LA CASA AZUL: «Ahora soy más disciplinado con la idea inicial de las canciones»

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De nuevo llenazo de La Casa Azul en Madrid. Este viernes y el sábado, en el Ocho y Medio Club con el cartel de «no hay entradas» colgado. Bajo el brazo, Guille Milkyway nos trae su nuevo disco, «La Polinesia Meridional», que se vio aupado a los primeros puestos en las listas de preferencias de 2011 de un gran número de publicaciones: «Bueno, yo con esto soy siempre súper escéptico -nos cuenta vía telefónica-, aunque pueda parecer la típica pose de «a mí no me interesa», pero realmente no tiene importancia, sobre todo en grupos pequeños. Porque al final acabas teniendo al público al que le gusta lo que haces y la influencia de otros fatores es mínimo. Pero estoy muy contento con la respuesta, sobre todo de la gente cercana al grupo y de los seguidores acérrimos».

Es un proyecto muy singular dentro del pop español. Al que le gusta le gusta…

Y al que no, lo aborrece. Seguramente la forma de ejecutar la música, y de cómo visto y expreso este tipo de canción de toda la vida, es donde está la parte sui generis. Cuando escuchas una canción el último disco el adjetivo de «clásica» no es el primero que te viene a la mente, y sin embargo el sustrato de su construcción, de la melodía y de las progresiones armónicas, es muy clásico en realidad. A lo mejor la contraposición de hacer algo en esencia clásica y a la vez más personal, es lo que hace que haya pocos referentes en España. A lo mejor pasa más en Asia, que allí no tienen prejuicios.

En este disco, sobre todo, a veces da la sensación de que va a aparecer Barry White cantando…

Ostras, y luego viene la desolación. A mí también me encantaría que apareciera Barry White, es algo con lo que lidio día a día (ríe). Aparte de esa voz con ese tipo de aterciopelado grave exagerado, una de las cosas que a mí más me ha apasionado de la música de Barry White es esa especie de caramelo sónico soul de su música. En ese sentido, escucho los discos de Barry White en instrumental porque las revisiones de los últimos años han salido así, y es un disfrute total. Para mí es un elogio que digas esto, y me gustaría que mucha gente que puede que no soporte al grupo por un factor que marca como es la voz, a lo mejor entre en esa otra parte que le podría interesar más.

Las letras, en contraposición con la música, no son muy festivas. ¿Te sirven para liberar sentimientos?

Un poco. No es muy glamouroso esta cosa terapéutica del arte, pero en mi caso es así. Durante mucho tiempo me intentaba justificar ante mí mismo convenciéndome de que no era así, pero me doy cuenta de que sí lo hago y no pasa nada.

A lo mejor, desde un punto de vista psicoanalista, las capas de sonido son un poco para ocultar esas letras íntimas.

Puede ser, no se me había ocurrido nunca. No lo había pensado, pero sí que tiene que ver con mi forma de expresar ideas, cuando me algo me importa y es personal. Por ejemplo, cuando estoy hablando con un amigo de algo personal, recubro los argumentos con presagios y cosas así. Es posible que haga lo mismo con la música.

Se te imagina emocionado en el estudio, añadiendo coros y efectos.

De todas maneras, he cambiado mi forma de hacer eso. Es el cambio más claro en los útlimos tiempos, en el enfoque de la música. Siempre he hecho eso, y sigue siendo así, y seguramente en el último disco me he radicalizado, pero antes lo hacía de una forma más espontánea, iba añadiendo capas y una cosa me llevaba a otra. Y eso es un proceso que es muy divertido y entretenido, y creativo, pero no acaba siendo muy gratificante a la larga, proque el resultado no es el que esperabas. Me siento mucho más gratificado y realizado teniendo al final una cosa que era la que yo tenía en la cabeza al principio. Me di cuenta de que, siendo  muy disciplinado en intentar ser fiel a la idea original, para mí es muchísimo más satisfactorio, y creo esto se acaba percibiendo un poco, porque todo es más natural. Aunque haya mucha capa, es más coherente y más compacto. No es una cuestión de talento, es simplemente disciplina.

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