El guitarrista más paliducho de la historia del blues sigue desatando pasiones, fervores sinceros, desenfrenados, como los portentosos boogies que lanzó a su público anoche en una abarrotadísima sala Arena de Madrid. Las malas lenguas decían que estaba realmente mal de forma, pero de eso nada. O como mucho, prácticamente inapreciable para el fan entregado.
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