Arcoíris de fantasía pop – Crónica de COLDPLAY en Madrid (Vicente Calderón, 20 mayo)

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Después de presentar su nuevo disco al mundo entero desde la Plaza de Las Ventas el pasado octubre, y recién llegados de su gira estadounidense, los príncipes del pop de estadio (que U2 todavía se aferran al trono) llegaron ayer a Madrid para un segundo asalto. Y atención, porque se pusieron más de 1.000 entradas extra en taquilla. Que obviamente volaron.

Y es que Coldplay llegó anoche a España para barrer la crisis de un plumazo. Al menos durante una hora y media en la que casi 60.000 personas realmente se olvidaron del túnel sin fondo, entre arcoíris de láser, cánticos épicos, confeti, luces de colores y demás antiinflamatorios. Con la cosa económica aún más revuelta que la última vez que nos visitaron (el pasado octubre, en la plaza de Las Ventas), los británicos aterrizaron en el estadio Vicente Calderón con el milagro cumplido (y si no que se lo digan a Springsteen): todas las entradas vendidas en cuestión de horas. Incluso las VIP, esas que llaman “Golden Ticket” y que cuestan hasta 230 euros del ala, se agotaron. Aunque eso sí es propio de estos desequilibrados tiempos.

Con los móviles bien cargados y el paraguas en ristre por lo que pudiera pasar –las nubes y rayos en el cielo auguraban un diluvio universal antes del arranque del concierto-, las riadas de gente cruzaron los puentes del Manzanares o marcharon desde las estaciones de Pirámides o Marqués de Vadillo, en una imagen parecida a la que ofrecería un partido del Atleti en pleno festival de Glastonbury. Al llegar a las puertas del Calderón, los fans se indignaron porque se les obligó a tirar los paraguas “por seguridad”. Ya dentro, se tomaron su revancha aprovechando  el desconcierto por la lluvia para colarse en pista con entradas de grada. «Ha sido llover y convertirse todo en un caos», decía un miembro de la seguridad del estadio. Justo entonces salían Marina & The Diamonds al escenario, un imponente tablado de colosales dimensiones con el graffiti de “Mylo Xyloto” detrás, que se les quedó muy grande.

Al terminar los teloneros, las pantallas pidieron a los fans que se pusieran las pulseras que se les repartió en la entrada: “Se encenderán automáticamente al comenzar el show”. Y así fue. Pero también hubo fuegos artificiales y andanadas de laser de colores, con unos Coldplay desatando la locura al salir a escena. “Hay alguien ahí”, decía Chris Martin, y no era por el  tinnitus que se la ha diagnosticado, no. Estaba provocando a sus fieles para convertir la noche en una apoteosis total. Cuando el cantante recorrió la pasarela central estalló una nube de confeti, globos de colores empezaron a volar y la épica se apoderó del estadio entero. Parque de atracciones o concierto… la línea se hace muy fina con un arranque de este calibre. Epatante es decir poco. Si no fuera por los eurazos que cuesta cada entrada, se diría que muchos ya se hubieran ido contentos a casa con semejante espectáculo.

“The Scientist” desató el primer coro multitudinario, dando paso al ya clásico “Yellow”, uno de los temas que más viven los primeros fans del grupo. Parecía que no podían subirse las revoluciones pero entonces toda la banda salió a la pasarela para tocar el tema de colaboración con Rihanna, “Princess of China”, con la de barbados cantando en las pantallas gigantes.

El respiro llegó con algunas baladas a piano, pero de repente Chris Martin se arrancó con el tradicional “Oeee, oe, oe, oeee” y el estadio resucitó en medio de unos hinchables que se elevaron en la pista. Chris recorría el escenario de lado a lado cantando “Don’t let it break your heart”, y preparando a la masa para el subidón definitivo, cuando los violines de “Viva la Vida” empezaron a sonar en el Calderón. El mega hit cumplió su función con creces: las casi 60.000 personas corearon el final dejando atónito a un Chris Martin que cayó al suelo extasiado.

El pop de estadio ya dominaba la situación cuando “Paradise” desató nuevos “Oeee…”, momento que la banda aprovechó para sorprender apareciendo en el otro extremo del estadio, subido en un pequeño escenario donde tocaron una acústica “Speed of sound”.

La vuelta al escenario principal fue digna de un ídolo de la Champions, con Chris Martin recorriendo la banda del campo entre los aplausos de la grada. El éxito ya estaba firmado, pero ahí estuvieron los británicos para redondear la hora y media de concierto con “Clocks”, “Fix you”, y una traca final con “Every teardrop is a waterfall”. Más fuegos artificiales, todo el estadio coreando y Chris agradeciendo con reverencias fue la imagen final de un concierto que parecía que iba a ser una reedición del legendario Rolling Stones ’82 bajo el diluvio, pero que terminó siendo un verdadero arcoíris de fantasía pop. Quizá demasiado automático, demasiado Disney, pero perfecto para enganchar a los más pequeños a esto de la música. O para sentirse uno de ellos…

PUBLICADO POR NACHO SERRANO EN ABC

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