Alegría caribeña con NEW YORK SKA JAZZ ENSEMBLE (6 agosto en Gruta77, Madrid)

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El verano es sin duda la mejor época del año para bailar bluebeat, el nombre que aglutina toda la música jamaicana surgida tras el mento y el calypso, una música con la que no importa compartir algún roce sudoroso en un pequeño antro como la Gruta 77 -dicho con todo el cariño-.

 

Y es que es la jamaicana es una música influida directamente por el calor. No en vano, el nacimiento del rocksteady -uno de sus subgéneros- se debe, entre otras cosas, a un enlentecimiento del ritmo que los músicos impusieron en sus propias composiciones, para soportar en los escenarios la ola de calor que invadió la isla a mediados de los sesenta.

Rocksteady, ska y reggae sonaron a todo trapo anoche en la sala de Oporto, con una efervescencia y elegancia que sólo podía ser cosa de la New York Ska Jazz Ensemble, orquesta formada durante una gira europea de los míticos The Toasters en 1994. «Rocksteady» Freddie y Rick Faulkner decidieron crear un nuevo proyecto en el que, partiendo del ska instrumental clásico, podrían moverse por los terrenos del modern jazz y el rythm’n’blues, reclutando a miembros de The Scofflaws y The Skatalites para crear una súperbanda que no ha parado de girar por todo el planeta, y que recaló ayer en Madrid por vigésima vez (aproximadamente) en su carrera, justo coincidiendo con el Día de la Independencia de Jamaica.

De aquella formación sólo permanece «Rocksteady» Freddie, pero que la alineación actual mantiene el pulso y las ganas de divertir y divertirse es algo que quedó más que claro anoche en su actuación dentro de los Veranos de la Villa. Presentaban su LP número 11, «Double Edge» (Brixton Records), «una obra dedicada a nuestros fans» según la propia banda, y pareció como si fuese su debut. La energía de los primeros momentos de un grupo estuvo ahí, sobre las tablas. Un pequeño milagro que en realidad sólo necesita un poco de oficio, un poco de saber estar. Y la NYSJE sabe estar. Salen al escenario y en un par de compases demuestran que están dándolo todo como si fuera el primer día, con una intensidad que hace recordar lo increíblemente resueltos que suenan en sus discos.

Los instrumentos sonaron perfectamente empastados -las guitarras algo bajas de volumen, solo al principio-, seguramente hinchados de orgullo por los aplausos y ovaciones de los fans de la banda, que se mostraron más que dispuestos a poner de su parte para que la cita resultara memorable. La New York Ska Jazz Ensemble supo leer a la perfección las coordenadas emocionales de la noche y se dirigió hacia ellas decidida y pletórica de entusiasmo, interactuando con una audiencia que se encontraba comodísima al no estar la sala llena hasta los topes. Las filigranas instrumentales no se hicieron esperar, especialmente de la mano de un saxofonista y un baterista extraordinarios, que sacaron oro puro de improvisaciones inyectadas con sabiduría en compases de sobra conocidos para sus seguidores.

En ritmos lentos o desenfrenados, la orquesta disparó a cada diana con una precisión que sólo se puede gozar plenamente en lugares como Gruta77, con una cercanía hipnótica que no puede llegar a otro sitio que al clímax musical. Se les rompieron cuerdas, hubo fallos de sonido, pero nada pudo detener a la maquinaria ska jazz del sexteto. Con una formación integrada por Freddie al saxo y voz, Rick Becker al trombón, Alberto Tarin a la guitarra, Earls Appleton a los teclados, Wayne Batchelor al bajo y Yao Dinizulu a la batería, la orquesta interpretó clásicos de su cancionero y tonadas nuevas ante una parroquia encendida y fraternal que llenó la Gruta 77 de bailoteos desenfadados y brindis refrescantes, que hicieron olvidar por un rato los diferentes bochornos del verano.

El repertorio hermanó a Coltrane y a Bob Marley, a Sony Rollins y a Jimmy Cliff, en una velada de radiantes armonías y ritmos irresistibles que, por cierto, se repetirá mañana miércoles (fuera de los Veranos, pero al mismo precio, 10 euros, 12 en taquilla). Si buscan una noche de eso que llaman «buen rollo», sin complejos, sin malas vibraciones, no lo duden.

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