La gente quiere a LOQUILLO – Crónica de su concierto en La Riviera, gira «Rock’n’roll star»

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En la cola apostada frente a La Riviera ayer por la noche se mascaba algo en el ambiente: iba a ser una velada nostálgico-rockera de toma pan y moja. El Loco, en la cima de su carrera, repasando todos sus éxitos –excepto, ay, “Esto no es Hawai (que guay)”, imposible de presenciar hoy día por un extraño arrebato de contención del cantante catalán- ante la hinchada que le ha visto crecer, y que ha crecido junto a él. Porque no veas si había padres de familia por allí. Quizá demasiados dockers y camisas por dentro como para entrar en calor… pero de eso se encargaba el señor Sanz.

«Calles de Madrid», «María» y «Pégate a mí», con un sonido fantástico para lo que suele ofrecer la Riviera, rompieron el hielo. Si es que había hielo que romper, porque el público se entregó a su maestro de ceremonias desde el minuto uno, aunque a éste le costaría todavía algunos temas para ponerse a cien y sacar esos matices a la voz que delatan estar divirtiéndose. Un repertorio con solo tres temas de “Balmoral” y dominado por los clásicos, según lo prometido, fue el catalizador definitivo. De “Arte y ensayo” a “Autopista”, el concierto se convirtió en todo un viaje sin pisar el freno, con la sonrisa de Loquillo creciendo por momentos, intercambiando miradas con sus fans, señalando a los más juerguistas con su brazo ejecutor, levantando el pulgar cada vez que se veía sobrepasado por los fervorosos cánticos de una Riviera llena a reventar.

“Cada vez que me preguntan qué es para mí Madrid, digo… las canciones de Gabinete Caligari”, dijo el Loco para presentar a su primer invitado, el gigante de nuestra música Jaime Urrutia, con el que compartió besos y arrumacos mientras cantaban “El hombre de negro” al alimón. La cosa salió de rechupete, y Urrutia parecía no querer abandonar el escenario al terminar: “¡Gracias Madrid, hasta la próxima… y nosotros siempre de negro, que es como nos queréis!”.

Hasta el momento, la banda había ejecutado las canciones sobrepasando la interpretación y rozando la reproducción perfecta, pero a “La mataré” se le pudo achacar una falta de energía, de chispazo punk, que redujo uno de los momentos más esperados a la anécdota. Si bien Loquillo supo salir de su papel estático en algunas explosiones de rock –llegó a pegar algún salto y todo-, lo cierto es que lo mejor sigue siendo que ejerza de mesías, levantando sus brazos para exigir el canto de sus fieles como hizo en “Rock’n’roll actitud” o, sobre todo, “Memoria de jóvenes airados”, sin duda uno de los momentos más impresionantes de la noche, casi un ritual en el que se pudo comprobar el inquebrantable espíritu de comunión con una hinchada que quiere y respeta a su mito.

Después de «Todo el mundo ama a Isabel», la sala recibió con honores a Sabino Méndez, viejo compañero de batallas, y para ese momento el bolo ya había sido un éxito total. «El ritmo del garaje», «Rock and roll star» y «Cadillac Solitario» cerraron una actuación formidable, sólida y que supo alimentarse de la energía de una parroquia que, a pesar de su madurez, se dejó las calorías del pádel en algo mucho más divertido, y que a buen seguro echarán de menos el lunes en la oficina.

3 Comments

  1. ¡Gran crónica de gran concierto!

    Te pido un favor si es posible: soy el que le lanzó la bandera de la Comunidad de Madrid al Loco, me podrías pasar por mail la foto (que seguramente esté en buena calidad) en la que la luce ante la sala, que has publicado unas líneas más arriba? La dirección mail está apuntada en la casilla correspondiente para poder postear esta entrada y seguro que puedes verla, ¿me la envías a esa dirección, por favor?

    ¡Muchas gracias! ¡Salud y R´n´R!

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