Crítica – ANTIGUA “Sangre, sudor y… buen rollo”

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Género: Rock’n’Roll

Sello: Vaso Music

PUNTUACIÓN: 7

Juan Olmos es un estajanovista en esto del rock’n’roll. Amén de productor pluriempleado en su pequeño y coqueto estudio de Vallecas, como quien se apunta a un bombardeo ha participado en mil proyectos interesantes (Punto de Mira, Ziclope, Harakiri…) todos ellos con muy buenas intenciones, estupendas maneras artísticas y con escasas (por no decir nulas) posibilidades comerciales. Junto a su fiel escudero Nacho Ortiz, se embarcan ahora en el segundo capítulo de ANTIGUA (no confundir con la isla caribeña), un archipiélago de rocanrol a quemarropa que golpea sin piedad, como quien aporrea una puerta cerrada de par en par a este tipo de propuestas.

Haciendo bueno el axioma churchilliano de “sangre, sudor, esfuerzo y lágrimas”, un adagio que le cuadra como anillo al dedo al rock que se hace por estos pagos y que nuestro ilustre Valle Inclán ya tradujo al castellano hace un siglo apuntando que las letras en este bendito país son “Colorín, pingajo y hambre…” este cuarteto madrileño de rock asilvestrado (inasequible al desaliento) hace suyo el discurso con el que se venció la segunda guerra mundial y le añade buen rollo, como quien pone una mueca burlona al pálido sueño de la posguerra y a un estado del bienestar que se nos diluye como lágrimas en la lluvia. No esperen grandes discursos sociales ni soluciones mágicas al desempleo en este disco, tan solo rock’n’roll de la vieja escuela, con sabor a azufre, “Dulce perdición” en sus propias palabras.

Con títulos como “Solo soy un sueño”, “Quiero volar”, “Mientras caiga de pie”, “Tu sangre me sienta bien”… se marcan su propio decálogo de quimeras rocanroleras, cinceladas las tablas de la ley, como no podía ser menos, por “Sexo, Rock & Whisky”, la trilogía de antaño puesta al día, como reza la máxima lampedusiana: que algo cambie para que todo siga igual. “Es nuestro momento”, un cover que ya cantaban los Asfalto mediados los ochenta, confundidos en ese dulce espejismo que a casi todos nos enganchó para siempre, los paraísos artificiales de las seis cuerdas que iban a cambiar esta árida estepa para la eternidad y cuyo territorio no lo iba a conocer ni la madre que lo parió, en palabras de un conocido dirigente socialista.

No se equivocó tanto Alfonso Guerra, ahora tenemos las autovías, ordenadores, i-phones, marcas de ropa… que nunca soñamos aunque seamos un “Imperio de paletos”, potencia turística por antonomasia, señorío de camareros y albañiles (antes del estallido de la burbuja), destino de procesiones y dominio de otras gaitas tradicionalistas. Que gusto dar ver que el rock estatal tampoco cambia mucho…

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