MONO y el trance explosivo (crónica del concierto en Joy Eslava, 21 febrero)

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Lo primero que hay que comprender, por encima de todas las cosas, es que Mono no es un grupo al uso. Los japoneses llevan juntos desde 1998 con la emotividad por bandera, haciendo uso de sus instrumentos y efectos como nunca nadie ha hecho antes para crear auténticos paisajes sonoros. Sus canciones, que suelen sobrepasar los diez minutos de duración sin despeinarse, son un auténtico vehículo para el pensamiento y la imaginación.

Y eso se nota cuando gran parte del público cerraba los ojos para dejarse llevar por la suave melodía de “Legend”, título que abre el nuevo disco de Mono y que también abrió ayer su concierto en la madrileña sala Joy. Ambos guitarristas se encorvaban en sus banquetas a ambos lados del escenario, ocultos en sus largos flequillos negros mientras rasgaban sin cesar sus guitarras Fender plagadas de eco y delay. En el espacio central entre ellos, la figura erguida de Tamaki desprendía un aura misterioso y lleno de feminidad al bajo; y algo más al fondo, Yasunori comandaba un set de batería que llamaba la atención por su gigantesco gong.

Las melodías crecían y crecían hasta estallar en auténticas explosiones que en más de una ocasión llevaban a los intérpretes a saltar de sus banquetas y dejar a un lado sus instrumentos para centrarse en juguetear con los knobs de los pedales, como si de un sintetizador de tratase, mientras aquel mural sónico seguía creciendo y creciendo hasta casi rozar el ruido. Finalmente, y como buen reflejo de cómo son todas las cosas; tras alcanzar sus máximos, la música de Mono retorna a sus pasajes pausados y suaves, casi susurrados o incluso al silencio puro, para repetir el proceso a lo largo de la hora y cuarenta minutos aproximados que duró el set.

El sonido de las camareras recogiendo vasos en los momentos más inoportunos, o algunos “graciosetes” dando voces que no venían a cuento, nos recordaron que por desgracia al público español aún le queda mucho que aprender en cuanto a educación de refiere. No obstante, eso no fue impedimento para que se supiese entregar por completo a una banda que los ignoró durante el “trance” de su interpretación, dirigiéndose a él sólo una vez terminado el setlist y sin ningún bis, para despedirse con un agradecimiento efusivo aunque breve (con reverencia nipona incluída por supuesto) por parte de todos los miembros.

Eso fue Mono anoche en Madrid, una potente banda llena de presencia escénica que, del mismo modo que los sueños, creó una atmósfera y nos hizo viajar a nuevos lugares usando su música como medio, hasta el momento de desaparecer fugazmente.

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