llegarán muchas cosas, estoy seguro.