Algunos ya lo teníamos en la lista de causas perdidas. Matando (de aburrimiento) el tiempo con su obsesión mal asimilada por Dylan, a Bryan Ferry ya no le olía el aliento, sencillamente porque parecía no quedarle ni un ápice para espantar el fantasma del cliché que le ha acosado desde que «Avalon» puso punto y final a una de las historias más influyentes y fascinantes de la historia del pop. Por eso ha sorpendido tanto el vigor y la frescura que desprende «Oylmpia», su primer trabajo con material original en ocho años. Su música vuelva a sonar ambigua, irónica, sensual, sexual y desaforadamente romántica, casi con el mismo empaque y la proverbial elegancia de los viejos buenos tiempos, quizás porque el disco se había planteado como el soporte para una eventual (y frustrada) reunión en el estudio de la formación original de Roxy Music. Finalmente, colaboran Brian Eno, Phil Manzanera y Andy Mackay, aunque su papel no deja de ser el de rigurosas «guest stars» en una larga lista de secundarios de lujo, entre sospechosos habituales y nuevas compañías. Y, sí, por goleada, se impone el rutilante fogonazo de Scissor Sisters.
Sin embargo, las autoreferencias desbordan la «reentré» del viejo dandy desde el minuto cero. Y más que ese calco de «True life» con el que se abre el disco, en HRB celebramos especialmente el regreso a las «portadas modelo» de los primeros discos de Roxy Music, esas gloriosas manifestaciones de soft porno pop art glamouroso para camioneros con ínfulas que ejemplifican la lección básica de marketing que reza que hasta el caramelo más dulce necesita un buen envoltorio. ¿O acaso creen que alguien compra el As por la columna de Relaño? La elegida para ingresar en el selecto club de las chicas Roxy ha sido, como no, Kate Moss, la Belén Esteban del pop de entre milenios. La niña en el bautizo y la amante del novio en la boda aparece haciendo el pino en una noche de blanco satén y con al menos setenta kilos y un cuarto encima de los mejores amigos de una mujer. La influencia de Lorelei Lee es evidente, aunque dice Ferry que tanto la portada como todo el concepto del disco (la edición de luxe tiene cuarenta páginas para que «el icono» recurrente encuentre una postura más cómoda, ¿se dedicará alguien a colgar eso en la mula?) están inspirados en la Olympia de Manet, «una especie de cuadro de una pin-up adelantada a su tiempo». Lo que diga la rubia. Aceptamos sin más discusión la analogía como animal de compañía porque se nos acaba el espacio para ir a los clásicos.
Roxy Music. 1972. No, la tipa de la portada del estreno homónimo de la gran orquesta glam rock no es Joan Collins después de haberse liado a leches con Linda Evans. La primera Roxy girl fue Kari Ann Muller, una joven modelo de 18 años recién llegada a Londres de provincias. Cobró veinte míseras libras por posar para una portada que, con los años, se ha convertido en una de las más emblemáticas de la historia del pop. Llegó a desarrollar una discreta carrera como actriz, que incluye, eso lo dice casi todo, un papel en el único Bond de George Lazenby. Por aquello de que la pin up siempre tira al monte, acabó casada con Chris Jagger, el hermano de Mick, con el que tuvo cinco hijos.
For Your Pleasure. 1973. La mujer envuelta en cuero con la ciudad a sus tacones es Amanda Lear, una modelo, pintora y cantante cuyo ignoto origen hizo crecer el rumor setentero de que era un transexual, de nombre Alain. La leyenda se engrandece con la historia de que su amigo Salvador Dalí pagó la operación de cambio de sexo. En Casablanca, nada menos, buen sitio para el comienzo de una gran amistad con una musa, confusa o no. Aunque siempre nos quedará París. En sus noches, se dice que Amanda es recordada por haber hecho buenas migas con Brian Jones, David Bowie y el propio Ferry, así, de un tirón. Tras abandonar las pasarelas, probó como diva disco, aunque acabó penando en la TV italiana, apadrinada por, ay, Berlusconni. El trauma provocado culminó con su retirada del mundanal ruido, para dedicarse a la pintura, que algo sacaría del genio de Cadaqués.
Stranded. 1973. Playmate del mes en enero del 72 con un aparente desnudo frontal y Playmate del año en 1973, Marily Cole selló su imparable currículo con esta impagable y exuberante portada selvática. Su historia de amor (y sexo, suponemos) con Victor Lownes, mano derecha de Hugh Hefner en «Playboy», no impidió que la crónica rosa pop le atribuyera un tórrido romance con el imparable Ferry. Finalmente volvió con Lownes y, según asegura la wikipedia, encontró otra fórmula de enseñarlo todo no menos impúdica: el periodismo activo. Definitivamente, lo suyo eran las portadas.
Country life. 1974. Si la vida rural era esto, redimiros, urbanitas. A las dos modelos de la portada de una de las obras maestras de la gran orquesta de hacer glam rock se supone que se las encontró Ferry por casualidad en un bareto de la costa portuguesa, a donde había ido a coger fuerzas para preparar el disco. Y parece que las tomó… La de la izquierda, la que se protege del libre directo es Eveline Grünwald, por entonces novia del vocalista y guitarrista de Can, Michael Karoli. A la derecha, completando la barrera, Constanze Karoli, la hermana del fundador del grupo de krautrock. Todo quedaba en casa, en la tuya o en la mía.
Siren. 1975. Antes de Jagger, estuvo Ferry. Sí, Jerry Hall ya era una de las modelos más cotizadas del momento cuando posó cual sierena varada y alucinada para la portada del quinto disco de los de Newcastle. También apareció en el clip del single «Let’s Stick Together», del álbum homónimo de Ferry publicado en 1976. Se dice que el conspicuo y promiscuo dandy quedó tan atrapado por la gigante rubia que, tras varios meses de relación, llegó a pedirle matrimonio, o por lo menos le compró el anillo. Pero en lo que Hall se lo pensaba, se cruzó Mick, dios sabe lo que le dijo o le administró en la bebida, y se repitió la vieja historia de chica conoce rockero, chica abandona rockero.
Fresh and Blood. 1980. Quizás para compensar que en Viva (1976) y Manifesto (1979) se habían saltado la norma no escrita, pero sí visualizada, de poner a una Roxy buena (o dos) por portada, en su penúltimo disco se descolgaron con tres lanzadoras de jabalina (la que no se ve estaba en la contraportada del vinilo) con pinta de ir a clavarla donde más duele. Esta redacción ha sido incapaz de averiguar el nombre y el origen de las chicas, aunque damos por hecho que algo tuvieron con Ferry. Seguimos la pista, no demasiado fiable, pero de algún hilo hay que tirar, de que fueran atletas del equipo de la República Federal Alemana a las que Jagger habría dopado con la misma sustancia que a Jerry Hall. Ya les iremos informando. Por cierto, que buen disco era Avalon (1982), su canto del cisne, y qué sosa su portada medieval. Lo bien que le hubiera ido cualquiera de las chicas de la jabalina sólo con un yelmo y ya…