La más poderosa. La más versátil. La del scat más alucinante. La presencia escénica más imponente. Ella Fitzgerald se fue hace 25 años, ciega y con las piernas amputadas por la diabetes, pero dejando un fascinante rastro en el mundo terrenal. Una rebelde de juventud que luego se convirtió en la Señora del jazz, respetable y respetada, no tan emocional como otras pero siempre exquisita, eficaz, tan contundente como equilibrada. Una figura de la música que merece una excavación que rescate un documento que es una auténtica locura: