ANDRÉS CALAMARO cumple 50 años

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«Andrés les salvó la vida a Los Rodríguez. Llegó a una banda de rock vulgar como era Tequila, que no sabía por donde tirar… y les salvó la vida». Esta frase de Mariskal Romero resume a la perfección las aptitudes y actitudes, calidades y cualidades de nuestro cincuentón Calamaro. Elevado por derecho propio a los altares del rock en castellano, Andrés  celebra este lunes su quincuagésimo aniversario mientras disfruta de unas vacaciones en su ciudad natal, Buenos Aires, antes de retomar su actividad con varios conciertos en Estados Unidos, donde ya tiene fechas confirmadas en Los Angeles, Las Vegas, Nueva York, Miami y Chicago para octubre.
Andrés Calamaro Masel llegó al mundo el 22 de agosto de 1961 y, desde muy temprana edad, mostró su pasión musical. Primero se curtió en un sinfín de bandas menores y en 1981 pasó a formar parte de Los Abuelos de la Nada (grupo de uno sus grandes referentes: Miguel Ángel Peralta), que hoy protagonizan nuestra Excavación del Día con este vídeo de «Mil Horas» en un directo del ’84, en el que Andrés aparece de rubio platino tocando el teclado.

Mientras estuvo con Los Abuelos, el creador también actuó como teclista en la banda de Charly García, y publicó el primero de una serie de discos en solitario entre los que cabe destacar «Hotel Calamaro» (1984), «Vida Cruel» (1985), «Por mirarte» (1988) o «Nadie sale vivo de aquí» (1989). A finales de los noventa, tras producir a grupos como Los Enanitos Verdes o Los Fabulosos Cadillacs, Calamaro se hizo amigo de Ariel Rot, que por entonces ya era una celebridad en España por sus éxitos con Tequila.
En la primavera de 1990, ambos fundarían en Madrid una banda mítica de nombre muy prosaico: Los Rodríguez.
Las luchas de egos acabarían con la formación en poco más de seis años, pero entre medias quedaron álbumes como «Buena suerte», «Sin documentos» y «Palabras más, palabras menos», tres títulos que convirtieron a Los Rodríguez en un grupo de éxito masivo.
Calamaro arrancó en 1997 su segunda etapa en solitario con «Alta suciedad», un álbum de rock clásico que incluía canciones como «Loco», «Flaca», «Me arde» o «Crímenes perfectos». Se trata de un punto de inflexión en la trayectoria del músico, que se convierte en un artista de culto al que se ama o se odia.
Luego llegarían «Honestidad brutal» (1999) y «El salmón» (2000), posiblemente los dos mejores discos de «Andrelo», que a continuación sufrió un bloqueo que le mantuvo cinco años en silencio, hasta que Gustavo Cordera y la Bersuit le convencieron de que abandonara su voluntario ostracismo.
Durante aquel «impasse» se llegó a temer una retirada prematura, aunque el propio Calamaro se encargó de desmentir los rumores en 2004 con el lanzamiento de «El cantante», un disco de versiones de grandes clásicos del folclore suramericano («Malena», «Volver», «Sus ojos se cerraron», «Algo contigo» o «Voy a perder la cabeza por tu amor»).
Este giro hacia las músicas de raíz continuó en los dos siguientes trabajos del guitarrista, «El palacio de las flores» y «Tinta roja», ambos editados en 2006, en los que se podía apreciar un interés creciente por ritmos como la cumbia, la salsa o el tango.
Mientras tanto, la vida personal de Calamaro conoció otro momento de suma relevancia: emprendió una relación con la modelo Julieta Cardinali (de la que se separó recientemente) y fueron padres, en enero de 2007, de Charo.
La pequeña, única hija de Calamaro, tuvo mucho que ver en el espíritu optimista y desenfadado de «La lengua popular» (2008), un disco de canciones tan pegadizas como «Los chicos», «Mi gin tonic», «Comedor piquetero», «Sexy & barrigón» o «La mitad del amor», a las que en 2010 se sumarían las del menos acertado «On the rock».

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