Los STRANGE BOYS, garajeros tropicales

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Inauguramos esta sección de crónicas de conciertos con el divertidísimo bolo que los garajeros de Austin ofrecieron en El Sol de Madrid, el pasado lunes 15 de noviembre, donde presentaron nuevos temas que dejaron atónita a la audiencia. La noche terminó con el cantante, Ryan Sambol, despidiéndose de sus fans de uno en uno en la puerta de la sala.

Subimos por la calle Montera y nos encontramos con la saxofonista de la banda, Jenna E. Thornhill, con cara de no saber ni dónde está. Va mirando las terrazas de las casas como si estuviera eligiendo un pisito en Madrid, y la verdad es que la tía tiene algo: nadie sabe quién es, pero todo el mundo la mira. La dejamos con su paseíto pre-concierto y nos metemos en la Sol, donde ya están tocando Demon’s Claws (en la foto de abajo), la banda invitada por los Strange Boys, que se encuentra con una audiencia bastante pasota. Son cuatro chavalitos de Montreal a los que se les presuponía bastante sentido del humor (en su myspace pone que hacen una mezcla de pop español y death metal), pero sobre el escenario se quedaron muy cortos de energía, como indefensos ante un público ignorante de sus canciones, y aunque el bolo no les salió mal (buen sonido, buenos temas), se marcharon tras el telón rojo casi como intentando escapar de la indiferencia que provocaron, sin pena ni gloria. Muy triste que cuatro gatos se quedaran solos aplaudiendo su valentía…

Entonces llegó el turno de los niños extraños, con una sala casi llena (y eso que era lunes) que esperaba comprobar si era verdad lo que se contó de su última visita a Madrid, hace cuatro meses. Aquel día, el quinteto se zampó la Wurlitzer Ballroom con un pedazo de concierto ruidoso, genuino, sucio y espontáneo. De esos que mola recordar cuando la banda ya se ha hecho grande y es imposible verlos de cerca. Aquel día, aunque les jaleamos hasta dejarnos las cuerdas vocales, estaban muy tímidos. Pero el bueno de Ryan Sambol (voz) consiguió que sus socios conectaran marcándose algún detalle que rompió el hielo: hubo un momento en el que a Jenni intentamos pasarle una birra (su sudor la pedía agritos), pero estuvo torpe y se le cayó al escenario. La pobre se quedó cortadísima, pero su compi, que también la miraba como pensando “ay, qué mal has quedado”, se solidarizó con ella rompiendo su propia cerveza contra las tablas entre el descojone general. Ni que decir tiene que a partir de ese momento se formó un bailoteo lleno de euforia, que sorprendió tanto al grupo que anunció que al término del concierto continuaba la juerga en acústico en el cercano garito Dreams.

Pero volvamos al show del otro día. Un show que arrancó mal, con un sonido plano y falto de rasgados guitarreros, dejando un ambiente frío entre los parroquianos, algunos de los cuales empezaron a comentar que “en el Wurlitzer molaba más”. Sonaron “Be brave”, “Woe, it’s you and me” y algún otro de sus hits más moviditos, pero la cosa no cuajaba. En el tercer tema alguien gritó: “More guitar!”, Ryan respondió: “More guitar? Ok”, y afortunadamente la cosa se puso en marcha. El resto de la banda estaba como suele estar, bastante pasiva escénicamente, pero genial por alguna razón difícil de explicar. Y es que aunque lo del guitarra rítmico Greg Enlow roce el paroxismo, con esa cara de empanao que sólo sonríe tres veces en toda la noche, su saber estar es increíble y no puedes dejar de mirarle. Sí hay que decir que Jenni estuvo bastante más activa y mejor en el sentido musical que durante la noche del Wurlitzer.

La cosa fue de menos a más, a mucho más, cuando las primeras filas empezaron a colisionar y a pegar saltos, bañándose en cerveza al ritmo de la frenética “Poem party”, en la que pudimos ver a unos Strange Boys creciéndose, ya interactuando con el público. Tocaron “Should shot Paul”, y sí, la audiencia volvió a hacer lo mismo que en el Wurlitzer, tarareando el riff de guitarra y dejando a la banda boquiabierta (“nunca nos había ocurrido algo así”, nos comentaron entonces). En ese momento se creó una entrañable atmósfera de amistad, pues la verdad es que fue precioso ver cómo se sonreían entre ellos al comprobar que volvíamos a cantar el mismo fragmento, como diciendo: “ha vuelto a pasar, es increíble”. Desde ese momento la fiesta se apoderó sin remedio de la Sol.

Anunciaron una hora y diez minutos de concierto, pero la cosa se alargó bastante y nos ofrecieron una buena tanda de composiciones nuevas, algunas al estilo de su debut “Strange boys and girls club”, otras al de “Be brave”, y otras que nos dejaron atónitos, porque estos tipos nos mostraron la fórmula del -al loro- garaje tropical. Sin chirriar, sin aburrir, sin parecer unos gafapastas bufanderos en busca de la sorpresa mestiza epatante, nos regalaron un tema a medio camino entre el reggae, el son, la bossa y el garaje que cuajó estupendamente. Ahí es nada. Una noche completita, que terminó con Ryan junto a la puerta del local, saludando y dando las gracias a sus fans, prácticamente de uno en uno. “Ha sido genial”, nos dijo con una sonrisa de oreja a oreja. “Lástima que sea lunes y no podamos seguir la fiesta como la otra vez”. “Descuida Ryan, ya habrá ocasiones”, le dijimos. “Estoy seguro de ello –contestó él-, este país nos encanta”.

2 Comments

  1. Suscribo de la primera a la ultima palabra de ésta crónica. De esta banda se pueden decir muchas cosas buenas…sobre todo del frontman, Ryan Sambol…que aporta presencia, variedad estilística, mucha inspiración y promesa de oficio. Si el mercado funcionase como hace años podríamos estar hablando de un futuro figura reconocido…Hoy en día les deseo mucha suerte. Espero con el corazón que puedan vivir de algo que saben hacer muy bien: tocar buenas canciones. Recordarán a alguna banda garajera 60s pero…Coño!! esque suenan muy suyos…

    Le mando esta web a los colegas…Aquí mostrais periodismo musical de calidad. Entre vosotros y nosotros…no os dejeis comer!

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