Nuestro cantante blanco de blues favorito de todos los tiempos protagonizó un suceso tan triste como surrealista el 26 de enero de 1977.
Para entender bien esta historia hay que ponerse en antecedentes. Peter Green dio sus primeros pasos en la escena blues con Peter Bardens y con los Bluesbreakers de John Mayall, sustituyendo nada menos que a Eric Clapton. En 1967 fundó Fleetwood Mac y fue estando de gira con esta banda cuando ocurrió algo que le cambió la vida.
En marzo de 1970 actuaron en la ciudad de Munich, y al terminar el concierto Green y un roadie se marcharon con un montón de hippies a una fiesta en una comuna, sin que sus compañeros supieran dónde se habían metido. El roadie se volvió para el hotel al poco rato, pero Green se quedó y terminó siendo víctima de una panda de descerebrados, que le sometieron a una ingesta sobrehumana de ácido. El resultado fue que perdió la cabeza durante semanas, siendo expulsado del grupo en mayo de ese mismo año.
Green subió al escenario ese verano con John Mayall en el festival de blues de Bath, y en 1971 tuvo un breve reencuentro con Fleetwood Mac cuando Jeremy Spencer dejó el grupo en mitad de su gira americana.
Aunque Green se recuperó de la catatonía mental tras aquella fiesta en Munich, el daño estaba ya hecho y poco después se le diagnosticaría esquizofrenia, para la que fue tratado con, sí amigos, terapia electroconvulsiva. Así, este genio no pudo volver a la carretera hasta 1979, tocando sólo muy esporádicamente en sesiones de otros músicos como B.B. King o Nigel Watson.
Pero dos años antes, en enero de 1977, volvería de nuevo a la casilla de salida por culpa de un suceso de lo más extraño causado por su propia paranoia. Su mánager le visitó para pagarle unos royalties atrasados, que sumaban unas 30.000 libras, pero para su sorpresa, Green no las quería. El representante, completamente descolocado, insistió y trató de entregarle el cheque, pero el guitarrista se revolvió, cogió un rifle y le apuntó directamente a la cara amenazando con matarle si no paraba de enviarle dinero.
El mánager llamó a la policía, que rodeó la casa de Green hasta que pudo detenerle y enviarle a un centro psiquiátrico, para después ser trasladado a una institución mental donde permaneció fuertemente sedado durante días.
Afortunadamente, Peter Green pudo hacer una vida razonablemente normal después de todo aquello, y hoy en día sigue en activo.