Sin AMY WINEHOUSE, que continúe el soul

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Tontería es preguntarse quién será la sucesora de Amy Winehouse, porque ella ya se había embarcado desde hace tiempo en esa cuesta abajo de la que nunca regresaría. Una pena, porque por cuerdas vocales y actitud podía haber sido una gran estrella con muchos éxitos a sus espaldas. Durante un tiempo sí fue la voz más poderosa de esa recuperación del viejo soul. Pronto apareció una jovencíta en el mismo país, Adele, con aptitudes para aspirar al trono, y lo cierto es que lo alcanzó sin grandes esfuerzos, gracias al camino errático de Amy y al batacazo, con su segundo disco, de la que también parecía llamada a grandes gestas, Duffy.

Curioso: al igual que ocurrió con el blues el los años 60, eran los británicos los que, con el nuevo milenio, se empeñaban en apreciar una música que parecía que ya no interesaba más que a una selecta minoría. El gran momento de la música negra del alma habían pasado hacía mucho. La época de la Motown era ya un recuerdo para eruditos, y solo algunos supervivientes como Solomon Burke y James Brown (que además ya no lo son), nos podían mostrar en directo un atisbo de lo que representaba aquella música. Asistíamos a décadas de cantantes melifluas que parecían calcadas unas de otras. Por si fuera poco, el hip-hop se llevaba a toda una raza por delante, borrando todo lo que había antes.
Y de repente, por las radios de medio mundo se oye a una blanca que canta como una negra, con un tema capaz de poner a bailar al más pavisoso. «Rehab» nos traía a la mente a Dusty Springfield, a la que casi habíamos olvidado si no fuera por Tarantino y la inclusión de «Son Of A Preacher Man» en «Pulp Fiction». Se abría la veda comercial y por ahí se colaría Duffy también con grandes canciones, como «Mercy». La cosa prometía. Aunque, como ya hemos dicho, fue Adele la que, definitivamente, se hizo dueña del espacio del white soul con «19» y, después, «21».
Gracias a este fenómeno también llegó el momento para la recuperación de auténticas divas del soul, como Sharon Jones o Betty LaVette.
Después llegaron los chicos. Como Joe Lewis o Eli «Paperboy» Reed, que hoy mismo, y mañana, demostrará en el madrileño Teatro Lara que ha aprendido bien la lección de los viejos maestros. Y no se crean, en España también tenemos gente que recrea ese espíritu que canta a las cosas humanas como si fueran divinas, como hace el grupo barcelonés The Excitements o el gerundés The Pepper Pots. Ambos, muy recomendables.

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